Por Gabriela Origlia - Estrategia & Negocios
El escritor y periodista de origen guatemalteco Héctor Tobar, ganador del premio Pulitzer, reflexiona en su último libro, Our Migrant Souls (Nuestras almas migrantes), sobre la identidad de los latinos en Estados Unidos. Está persuadido de que no son considerados como “centrales en la historia” de ese país, pese a que representan 19,3% de la población (65 millones de personas, de los cuales casi 51% son mexicanos).
En diálogo con E&N, Tobar subrayó su preocupación por un nuevo período de Donald Trump en la Casa Blanca. “El Partido Republicano ha sido excelente en manipular temores y rencores de la gente, especialmente en lo relacionado al sistema económico. La clase media en Estados Unidos se va achicando, siente que la estructura es injusta y Trump expresa ese sentimiento, lleno de prejuicios, hacia un grupo en particular”, dice.
Tobar, hijo de guatemaltecos y nacido en Los Ángeles en 1963, estudió el uso del término “latino” a través de decenas de historias recopiladas en dos recorridos que realizó.

Uno por la tierra de su familia, Gualán -un municipio del departamento de Zacapa- y el segundo, de costa a costa de Estados Unidos, pasando por las ciudades con mayor concentración de latinos. También alimentó su trabajo con las historias de sus propios estudiantes de la Universidad de California, en Irvine.
A lo largo del libro se aboca también al mundo en el que se mueven los indocumentados.
“La mayoría de ellos tienen vidas muy presentes en la sociedad estadounidense, aunque no se los reconozca”. Una de las historias que relata es la de una joven que participa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA), quien obtuvo un doctorado en la Universidad de Harvard.
Tobar sostiene que, “definitivamente” se mantiene una “romantización” de las oportunidades que puede presentar Estados Unidos. “Cada persona que llega lo hace con una visión romántica y es esa visión la que le hace posible cruzar el desierto, pagar a un grupo criminal para hacerlo. Los cruzadores son parte de los carteles”, enfatiza.
“Quienes afrontan eso es porque tienen la esperanza de que hacia donde van será un lugar de oportunidades”. “Ahora es más difícil, quien encara una migración encara un proceso de desesperación. Una persona de clase media baja de México o Guatemala lo piensa más, es más peligroso. Por eso, hay algo más de cautela. Lo que se ve cada vez más -continúa- es la migración de una clase desesperada, y eso va a seguir. Mi temor es que (en EE.UU.) vamos a tener cada vez menos poder. El inmigrante empezó a ser parte de una casta social, de un sector que presta servicio doméstico, de mano de obra pesada”, reseña.
Sobre lo que significa ser latino, Tobar apunta que, en algún punto, “te define esta relación con el poder de un imperio. Si eres cubano significa que la lucha entre Estados Unidos y el viejo imperio ruso te ayudó a definir tu relación con una isla. Antes de eso, la lucha era entre España y Cuba. Si eres texano de varias generaciones, en algún punto la frontera te cruzó”.
-¿Qué recuerdos tiene de su Guatemala natal?
De niño, de “patojo” como decimos en Guatemala, siempre regresaba a mi país. Tengo en mis memorias más tempranas, en las de mi infancia, las visitas en verano, en las vacaciones de Navidad. Tengo una memoria muy clara del pueblo de mi papá -Gualán, en el oriente del país- cuando un día tuve fiebre y mi abuela llamó a una curandera para que me viera. Muy lindos recuerdos.
- A la distancia que da el paso del tiempo, ¿cómo mira hoy esos años?Una mirada era como hijo, ahora tengo otra. Ya tengo una familia y soy padre de tres hijos. Es la maduración en la vida y haber experimentado ser padre. Entonces veo que mis padres trataban de criar una familia.
De joven se siente el dolor, la separación, incluso un poco de rencor por las decisiones que tomaron mis padres. Hoy, con la experiencia de la vida, veo su viaje con más compasión, entiendo los desafíos que enfrentaban
.-¿Cómo define a su país en la actualidad? Es un país con una historia muy linda, cuna de una civilización como la Maya, que aportó tanto. Hoy es un Estado prácticamente fallido. No hay oficina de correo, no puedo mandarle una carta a mi mamá. Duele que no haya orden y que no haya justicia. Es un país muy joven, con gente muy trabajadora, que hace lo que puede en las condiciones que tiene.
