Todavía resonaban los ecos del penalti no señalado sobre Joel Campbell y toda Costa Rica comenzaba a pensar en la fatalidad. Toda Costa Rica, excepto un grupo de aguerridos soldados, los únicos que se pueden ver en el país de la paz, 11 soldados sobre el verde césped del Arena Pernambucano.
Entonces, Bryan Ruiz reivindicaba su capitanía, tantas veces denostado por sus malos papeles con la ‘Sele’, se sacó un partidazo, con gol incluido.
El cabezazo de Ruiz lo empujaron 4,5 millones de costarricenses, para que apenas superara la línea de gol en ese minuto 44 del primer tiempo. Y lo hizo, vaya si lo hizo.
Pero Costa Rica fue mucho más. Fue un EQUIPO, así, con mayúsculas. Los 11 titulares y los tres recambios demostraron que la fe, junto con la organización y la disciplina, más unas buenas gotas de talento, pueden mover montañas, y pueden tumbar a toda una tetracampeona del mundo.
Ya son dos los campeones del mundo que sucumben antes las botas de Costa Rica. Que pase Inglaterra, ya eliminada, ante quien los ticos tratarán de amarrar el primer puesto del Grupo de la Muerte.
En ese Grupo de la Muerte, en el que todos le daban el papel de primer cadáver, Costa Rica se ha convertido en el enterrador de gigantes.
