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(Opinión) Elecciones Guatemala 2023: La fábula del tiburón y las sardinas

El proceso electoral que elegirá al gobierno para los próximos 4 años tiene como antecedente las protestas ciudadanas contra la corrupción de 2015.

2023-07-04

Por Christian Calderón - firma invitada E&N*

Contrario al clima de desencanto a la víspera de las elecciones de 25 de junio en Guatemala, los resultados del proceso desbarataron los pronósticos de expertos, así como de todas las encuestas de manera contundente.

Un resumen: la participación fue alta (60 %), el balotaje anunciado (lo único acertado en las proyecciones) totalmente imprevisible respecto a la segunda posición, la tensión electoral fue leve y la data electoral relativamente pronta y sobre todo el mantenimiento de niveles de certeza aceptables en cuanto al voto ciudadano.

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Un resultado sorpresivo frente a un entorno considerado antes de la primera vuelta, según los análisis, como una elección continuista de la crisis de la democracia guatemalteca desde 2019, que elegiría entre opciones representativas del status quo, de hecho las dos candidaturas similares potenciales a ocupar la segunda posición: la de Edmon Mulet (del partido Cabal) y Zury Ríos (de Valor-Unionista) que en números reales apenas tuvieron quinto y sexto lugar.

No hay que olvidar que el proceso que elegirá al gobierno para los próximos cuatro años entre las dos fuerzas que pasan a segundavuelta el 20 de agosto, Sandra Torres, del partido Unidad Nacionalde la Esperanza (15 %), y Bernardo Arévalo, del partido Movimiento Semilla (11,8 %), tiene como antecedentes las protestas ciudadanas contra la corrupción de 2015 que derrumbaron el régimen del presidente Otto Pérez en 2015, la crisis estatal derivada del cierre abrupto y expulsión de la Comisión Internacional contra la Impunidad en 2019 -que contaba con un respaldo ciudadano de más de dos terceras partes de la ciudadanía guatemalteca (Pro-Datos, 2019)-, sumado a los efectos críticos del mal manejo gubernamental de la pandemia en el período más reciente. Esto explicaría el voto nulo que sumó 17 %, su mayor porcentaje histórico y el rechazo a las candidaturas más conservadoras.

Además, las razones del desencanto y cuestionamientos previos tampoco fueron gratuitos considerando el escenario de una campaña marcada de arbitrariedades por parte de autoridades judiciales y electorales, además de la impopularidad del gobierno actual (con 22 % de aprobación solo superado por los gobernantes de Venezuela y Ecuadorque ocupan los dos últimos lugares, según CID-Gallup). Entre las anomalías destaca la exclusión de tres candidatos por tecnicismos legales menores al mismo tiempo que se otorgó luz verde a la inscripción de otros con antecedentes penales por delitos electorales, procesos judiciales abiertos o limitaciones constitucionales expresas.

La puntera y veterana candidata Sandra Torres, exprimera dama en el gobierno de Álvaro Colom (2008-2012), enfrentó un proceso legal por financiamiento electoral ilícito y fue excarcelada en 2020. Pasó a segunda vuelta por tercera vez consecutiva por el partido de su exmarido, en cuyo gobierno lideró los programas de asistencia social que son la base de votantes fieles que aún mantiene.

Mientras, el candidato de Semilla, Bernardo Arévalo, tiene como credenciales un pasado de académico y diplomático, diputado -en la actual legislatura-y ser hijo del emblemático Juan José Arévalo (presidente en 1944-1950) que encabezó el primer gobierno reformista de la “década de la primavera guatemalteca”, junto a Jacobo Árbenz, derrocado en 1954 por grupos conservadores apoyados por el gobierno estadounidense al inicio de la guerra fría.

Para Arévalo con poca experiencia política comparada con su contendiente, le espera quizá en los próximos dos meses, circunstancias similares a las que su padre enfrentó, cuando encabezó un proyecto democrático y reformista ante a un entorno cuesta arriba y contra adversarios políticos muy poderosos.

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En el caso de Torres tendrá que remontar el enorme antivoto que genera en sectores urbanos lo que explica sus dos fracasos en segunda vuelta en 2015 y 2019, además del señalamiento de sus críticos por su cercanía al oficialismo. En este punto, resulta inevitable recordar al padre de Arévalo, quién también fue un brillante ensayista y académico, quien al referirse al momento histórico de su mandato en sus memorias, lo describió con una metáfora: La fábula del tiburón y las sardinas.

Una imagen que según el expresidente más popular de la historia del país, explica magistralmente el papel que han ocupado los políticos que buscan liderar un cambio frente al monstruo del sistema político dominante. En consecuencia, al resultado inesperado de la primera vuelta, se suma el símil histórico que no puede pasar desapercibido desde la óptica atenta de la convulsa y desde siempre polarizada historia guatemalteca.

Nota editorial: La columna fue publicada en nuestra más reciente edición impresa, previo a conocerse la decisión de la Corte Constitucional y que el TSE decidiera iniciar la revisión de actas.

*Sociólogo y catedráticode la Universidadde San Carlos de Guatemala.

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