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Ignacio Morgado: Tras los secretos del cerebro humano

El autor analiza en su libro Materia Gris las diferentes concepciones que la humanidad ha tenido sobre el cerebro a lo largo de la historia.

2022-03-15

Por Gabriela Origlia, E&N

Desde siempre la humanidad busca entender el cerebro. Desde hace unas décadas, la economía y el marketing empezaron a interesarse en su funcionamiento para -obviamente- poder sacarle provecho. Materia Gris es el último libro de Ignacio Morgado, catedrático de Psicobiología del Instituto de Neurociencia en la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), de la que es decano fundador. Allí repasa la Historia, con mayúsculas, de la concepción del cerebro. Morgado hace un repaso por diferentes concepciones del cerebro: desde aquella idea, en el Antiguo Egipto, de extirpárselo por la nariz a los muertos porque se creía que no era necesario en la otra vida, hasta la concepción de que la tecnología lo doméstica.

¿Hay, actualmente, algo más importante que el cerebro? Antes eran otros.

Ciertamente, así fue. Durante muchos siglos los hombres y mujeres no supieron que el cerebro era el órgano de la sensibilidad, de la mente, y eso porque no hay nada que nos haga sentir al cerebro cuando trabaja. Cuando el corazón trabaja, late, pero que el cerebro no nos de esas señales no indica que no sea la pieza fundamental. Los más sabios e ilustres de la historia, como Aristóteles, creían que era el refrigerador de la sangre...

Decimos “enfriar la cabeza”, ¿tiene que ver con eso?

Esa idea de sensibilidad la usa el propio Aristóteles; incluso sus propios errores están basados en grandes aciertos, en cosas que él veía y que le parecían normalísimas para entender que el cerebro no podía ser el órgano de la sensibilidad. Creía que el corazón era el órgano de la sensibilidad, pero el cerebro tenía que servir para algo y lo pensó como un refrigerador. La historia es de la relación entre cerebro y corazón; por el corazón pasaba el sentimiento, muy fuerte y apasionado, y hacía que se calentara la sangre que viajaba al cerebro para que la enfriara. Hoy sabemos que todo es muy diferente, sentimiento y razonamiento están en el cerebro, que razona, que se emociona, que siente las pasiones humanas.

¿Ha cambiado el cerebro?

Muy lentamente; si comparamos uno de la época de los griegos clásico con uno de hoy es muy poca la diferencia. Tenemos que remontarnos más atrás, millones de años, cuando podemos comparar los de los omnímodos con el nuestro. En esos millones de años en vez de crecer en peso, el cerebro ha perdido volumen. Eso está relacionado con el propio progreso de la tecnología nos ha domesticado; lo que aquellos tenían que hacer con esfuerzo hoy lo hacemos con apoyo tecnológico. El cerebro perdió volumen y neuronas.

Ignacio Morgado: Tras los secretos del cerebro humano

¿Cuánto impacta la tecnología en nuestro cerebro, en su uso?

Es cierto que están aumentando las capacidades visuales, y reduciéndose otras, como las auditivas, pero lo más importante del cambio es que, hace siglos, cualquier evolución dependía poco de lo que el hombre hacía y hoy depende por completo. No es que seamos más vagos, pensemos que a los lobos les pasó igual. El lobo primitivo tenía un cerebro más grande que el del perro doméstico porque tenía que buscar sustento para él mismo y para sus crías; al domesticado el hombre le dio calor, comida y condiciones para procrear. Hoy el cerebro es más pequeño que el del estado salvaje porque con apoyo externo disminuye su volumen, pero hace más cosas con facilidad. El hombre se domestica a sí mismo con la tecnología, surgen otras cualidades, se agudizan más algunos sentidos; hay funciones que progresan, que se desarrollan más.

¿Nos limita el cerebro o nos amplia y potencia?

