Por revistaeyn.com
A pesar de los importantes avances, persisten las desigualdades de género en todos los ámbitos de la vida social y económica. La discriminación arraigada es uno de los principales impulsores de la desigualdad entre los géneros.
El Índice de Instituciones Sociales y Género (SIGI, por sus siglas en inglés) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) mide este tipo de discriminación en 179 países. Se utiliza para evaluar si existen marcos jurídicos para promover, aplicar y supervisar los principios de igualdad de género y empoderamiento de las mujeres.
Las normas sociales discriminatorias y los estereotipos de género limitan la capacidad de las mujeres para actuar en el lugar de trabajo. Según la 5ª edición del índice SIGI, la mitad de la población mundial (56 %) cree que cuando una madre realiza un trabajo remunerado, sus hijos sufren.
"A menudo se espera que las mujeres realicen la mayor parte del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, lo que limita su tiempo disponible para estudiar, capacitarse o trabajar con el fin de ganar un salario", señala el reporte de la OCDE.
Este fenómeno se hizo mucho más visible durante la pandemia de COVID-19, cuando las medidas de mitigación aumentaron la carga sobre las mujeres en términos de cuidados no remunerados y trabajo doméstico.
La OCDE señala que esta discriminación sistémica tiene como consecuencia el agravamiento de las disparidades de género en términos de presencia y situación en el mercado laboral.
Por ejemplo, las mujeres tienden a estar sobrerrepresentadas en los sectores de bajos salarios, en la economía informal o entre los trabajadores a tiempo parcial, e infrarrepresentadas en los puestos directivos y directivos.
Las mujeres ocupan solo el 25 % de los puestos de mandos intermedios y superiores a nivel mundial, según el Índice SIGI 2023.
La discriminación en las instituciones sociales tiene un impacto en toda la población y, por lo tanto, los conceptos relacionados con la masculinidad deben estar en el centro de los debates de políticas públicas.
Es por eso que investigaciones recientes de la OCDE han analizado la masculinidad, que abarca ideas compartidas sobre los comportamientos y la identidad de los hombres, así como sobre lo que deberían hacer y ser.
Se está debatiendo cuál es la mejor manera de involucrar a los hombres y los niños, junto con las mujeres y las niñas, en los programas destinados a transformar las normas sociales, y qué políticas públicas son las más adecuadas para apoyar estos esfuerzos.
Por ejemplo, un enfoque podría tener como objetivo permitir que tanto las mujeres como los hombres se tomen la licencia parental, sobre la base de la premisa de que incluir a los hombres y los niños en una distribución más equitativa del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado podría ayudar a cambiar las actitudes y las prácticas.