La corrupción y el nepotismo reinan en Irak tras diez años de la captura de Husein
Por: AFP
Diez años después de la captura de Sadam Husein, Irak debe acarrear todavía la pesada carga de la herencia del dictador ejecutado: conflictos, sanciones, burocracia, corrupción y represión.
A pesar de que el país, rico en petróleo, tiene un papel cada vez mayor en la economía mundial y la diplomacia regional, esa herencia bloquea su reconstrucción.
Exmiembros del Baas, el partido de Sadam, hoy prohibido, siguen excluidos de la función pública por su pasado y los estallidos de violencia se atribuyen a un conjunto de partidarios de Sadam y de insurgentes sunitas.
Además, la corrupción y el nepotismo reinan en el país, que sigue sufriendo las consecuencias de los conflictos interiores y regionales nacidos durante la era Sadam.
Los expertos estiman que la minoría sunita, que dominaba bajo el régimen Sadam, todavía no ha aceptado totalmente la pérdida del poder en beneficio de la mayoría chiita.
'¿Cuál será el nuevo contrato social?', se pregunta Ayham Kamel, un especialista en Oriente Medio de la consultora Eurasia Group. 'Muchos sunitas creen que se necesita [...] un mayor reparto del poder y enviar señales claras de que el conflicto y ciertas tensiones que existieron entre sunitas y chiitas con Sadam han terminado', explica.
Sadam Husein fue capturado el 13 de diciembre de 2003, en las afueras de Dawr, donde las tropas estadounidenses lo encontraron escondido en un agujero cavado en el suelo.
Cientos de miles de personas, principalmente chiitas y kurdos, murieron bajo su régimen, un episodio doloroso que está en el trasfondo de las tensiones actuales entre las autoridades federales y la región autónoma del Kurdistán.
Sadam también libró una guerra contra Irán y en 1990 desencadenó la invasión de Kuwait, que dio lugar a sanciones internacionales que pusieron de rodillas la economía iraquí. El país sigue pagando todavía compensaciones a su vecino del Golfo.
Cuando Sadam fue capturado, los dirigentes estadounidenses e iraquíes hablaron de un vuelco en la guerra, porque creían que sería un duro golpe para la insurrección. Pero la violencia siguió empeorando, hasta culminar en 2006-2007.
Tras una calma relativa a partir de 2008, la violencia volvió a estallar este año, alimentada por un fuerte descontento de los sunitas, que se consideran marginados. Ciertos grupos violentos tienen entre sus filas a partidarios del régimen de Sadam.
'La década pasada fue la del cambio, dio esperanzas a la población', dice Bashar Hana, un intérprete de 40 años. 'Desgraciadamente, los cambios no estuvieron a la altura de lo que el pueblo esperaba', añade.
'Todo sigue en ruinas'
Igual que bajo el régimen de Sadam, la economía sigue ahogada por una burocracia de trámites interminables. Y la corrupción tampoco ha disminuido: Irak ocupa ahora el séptimo puesto de la clasificación de países más corruptos establecida por Transparencia Internacional.
Los servicios públicos, en un estado lamentable tras el conflicto que siguió a la caída de Sadam, nunca recuperaron su nivel de antaño. El desempleo sigue siendo elevado y, si bien la producción petrolera aumentó, muchos iraquíes se quejan de que los beneficios no se reparten equitativamente.
'Diez años después, todo sigue en ruinas', lamenta Ihsan al Shamari, profesor de ciencias políticas en la universidad de Bagdad.
'Lamentablemente, eso hace que muchos iraquíes comparen lo que el antiguo régimen había logrado en materia de seguridad y las mejoras marginales en los servicios conseguidas por el nuevo sistema democrático', explica.
Los partidarios del gobierno destacan los avances en términos de libertad de expresión y de religión desde la caída del régimen de Sadam.
Millones de chiitas peregrinan ahora hacia las ciudades santas para celebrar ritos religiosos que estaban prohibidos bajo la dictadura y las críticas al gobierno, que no se toleraban, son relativamente corrientes en la prensa y en internet.