Por revistaeyn.com
En la era digital actual, los datos crecen a un ritmo vertiginoso, alojados en las instalaciones y en la nube, mientras atraviesan a diario múltiples aplicaciones.
Desde datos personales y financieros hasta secretos comerciales y estratégicos, la información que generamos y compartimos en línea se ha convertido en un activo invaluable. Este rápido crecimiento conlleva un aumento en la complejidad y en el reto de garantizar la seguridad del almacenamiento de los datos, a medida que se amplía la superficie de un posible ataque.
Según el Índice de Inteligencia de Amenazas IBM X-Force 2024, el ransomware se ha convertido en el ataque más común observado a nivel mundial en los últimos cuatro años y América Latina no es la excepción.
Un estudio de Palo Alto Networks destacó que los incidentes de ransomware en Latinoamérica han aumentado en un 35 % con respecto al 2023. Cuando se produce un ciberataque, el código del ransomware recopila información sobre las redes de destino y los recursos clave como: bases de datos, archivos críticos y copias de seguridad.
La amenaza, que muestra una actividad mínima, puede permanecer inactiva durante semanas o meses, infectando archivos con cada hora que pasa y copias de seguridad completas en meses.
“Una vez que el ransomware ha recopilado toda la información que necesita, comienza el ataque propiamente dicho, cifrando y dejando inutilizables los archivos y bases de datos críticos. El cifrado de archivos es rápido y el ataque puede paralizar datos empresariales imprescindibles en cuestión de minutos”, explicó Rafael Arrué, gerente Regional de Infraestructura IBM en GBM.
El ransomware ha demostrado ser una amenaza seria y en constante evolución en el mundo digital en que la tecnología de la información (TI) es más compleja que nunca.
La implementación de prácticas de seguridad sólidas es fundamental para mitigar los riesgos asociados con este tipo de malware y proteger la integridad de los datos.
