Por AFP
Tras una cumbre del G7 que concluyó en un fiasco, el presidente de Estados Unidos reiteró que considera gravar con un arancel de 25% a los coches importados con el fin de poner freno a los fabricantes alemanes y japoneses, acusados de desplazar a marcas estadounidenses como Cadillac (General Motors) y Lincoln (Ford).
Esta decisión, que apunta a reducir los desequilibrios comerciales, podría llegar a ser negativa para los intereses estadounidenses, no sólo porque las empresas extranjeras contra las cuales está dirigida tienen fábricas en Estados Unidos sino también porque los grupos automotores locales se encuentran entre los mayores importadores de vehículos provenientes de Canadá y México.
Máxime cuando China, el principal mercado mundial del sector, opera en la dirección opuesta, bajando el impuesto sobre los automóviles extranjeros del 25% al 15%.
'El Honda Accord no es una amenaza para nuestra seguridad nacional', fustigó Jeb Hensarling, el presidente republicano del Comité de Finanzas de la Cámara de Representantes.
'En cambio, imponerle aranceles es una amenaza para la seguridad económica de millones de familias estadounidenses que trabajan duro', agregó.
La consultora Trade Partnership Worldwide estimó que tasas suplementarias de 25% pueden crear 92.000 empleos industriales, pero también destruir otros 250.000 en el resto de la economía.
Alrededor de un millón de puestos de trabajo están actualmente vinculados a la industria automotriz en Estados Unidos, contra 660.000 en 2010, según la Oficina de Estadísticas sobre el Empleo.
En 2017, Estados Unidos compró en el exterior unos 8,27 millones de vehículos, por un valor total de US$192.000 millones, y vendió 1,98 millones, evaluados en US$57.000 millones, según el Departamento de Comercio.
Pero de manera general, Washington importa vehículos baratos y vende otros de alta gama. Más del 70% de los 371.316 vehículos producidos en 2017 por BMW en su fábrica de Carolina del Sur estaban destinados a la exportación.
'Los constructores europeos no sólo exportan vehículos a Estados Unidos, sino que la mayoría de ellos tienen sitios de fabricación importantes en ese país y crean, en consecuencia, miles de empleos directos e indirectos. Gran parte de su producción es exportada hacia otros países, incluidos los de la Unión Europea', afirmó la ACEA, el lobby de los fabricantes del viejo continente.
'En Estados Unidos, Toyota posee 10 plantas, emplea a 136.000 personas y dispone de una red de 1.500 concesionarias que contribuyen a las economías locales. Unas tasas a los vehículos importados podrían afectar empleos estadounidenses y aumentar los costos para los consumidores', advirtió por su lado el grupo japonés.
Los vehículos importados de estas tres grandes empresas representaron el 14,5% de todos los automotores vendidos en Estados Unidos el año pasado.
Antes de su comercialización en Estados Unidos, esos vehículos fueron fabricados en Canadá y México, los dos socios de Washington en el TLCAN, que pueden acceder libremente al mercado estadounidense y representan más de la mitad de las importaciones y de las exportaciones, delante de Japón (21% de las importaciones), Alemania (11%) y Corea del Sur (8%).
'Vendemos regionalmente pero competimos internacionalmente', alertó Joe Hinrichs, jefe de producción de Ford.
El segundo fabricante estadounidense, que había decidido repatriar la producción del Focus desde México bajo presión de Trump, optó finalmente por fabricarlo en China ante el alza galopante de los costos de materias primas como el acero y el aluminio, afectadas por los nuevos aranceles impuestos por la Casa Blanca.
La amenaza de tasas aduaneras a los vehículos importados de Canadá podría también ser un medio de presión para torcerle la mano a Ottawa en la renegociación del tratado norteamericano, señalan expertos.
'Estimamos que lo más grueso de esta amenaza está directamente focalizado en encontrar un acuerdo final del TLCAN' favorable a Washington, escribe Ed Mills, analista de Raymond James.
'Las reglas de origen, sobre todo de los vehículos, han sido hasta ahora uno de los puntos de bloqueo más importantes' de las discusiones con México y Canadá, remarcó.
Tras una cumbre del G7 que concluyó en un fiasco, el presidente de Estados Unidos reiteró que considera gravar con un arancel de 25% a los coches importados con el fin de poner freno a los fabricantes alemanes y japoneses, acusados de desplazar a marcas estadounidenses como Cadillac (General Motors) y Lincoln (Ford).