Lo primero es que cuando nos referimos al cerebro como algo diferente a nosotros, nos equivocamos porque somos nuestro cerebro. Nadie se imagina a sí mismo hablándole a su cerebro y a la mente que ese cerebro crea. Todo lo que somos capaces de hacer es gracias a un cerebro con 86.000 millones de neuronas interconectadas de manera compleja, con intervención de la física y la química. El permite que seamos todo lo que somos; la mente es una jaula de la que no podemos salir; no podemos concebir nada sin cerebro.

¿Qué es la mente?

La mente es la colección de funciones del cerebro. Pensar, hablar, dormir, soñar, entender el lenguaje o hablar son procesos mentales que los crea el cerebro que tiene dos grandes funciones, controlar el funcionamiento ordi- nario y normal de nuestro cuerpo y crear la mente. Ambos procesos están relacionados entre sí, se influyen mutuamente. Son conscientes cuando nos damos cuenta de la propia realidad; la conciencia es un estado de la mente.

Como científico, ¿qué es el espíritu, el alma?

Son históricamente los conceptos que los científicos no entendimos como mente humana, se crea la impresión de que hay algo más allá de nuestro cuerpo, que el cerebro nos hace tener ese mundo interior ideológico, subjetivo que se nos antoja diferente, pero sabemos muy bien que si falla el cerebro falla también él. El espíritu también resulta del funcionamiento del cerebro, es una mente que se cree superior.

Solemos decir que la mente “nos engaña”, ¿es así, vivimos engañados?

Si hubiese algo en el cerebro que decide por nosotros tendríamos que preguntarnos si dentro de ese algo hay también otro algo que toma decisiones por él y así sucesivamente. La mente es lo más propio y familiar que tenemos, aquello con lo que cada uno de nosotros más se identifica. Lo que no existe en nuestra mente no existe para nosotros y si el cerebro se altera la mente también lo hace. Es más, la única manera que tenemos de conocer nuestro cuerpo es con nuestra mente. Lo que no logramos entender es cómo el cerebro crea la mente, cómo la materia objetiva crea la subjetiva.

La neurociencia se ha convertido en una suerte de “estrella” en las últimas décadas, ¿es así, por qué?

Soy un crítico de la costumbre moderna de ponerle el apelativo de “neuro” a todas las disciplinas cuando, en realidad, sin cerebro no hay ciencia posible. Es posible que cualquiera crea que ganará mucho si lo que plantea se basa en la “neurociencia”, pero no creo que uno pueda ser buen profesional sin saber cómo funciona el cerebro. Eso significa condenar a los que no sabían cómo era y cómo funcionaba, empezando por el propio Aristóteles. No es absolutamente necesario saber cómo trabaja el cerebro para ser bueno en una disciplina.

¿Se puede ‘resetear’ el cerebro?

No, es imposible. Cambia continuamente, aparecen brotes nuevos, crea nuevas conexiones, conocimientos nuevos a la vez que otros previos se alteran o desaparecen. El conjunto de información cambia, nos vamos adaptando a las nuevas realidades; sin eso no seríamos eficaces. Tenemos una larga historia almacenada, está en los genes heredados interactuando con la historia personal, con la cultura, con la educación. Así se crea una cantidad de información y programas neuronales. Resetearlo es imposible.

¿Qué nos domina, en general, el hemisferio izquierdo o el derecho?

No debería importarnos demasiado eso; en un cerebro normal trabajan los dos hemisferios a la par con funciones complementarias. El izquierdo es más analítico y el derecho, más holístico, se detiene más en el detalle. Deben trabajar en armonía y en complementación; la mente percibe la combinación de los dos. En las personas más maduras es así

¿Cómo salió el cerebro de la pandemia?

Salimos prevenidos, con un miedo que antes no teníamos. Somos más débiles de lo que nos creíamos; no estamos tan protegidos como suponíamos. Tal vez deberíamos aceptar que estamos más unidos en el mundo de lo que nos creíamos y dejar de lado los individualismos; ser más solidarios, apoyarnos más.

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