Por revistaeyn.com
Mallory Contois atribuye a los correos electrónico fríos —esos mensajes iniciales a desconocidos— el impulso decisivo en su trayectoria profesional. Tras quince años trabajando con startups, dice que esos envíos le han abierto puertas: le han conseguido empleos, le han permitido tejer redes y le sirvieron para crear iniciativas como Old Girls Club, su comunidad de networking.
Su caso ilustra cómo una sola iniciativa bien planteada puede transformar una carrera. Según cuenta, un correo inesperado fue el que la colocó en su puesto actual como vicepresidenta de crecimiento en Maven, una plataforma de aprendizaje en línea.
La empresa incluso creó el cargo tras su autopropuesta: ella se presentó, expuso por qué podía aportar y acabó obteniendo la oportunidad.
La capacidad de enviar mensajes directos no siempre fue natural para Contois. A los 25 años fue diagnosticada con linfoma no Hodgkin, una experiencia que, asegura, le cambió radicalmente la perspectiva.
“Esa crisis me enseñó que nadie se va a ofender por pedir ayuda; lo peor es que no respondan o digan que no pueden ayudar”, explica. Ese aprendizaje la empujó a convertir el acto de escribir a desconocidos en una práctica habitual: envíos ambiciosos que ella misma denomina “correos aterradores”.
Contois defiende que el riesgo es pequeño comparado con la recompensa potencial. Incluso una negativa te acerca a tus objetivos, argumenta; por eso recomienda convertir ese esfuerzo en un hábito sostenido: si mandas un correo atrevido cada semana, sostiene, las posibilidades profesionales se multiplican.
En la práctica, su consejo es táctico y directo. Al pedir un favor, hay que facilitarlo al máximo: si se solicita una presentación, ofrecer un texto listo para copiar y reenviar; si se aspira a un puesto, adjuntar el currículum y dejar el correo del candidato para que el reclutador pueda añadirlo al sistema de selección con facilidad.
El respeto por el tiempo ajeno obliga a que el mensaje sea breve y fácil de leer: no necesita narrar la biografía, solo ofrecer la chispa suficiente para provocar una respuesta.
Contois comparte un patrón que le funcionó con un reclutador: admitir de entrada que el perfil no parece encajar según el primer vistazo y, acto seguido, listar en pocas viñetas razones concretas por las cuales sí era la persona indicada, cerrando con una petición sencilla —por ejemplo, que reenviaran el mensaje al responsable de contratación—. Ese correo le dio visibilidad y desembocó en la oferta.
Además, recomienda mostrar entusiasmo sin reservas: la pasión evidente mueve más que la frialdad técnica. En suma, arriesgarse a escribir a quienes pueden abrir una puerta —y hacerlo de forma pensada y respetuosa— puede ser la estrategia que cambie el rumbo profesional. Contois lo resume así: atreverte a pedir es, muchas veces, el primer paso para que las oportunidades te encuentren.
Con información de CNBC