Entrevista por Gabriela Origlia – Revista Estrategia & Negocios
El sudafricano Brett Scott se autodefine como “activista financiero”; exagente de bolsa y antropólogo monetario. En su libro Cloudmoney describe el sistema monetario en sus diferentes capas y cuenta quiénes son los agentes que juegan un rol clave en el entramado. Todas cuestiones que, a simple vista, los usuarios del dinero desconocen. A su criterio todos esos datos son cruciales para entender cómo funciona el sistema y advierte que los pagos digitales -en expansión en todo el mundo- darán un poder “nunca visto” a unos pocosgrupos.
En diálogo con Estrategia & Negocios desde Berlín, donde está radicado, enfatiza que de ninguna manera “romantiza” o tiene una “visión naif” del cash, pero que hay que “equilibrar y balancear” los usos de las diferentes formas del dinero y, sobre todo, tener información y comprender “lo invisible” de la estructura financiera.
Plantea que hay una “lucha” del dinero en efectivo con el digital, un concepto que es más amplio que el de las criptomonedas y alcanza también a tarjetas, plataformas de pago y billeteras electrónicas. Son dos estructuras “completamente diferentes que compiten entre ellos, que tienen diferentes actores y distintas agendas políticas. No son lo mismo”, sintetiza.
Antes de Cloudmoney, en 2019 Scott publicó Hackeando el futuro del dinero en el que contó el funcionamiento interno de las instituciones financieras y explicó las estrategias para “acabar con el dinero en efectivo” las que -a su entender- no hacen más que aumentar el poder de esas entidades. En síntesis, para Scott la imposición de las finanzas digitales implica un avance hacia el “control financiero total”.
Desde el inicio de la pandemia del COVID-19, dijo, se aceleró el cambio en la utilización del efectivo; hay países desarrollados en que cayó a la mitad la cantidad de gente que se maneja sin moneda física. Para Scott, ese dinero es el “único” del que un individuo tiene control privado. “Tenemos que poder lograr que el cash siga existiendo. No todo tiene que ser digital. El control financiero total a través de lo digital llevaría a un mundo todavía menos justo y democrático”, sentencia. El trasfondo de ese concepto es que para la virtualización de las finanzas se requiere que la población entregue datos propios que permiten que las empresas la conozcan mejor y operen con más precisión.
Los oligopolios, subraya en la entrevista, siempre son “malos” e ironiza con que quienes empezaron a usar los pagos digitales como un gesto de progresismo terminaron haciéndole el juego a las big tech. Hace un tiempo ante el diario español El País, directamente caratuló de “acto casi revolucionario” el pagar en efectivo en estos tiempos. Incluye a las criptomonedas en la misma bolsa, más allá de que hayan nacido con un argumento con el que pretendían diferenciarse del cash. Aclara que no critica a las criptomonedas, sino a todo lo que “se ha creado a su alrededor, lo que es diferente”.
No duda en describirlas como un “parásito monetario” que depende -como todo parásito- del organismo vivo en el que se mueve que es el sistema monetario.
Grafica con la biología lo que pasa con la economía: “Al igual que los seres multicelulares complejos evolucionaron a partir de redes de microbios unicelulares, las economías modernas complejas son grandes superorganismos ‘multicelulares’ interdependientes formados por personas. Desafortunadamente, gran parte de la economía usa un lenguaje unicelular para explicar lo que sucede dentro de ellos”.
¿Su libro nace de su preocupación por el vínculo entre el dinero digital y el poder de control?
En los últimos años se hizo más veloz la desaparición del cash; la pandemia contribuyó a esa tendencia y en ese período hubo países en los que su uso cayó a la mitad.
El dinero físico es el “único” del que un individuo tiene control privado; los números digitales solo se convierten en dinero cuando se cobran. En la actualidad todo el sistema está bajo el control de un oligopolio y es mucha la gente que no lo sabe, que cree que los jugadores son diferentes. Lo cierto es que son pocos y que concentran las decisiones, por lo que crece la exclusión. El dinero digital le dará a unos pocos un poder nunca visto.
¿Poder ejercido por los datos que se requieren para operar?
Para el sistema financiero y sus actores esos datos son cruciales para conocer al detalle a sus clientes, para ofrecerles productos, para determinar si los financian o no, pero también las empresas tecnológicas los utilizan. A todos les sirven para mejorar sus ganancias y a los gobiernos para establecer esquemas de control. Por ejemplo, en Hong Kong en las protestas de 2019 los activistas pagaban hasta el subterráneo cash para que no monitorearan a dónde se movían. Los grandes de la tecnología requieren de los grandes de las transacciones digitales para operar; la industria de los pagos digitales empieza a aparecer en actividades que antes no tenían intermediación.
No habla solo de las criptomonedas aunque hay quienes leen que su crítica les apunta...