Esta decisión, que apunta a reducir los desequilibrios comerciales, podría llegar a ser negativa para los intereses estadounidenses, no sólo porque las empresas extranjeras contra las cuales está dirigida tienen fábricas en Estados Unidos sino también porque los grupos automotores locales se encuentran entre los mayores importadores de vehículos provenientes de Canadá y México.
Máxime cuando China, el principal mercado mundial del sector, opera en la dirección opuesta, bajando el impuesto sobre los automóviles extranjeros del 25% al 15%.
'El Honda Accord no es una amenaza para nuestra seguridad nacional', fustigó Jeb Hensarling, el presidente republicano del Comité de Finanzas de la Cámara de Representantes.
'En cambio, imponerle aranceles es una amenaza para la seguridad económica de millones de familias estadounidenses que trabajan duro', agregó.
La consultora Trade Partnership Worldwide estimó que tasas suplementarias de 25% pueden crear 92.000 empleos industriales, pero también destruir otros 250.000 en el resto de la economía.
Alrededor de un millón de puestos de trabajo están actualmente vinculados a la industria automotriz en Estados Unidos, contra 660.000 en 2010, según la Oficina de Estadísticas sobre el Empleo.
Más importaciones que exportaciones
El desequilibrio entre importación y exportación de vehículos en Estados Unidos denunciado por Trump es una realidad.En 2017, Estados Unidos compró en el exterior unos 8,27 millones de vehículos, por un valor total de US$192.000 millones, y vendió 1,98 millones, evaluados en US$57.000 millones, según el Departamento de Comercio.
Pero de manera general, Washington importa vehículos baratos y vende otros de alta gama. Más del 70% de los 371.316 vehículos producidos en 2017 por BMW en su fábrica de Carolina del Sur estaban destinados a la exportación.
'Los constructores europeos no sólo exportan vehículos a Estados Unidos, sino que la mayoría de ellos tienen sitios de fabricación importantes en ese país y crean, en consecuencia, miles de empleos directos e indirectos. Gran parte de su producción es exportada hacia otros países, incluidos los de la Unión Europea', afirmó la ACEA, el lobby de los fabricantes del viejo continente.
'En Estados Unidos, Toyota posee 10 plantas, emplea a 136.000 personas y dispone de una red de 1.500 concesionarias que contribuyen a las economías locales. Unas tasas a los vehículos importados podrían afectar empleos estadounidenses y aumentar los costos para los consumidores', advirtió por su lado el grupo japonés.
¿Desbloquear el TLCAN ?
Para la experta Kristin Dziczek, del Center for Automotive Research de Michigan, no hay que olvidar que el 'Big Three' de Detroit (GM, Ford y Fiat Chrysler) podría verse afectado por las nuevas tarifas.Los vehículos importados de estas tres grandes empresas representaron el 14,5% de todos los automotores vendidos en Estados Unidos el año pasado.
Antes de su comercialización en Estados Unidos, esos vehículos fueron fabricados en Canadá y México, los dos socios de Washington en el TLCAN, que pueden acceder libremente al mercado estadounidense y representan más de la mitad de las importaciones y de las exportaciones, delante de Japón (21% de las importaciones), Alemania (11%) y Corea del Sur (8%).
'Vendemos regionalmente pero competimos internacionalmente', alertó Joe Hinrichs, jefe de producción de Ford.
El segundo fabricante estadounidense, que había decidido repatriar la producción del Focus desde México bajo presión de Trump, optó finalmente por fabricarlo en China ante el alza galopante de los costos de materias primas como el acero y el aluminio, afectadas por los nuevos aranceles impuestos por la Casa Blanca.
La amenaza de tasas aduaneras a los vehículos importados de Canadá podría también ser un medio de presión para torcerle la mano a Ottawa en la renegociación del tratado norteamericano, señalan expertos.
'Estimamos que lo más grueso de esta amenaza está directamente focalizado en encontrar un acuerdo final del TLCAN' favorable a Washington, escribe Ed Mills, analista de Raymond James.
'Las reglas de origen, sobre todo de los vehículos, han sido hasta ahora uno de los puntos de bloqueo más importantes' de las discusiones con México y Canadá, remarcó.