-¿Por qué cree que pasó eso? Guatemala tuvo su experimento de tratar de crear un estado social demócrata, pero en 1954 hubo un golpe de Estado contra Jacobo Arbenz Guzmán, democráticamente electo. Era un gobierno legítimo y su derrocamiento, ideado por (NR: Dwight) Eisenhower. Toda la estructura de una economía exportadora trajo subdesarrollo, dependencia; hoy se depende de las remesas de los que viven en EE.UU. Guatemala favorece a la economía estadounidense.
-¿Qué es ser “latino”? En Estados Unidos los términos étnicos y raciales son invenciones. Hace poco aprendí que latino viene de una idea de América Latina atada a la mitología del imperialismo francés en México. Entonces, alimenta el concepto de “no estamos invadiendo, somos hermanos latinos, tenemos una causa común contra los americanos anglos”.
Es absurdo creer que las guerras napoleónicas son el origen; atar nuestra identidad a lo europeo borra completamente nuestras raíces indígenas e influencias africanas. La palabra latino significa que tienes una historia de imperio en tu familia, en tu pasado. Es casi como ser judío. Cuando eres judío te sientas y celebras la Pascua, una historia de éxodo y sobrevivencia. Eso es ser latino para mí. En algún punto te define esta relación con el poder de un imperio.
Detrás del voto Trump
-¿Cómo evalúa un nuevo ciclo de Trump ? Deprimente. Muchos de nosotros esperábamos que se eligiera otra administración. El Partido Republicano ha sido excelente en manipular temores y rencores de la gente, especialmente en lo relacionado al sistema económico.
La clase media en Estados Unidos se va achicando, siente que la estructura es injusta y Trump expresa ese rencor. Ha tenido éxito esa política de división, de promoción del racismo. En campaña ya se veía que Trump iba a tener éxito gracias al poder mediático, a los miles de millones de dólares usados para sostener que los demócratas iban a traer un futuro sin género.
La transfobia fue otro importante factor en la victoria de Trump, junto con el temor a que se profundice la presencia de inmigrantes. Este país depende de la mano de obra del pueblo latino y aunque Trump diga que va a expulsar a millones, si lo hacen los debería traer de vuelta porque sino el país se paralizará. Hay que pensar en la realidad emocional que lo creó: que es que “lo blanco”, como proyecto, está muriendo.
Lo que vive el pueblo latino ahora es lo que han vivido los pueblos oprimidos de Norteamérica desde la fundación del país.
-Hay analistas que sostienen que las segundas y terceras generaciones de inmigrantes terminan radicalizándose frente a nuevos migrantes, y se refieren a lo que pasa en EE.UU, en Francia o España.
No creo que sea así; me parece que es una reacción algo exagerada a lo que es un hecho más limitado. Es cierto que una parte de los latinos votaron por Trump pero no es una ola de autoodio. Es una reacción a una economía que no ha favorecido a la clase trabajadora por muchos años, pero no hay que perder de vista que siempre existió un elemento conservador entre los latinos, muchos en contra del derecho al casamiento de los homosexuales, una posición cristiana, conservadora. Trump se aprovechó de eso, pero no es un elemento nuevo. La expectativa se volcó a la idea de “un hombre fuerte que traiga orden y prosperidad”.
-¿Sigue una cierta romantización respecto de las oportunidades que ofrece Estados Unidos? Sí, definitivamente. Cada persona que llega lo hace con esa visión romántica y es esa visión la que le hace posible cruzar el desierto, pagar a un grupo criminal para hacerlo. Los cruzadores son parte de los carteles. Quienes afrontan eso es porque tienen la esperanza de que a donde van será un lugar de oportunidades.
-¿Se terminó “el sueño americano”? Es una política de hace 80 años. Durante la época de Rooselvet se pensó en un estado social demócrata, con asistencia a las madres de familia, con un seguro social. Desde entonces ha cambiado; estamos bajo la influencia de la idea del mercado libre, que mientras más libre, mejor para todos. La globalización implicó también la desindustrialización de gran parte del país; hubo fábricas y compañías del Midwest que hace unas décadas se fueron a China o a México. Ya hay dos o tres generaciones durante las cuales no se invirtió en la sociedad; la economía es cada vez más como la de un viejo western, con cada quien por su cuenta. Esa es la ideología que impera.
-¿Espera que con Trump se frene la inmigración latina a Estados Unidos? Hace ya unos 15 años que la tasa de migración ha empezado a bajar. En los ’90, en California, el español era -con comodidad- el segundo idioma, pero ya hay una generación de jóvenes latinos que no lo hablan, sienten como una vergüenza.
El flujo migratorio no es lo que fue antes; se va envejeciendo la población migrante. Antes, la mayoría de las escuelas públicas eran de latinos y eso ha disminuido bastante. Ahora es más difícil, el que encara una migración encara un proceso de desesperación.