Entre las propuestas para lograrlo se encuentran la creación de 100.000 empleos decentes y de un fondo de ahorro programado para vivienda.
Por: Alberto López
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) presentó en conferencia de prensa el Informe de Desarrollo Humano 2013 para El Salvador, denominado 'Imaginar un nuevo país. Hacerlo posible', el cual repite los mismos rezagos y vacíos reflejados en otros índices recientes, pero brinda una dosis de optimismo sobre las posibilidades de que el retraso salvadoreño en desarrollo humano se revierta muy pronto.
Los retrasos salvadoreños más importantes siguen siendo la baja calidad en la educación, el trabajo poco remunerado y sin prestaciones, el subempleo de profesionales con mucho estudio pero no colocados en las áreas laborales para las cuales se prepararon académicamente y la baja tasa de crecimiento económico per cápita (que por medio siglo no ha superado el 1,1%).
La migración es otro factor que también refleja la poca capacidad de El Salvador en retener a su gente por una incapacidad reiterada de desarrollo social y económico en su propia tierra, con cifras de emigración a razón de 60.000 salidas anuales en los últimos 30 años, lo que quiere decir que la pequeña nación centroamericana ha perdido el 1% de su población cada año, en las últimas tres décadas.
Además, como si fuera poco, se agregan otras variables que retrasan el desarrollo de la población en El Salvador, como el problema de la violencia, el asedio de las pandillas y los desequilibrios económicos, con una generación caracterizada por gastar más de lo que percibe en ingresos.
¿Pero qué hacer ante este escenario adverso? El PNUD recomienda algunas medidas para revertir este rezago de desarrollo humano, como la creación de 100.000 empleos decentes (se entiende como un trabajo por el que se reciba al menos un salario mínimo, que tenga un contrato y cotice a la seguridad social); la creación de un fondo de ahorro programado para vivienda (Fovivienda); creación de centros recreativos por cantón, barrios y colonias.
Además de asignar un presupuesto mínimo para educación equivalente al 6% del Producto Interno Bruto (PIB) o del 30% del presupuesto nacional anual; vincular la educación con el mercado laboral; convertir las jornadas educativas a ocho horas diarias y adecuarse al calendario del año escolar de los países del norte, entre otras.
Pero la pregunta es cómo lograr que estas recomendaciones sean vinculantes y se acaten por el bien del país. El coordinador residente del Sistema de Naciones Unidas y representante residente del PNUD, Roberto Valent, fue claro en responder que Naciones Unidas es respetuosa de la soberanía y decisión de los países y que este y otros informes son recomendaciones para los gobernantes.
Sin embargo, recordó que el país debería apostarle al desarrollo humano de su población, pues es suscriptor, juntos a otros países de la región, de los ocho objetivos del desarrollo del Milenio, lo cual podría interpretarse ya como un compromiso de país por el desarrollo humano.
Para el representante de Unicef, Gordon Lewis, el informe refleja exactamente las consecuencias de no hacer nada por revertir una situación de rezago en desarrollo humano, es decir, si no se hace nada por revertir el rezago, se continúa en él, sin avance y sin desarrollo.'No poner a la gente al centro del desarrollo social y económico trae graves consecuencias', dijo.
En opinión del representante residente auxiliar y economista jefe del PNUD, William Pleitez, 'si se hace una revisión histórica, se aprecia que si en El Salvador hay acuerdo, se puede avanzar 10 años de guerra y hubo acuerdo - recordó -, pero cómo se propicia ese mínimo de sensatez colectiva, ése es el objetivo que se vuelve clave'.
Pleitez recordó además que se si analiza desde el 2001, los Informes de Desarrollo Humano del PNUD, quizás, en un 50% han sido retomados por los planes de Gobierno, sobre todo en lo social y político, no así en lo económico.
Otra esperanza para el desarrollo humano salvadoreño como compromiso de nación, dijo Pleitez, es que en los planes de gobierno de los candidatos (para las elecciones presidenciales de febrero del próximo año) ya no se ven los fundamentalismos de hace siete o 10 años, fundamentalismos que hasta la misma China está comenzando a mutar a situaciones más progresivas, sin los extremos mercantilistas ni los excesos socialistas.