Las elecciones presidenciales colombianas del pasado 25 de mayo se saldaron con una sorpresa. Si bien las encuestas anunciaban la necesidad de ir a un balotaje y alertaban sobre el estancamiento del presidente Juan Manuel Santos (quien busca vía reelección un segundo mandato consecutivo) así como de la remontada del uribista óscar Iván Zuluaga, lo sorpresivo no fue tanto la victoria del segundo sobre el primero sino la diferencia entre el primer y segundo lugar: 29,25%, contra 25,69%, es decir casi 460.000 votos.
Estos resultados obligan a celebrar un balotaje (el próximo 15 de junio), en el que ambas campañas ya pusieron en marcha un proceso dirigido a recalibrar sus respectivas estrategias con el objetivo no sólo de preservar el voto duro logrado durante la primera vuelta, sino también para atraer a los electores que se inclinaron por la conservadora Marta Lucía Ramírez (15,5%), por la izquierdista Clara López (15,2%), por el candidato de los verdes Enrique Peñalosa (8,3%) o por quienes votaron en blanco (6%) y quienes, en muy alto número, se abstuvieron.
Colombia, país donde el voto no es obligatorio y que históricamente muestra bajos índices de participación electoral, volvió a registrar en estos comicios una de las tasas de abstencionismo más elevadas de la región (59,3%) y la segunda más alta del país de las últimas dos décadas.
Alianzas y temas del balotaje
El inicio de la campaña para la segunda vuelta viene marcado por la conformación de nuevas alianzas. Rápidamente (como era de esperar por la afinidad ideológica), Zuluaga alcanzó un arreglo con la conservadora Ramírez, quien dio su apoyo a cambio de que el candidato uribista moderara su oposición al proceso de paz.
Santos, por su parte, ha venido sumando adhesiones a cuentagotas, entre ellas las de un buen número de legisladores conservadores y de varias figuras políticas de la izquierda, agrupadas en el Frente Amplio por la Paz. Empero, no ha logrado ningún endoso expreso orgánico y en bloque de las fuerzas políticas lideradas por López y Peñalosa. Ambos dieron libertad de voto a sus seguidores (si bien el pasado miércoles López le dio su apoyo individual), aunque lo previsible es que gran parte de los electores que respaldaron a estas dos candidaturas, si se deciden a votar en el balotaje, lo hagan por Santos.
El proceso de paz con las FARC sigue siendo el tema central de este nuevo tramo de la campaña, como evidencian los reposicionamientos de Zuluaga y Santos sobre este tema. El primero, como ya señalamos, y a consecuencia del pacto con Ramírez, flexibilizó su posición de mano dura con las FARC (que había esgrimido durante la primera vuelta), señalando que "hemos acordado que se continuará conversando con las FARC en La Habana, sin acuerdos a espaldas del país, con condiciones y plazos que garanticen avances tangibles, definitivos, verificables con acompañamiento internacional".
Santos reaccionó de inmediato calificando este viraje de Zuluaga de actitud "electorera" y advirtió que "la paz no se improvisa ni se hace de un día para otro" y que el proceso que más garantías ofrece es el que actualmente lleva a cabo su gobierno en La Habana. El Presidente ha puesto en el centro de la campaña la disyuntiva del "fin de la guerra o la guerra sin fin"; y, con el objetivo de lograr atraer el mayor caudal de votos posible, prometió que si resulta reelecto, en cuanto se firme la paz pondrá fin al servicio militar obligatorio.
Las segundas vueltas en América Latina y Colombia
Colombia forma parte del grupo mayoritario de países latinoamericanos (12 de 18) que prevén el mecanismo de segunda vuelta en caso de que el candidato ganador no supere determinado número de votos (50% más uno en el caso colombiano).
La tendencia regional (desde 1978 a la fecha) indica que la participación electoral suele disminuir en las segundas vueltas, porque una parte del electorado que votó en la primera no se siente atraído por ninguna de las dos ofertas que pasan al balotaje. Empero, hay excepciones a esta tendencia regional. Este fenómeno suele ocurrir cuando la segunda vuelta es muy reñida y existe la posibilidad de que se produzca una "reversión de resultado", es decir, que quien ganó en primera vuelta pierda en el balotaje; situación que esta presente en el caso colombiano.
La experiencia colombiana en materia de segundas vueltas tiene sus particularidades. Desde su introducción en la Constitución de 1991 y hasta la fecha, Colombia ha celebrado seis elecciones presidenciales. En cuatro de estos seis procesos hubo necesidad de ir a una segunda vuelta (1994, 1998, 2010 y 2014). Y sólo Uribe, el tercero de los últimos cuatro presidentes desde 1991, logró la Presidencia en primera vuelta (2002) así como su reelección (2006).
En dos de estas tres segundas vueltas (1994 y 1998), la participación electoral aumentó durante el balotaje, yendo por lo tanto en dirección contraria a la tendencia regional. Y en una de estas tres segundas vueltas, en la de 1998, hubo "reversión de resultado": cuando Andrés Pastrana venció a Horacio Serpa.
Mi opinión: A tan sólo una semana del balotaje, la campaña viene creciendo en intensidad. No hay que descartar algún evento de ultimo momento que pudiese afectar el resultado final. Por su parte, los sondeos llevados a cabo durante los últimos días no logran despejar con claridad la incertidumbre acerca de quien ganará las elecciones. Mientras Cifras y Conceptos y Datexco dan a Santos con mayor intención de votos, Ipsos-Napoleón Franco ve a Zuluaga liderando las encuestas. La de Gallup arroja un empate técnico. Como vemos, están dadas todas las condiciones para una final de infarto.
Dada la estrecha diferencia y la dificultad que por lo general encierra lograr una reversión de resultados, uno de los posibles escenarios sería el de una eventual derrota del Presidente. De producirse, Santos tendría el triste privilegio de ser el primer mandatario de América del Sur en no lograr ser reelecto desde 1978. Cabe recordar que en 2000 Alberto Fujimori logró su segunda reelección, aunque dichas elecciones fueron muy cuestionadas, lo que precipitó una aguda crisis política y la finalización adelantada del régimen fujimorista.
Pero la dificultad para Santos de lograr una reversión de resultados en el balotaje del 15 de junio no debe interpretarse como una misión inalcanzable. Hay nueve casos en la región (y, como vimos, uno de ellos se dio en Colombia) que testimonian que lograr ese objetivo es difícil pero no imposible.
Para que ello ocurra, Santos debe ser capaz de construir un "consenso negativo" en contra de Zuluaga, es decir, alinear una mayoría de electores en contra del uribismo, presentando a Zuluaga y a su mentor Uribe como una opción extremista y riesgosa tanto para la continuidad del proceso de paz como para Colombia.
En otras palabras, la reelección de Santos depende, en gran medida, de lograr aumentar la participación electoral (para que acudan a votar los que comulgan con sus propuestas pero se abstuvieron en la primera vuelta) y, simultáneamente, captar el mayor apoyo posible del voto de la izquierda y de los verdes, no por que estos electores se identifiquen con él sino por el espanto que los une frente a un posible retorno del uribismo. Son estos electores nuevos los que tienen el poder para reelegir a Santos o para enviarlo a su casa.
* Director Regional de IDEA Internacional para América Latina y el Caribe