No. Hablo en sentido amplio, incluyo a las plataformas de pago, a las tarjetas, a todo el sistema digital. Todos esos actores tienen una narrativa que busca convencer de que el cash debe desaparecer, de que lo moderno y lo actual es lo mejor, pero las unidades digitales dependen del sistema monetario tradicional. Hay conexión entre ambos, no son independientes.
El efectivo es como la bicicleta y lo digital podría compararse con el Uber, pero tienen que coexistir ¿Por qué reemplazar totalmente la bicicleta?
¿Hasta dónde es un criptocrítico?
Desde la criptoindustria se presentan como democratizadores de las finanzas digitales, pero quienes tienen estas monedas las ven como una propiedad que se cambia por dólares. Tienen los mismos problemas de hackeos y resiliencia que los otros sistemas digitales y se negocian en mercados especulativos, por lo que registran alzas y bajas bruscas. No hay que obsesionarse con estas monedas.
De nuevo, no estoy ‘en contra de’, estoy por el equilibrio. Las cripto son un ‘parásito monetario’ que depende del organismo vivo en el que se mueve que es el sistema monetario. Usar criptos no quiere decir que vayan a terminar con el sistema monetario existente porque -insisto- dependen de él, de su respaldo. El bitcoin depende del respaldo del dólar.
¿El sistema bancario también va por ese camino?
El propio sector bancario, durante mucho tiempo, ha estado en contra del efectivo y ha estado tratando lentamente de terminar con el cash porque él mismo maneja las estructuras de cuentas subyacentes. Y también cobran comisiones por transacciones digitales y no solo eso, obtienen datos.
¿Cree que la gente tiene conciencia de esto?
No es muy consciente. Para la mayoría de quienes trabajan de quienes hacen pagos de productos o de servicios, no está claro cómo se compone el sistema financiero, quiénes son sus actores, cómo se interrelacionan.
Los pagos en efectivo dependen de regulaciones de bancos centrales, son de titularidad pública, mientras que lo relacionado a lo digital es de las Big Tech. Son dos estructuras completamente diferentes que compiten entre ellos, que tienen diferentes actores y distintas agendas políticas.
No son lo mismo. Hay quienes creen que su moneda nacional es única pero que aparece en diferentes versiones, son quienes tienen lo que llamo la ‘ilusión del tipo único de dinero’, que es la que impide comprender varios aspectos del actual sistema.
¿Debe quedar solo el cash? ¿Es posible imaginar que eso pase?
El sistema bancario tradicional mucho tiempo estuvo en contra de lo digital, pero ahora también gestiona una parte y cobra por hacerlo. No se trata de que sobreviva uno, deben convivir porque esa es la forma de que haya un equilibrio, un balance entre los dos.
El control financiero total a través de lo digital llevaría a un mundo todavía menos justo y democrático. Las tecnológicas se hacen de los datos de los usuarios, ofrecen servicios en base a lo que conocen pero también tienen posibilidades de control.
No soy ingenuo, sé que no podemos salir del sistema, pero sí creo que es posible encontrar un equilibrio; hay que buscarlo. Tener un sistema monetario sin dinero en efectivo es como tener un edificio de altura sin escaleras de emergencia; cuando el ascensor se rompe o tiene un problema, no podemos bajar o subir. Yo estaría del lado de los que somos proescalera. El dinero en efectivo no tiene la trazabilidad del digital.
Hay países centroamericanos donde ese es un problema serio y, además, también alimenta la economía informal...
No estoy romantizando al cash ni tengo una mirada naif del tema. En absoluto es así. Pero el rechazo del efectivo se vincula con los sectores más ricos de la sociedad que son los que también tienen más confianza en las tecnologías y en los bancos. Aun con la digitalización existen las operaciones el offshore y maneras de evadir controles.
La prédica de una economía sin cash implica que millones de personas quedarán excluidas y eso abarca desde gente de más edad a minorías que son empujadas a espacios cada vez más pequeños donde siguen aceptando esta forma de pago y, en definitiva, los alejan de los bancos. Hay que mantener un sistema de pagos multimodal inclusivo. Nadie de los que hablan de las bondades de los sistemas digitales se refieren a los problemas de infraestructura existentes o a la piratería cibernética. No puede ser que si se cae Internet estemos todos colgados, afuera del mundo, de los intercambios.
¿Por qué su interés en alertar sobre estos riesgos?
Porque es necesario sostener alternativas a los sistemas dominantes. Lo que se ha presentado como una democratización del sistema financiero no ha sido más que una automatización; incluso trabajaba en él cuando eso sucedía. Si se sigue avanzando en esa dirección el que no opere dentro de la estructura quedará afuera del mundo. En este contexto el dinero en efectivo es una alternativa. Los sistemas de pago son un arma geopolítica, lo hemos visto en diferentes circunstancias y los países que quedan afuera intentan hacerse de una propia.