Pocos esperaban hace apenas cinco meses, al calor de las primeras encuestas electorales, una segunda ronda con dos protagonistas tan antagónicos: Carlos Alvarado, candidato oficialista por Acción Ciudadana apenas recolectaba en ese momento el 4 % de los apoyos en las encuestas; mientras que el líder evangélico Fabricio Alvarado (Restauración Nacional) estaba en el 2 %.
Y de entre estos dos salió el que será el presidente 48 de la historia de Costa Rica. Carlos Alvarado arrasaba a su rival, con más del 60 % de los votos. Un presidente de apenas 38 años con un perfil distinto, moderno, declarado rockero (fue vocalista en una banda en sus tiempos universitarios), novelista, politólogo y periodista.
Con 1.291.070 votos (con el 97,13 % escrutado), el nuevo presidente casi triplicaba sus resultados de primera ronda (466.129); mientras que el incremento de Fabricio Alvarado fue de apenas el 64 % (de 538.504, a 837.084). Y reduciendo el abstencionismo en un punto con respecto a la primera ronda, ya que bajó del 34,3 %, al 33,51 %.
La irrupción de las redes sociales se antoja fundamental para entender este vuelco (es muy poco habitual en Latinoamérica dar la vuelta en el balotaje, la primera vez que ocurre en Costa Rica). Coalición Costa Rica, un movimiento espontáneo (con gente de las más diversas tendencias políticas) que surgió en las redes ayudó a articular el trabajo y el entusiasmo en torno al candidato del PAC, hecho que han reconocido tanto Carlos Alvarado, como Epsy Campbell, futura vicepresidenta.
El camino a la segunda vuelta
La historia cambió totalmente con la opinión consultiva de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos respecto al matrimonio igualitario del 8 de enero (en plena recta final electoral, la primera ronda tuvo lugar el 4 febrero) hizo que estas dos opciones se dispararan. El siempre residual (en términos numéricos en la Asamblea Legislativa, con un diputado) Restauración Nacional se disparaba con el discurso ultraconservador de su líder, un periodista y predicador y cantante evangélico de 43 años que se envolvió en la bandera de la familia tradicional, con tintes claramente homofóbicos. Fabricio Alvarado encabezó así las votaciones de primera ronda, con 538.504 votos, el 24,99 % de los sufragios emitidos. Con este impulso, además de pasar a pelear por la presidencia de Costa Rica, obtuvo 14 de los 57 diputados en la Asamblea Legislativa, la segunda mayor fuerza parlamentaria, tras Liberación Nacional (PLN), con 17.
En la otra esquina del cuadrilátero el que subía también como la espuma era Carlos Alvarado, el único de los candidatos ‘mainstream’ que se posicionó sin ambages en favor del matrimonio igualitario, y en temas de igualdad de género. Su posición le valió el segundo lugar en la votación del 4 de febrero, con 466.129 votos, el 21,63 % de los mismos. Sin embargo, bajó el número de curules del oficialismo, de 13 en 2014, a 10 en el periodo 2018 - 2022.
Los votos de Fabricio llegaron de las zonas más pobres y olvidadas por el Estado durante décadas, las costas, los cantones de menor Desarrollo Humano del país; mientras que a Carlos le llegaron desde la Gran área Metropolitana, en la zona central.
Costa Rica se miró así en un espejo en el que no esperaba verse reflejada de esa manera, incluso el nuevo presidente (que tomará la banda presidencial de su antecesor Luis Guillermo Solís el próximo 8 de mayo) declaraba en su discurso de la victoria: 'Esta elección nos ha confrontado con un espejo como país. En ese espejo hemos visto un país diverso, que tiene diferentes puntos de vista, que tiene desigualdades", e incidió en la necesidad de comenzar a trabajar desde ya. Una de las tareas titánicas del nuevo presidente deberá ser la unidad de una Costa Rica que se ha partido en dos, polarizada como nunca en una campaña electoral con dos concepciones totalmente antagónicas de entender el mundo.
 
 Costa Rica necesita esa unidad, y desde el primer momento así lo identificó el Alvarado ganador en la festiva tarima en la que celebraron el triunfo. Porque no solo estaba con personajes de su campaña y su partido, sino también de figuras de otros partidos que se sumaron a su candidatura en la segunda vuelta.
Entre esas figuras destaca sobremanera Rodolfo Piza, el líder que ha resucitado al tradicional Partido Unidad Social Cristiana (PUSC, centro derecha), quien firmó un acuerdo programático con el PAC para afrontar los próximos cuatro años y que muy posiblemente ha atraído a un alto flujo de votantes indecisos que antes del mismo consideraban a un nuevo gobierno de Acción Ciudadana demasiado escorado hacia posiciones sindicalistas. Pero la irrupción de Piza, junto con buena parte de su equipo económico (como la que fuera su candidata a vicepresidenta, Edna Camacho) hizo confiar a muchos costarricenses en un gobierno de consenso. Así, Carlos Alvarado quiso destacar entre todos al líder del PUSC, en su discurso.
Pero además, el histórico fundador del PAC, Ottón Solís (quien tuvo sus más y sus menos con Carlos Alvarado al inicio de la campaña, para terminar apoyándolo sin dudas) ha comentado hoy mismo ante las cámaras de Canal 7 que el presidente electo designará a la mitad más uno de los miembros del gabinete, mientras que el resto de ministros saldrían de entre los partidos con representación legislativa y que suscriban el acuerdo nacional.
El propio Alvarado envió hoy mismo una carta a los seis partidos (además del PAC) representados en la nueva Asamblea Legislativa que invoca a un gobierno de unidad nacional: "El pueblo costarricense me ha encomendado la responsabilidad de asumir la Presidencia de la República. Lo ha hecho con el mandato claro de conformar, en el bicentenario de nuestra independencia, un gobierno de unidad nacional que convoque a las diferentes fuerzas políticas en torno a una agenda común por el desarrollo y bienestar del país". Unir al país, tras una elección altamente polarizada, será sin duda uno de los grandes retos del nuevo presidente.
El reto fiscal de un país al borde del colapso
El déficit fiscal es la gran amenaza para un país que se ahoga en la ineficiencia del sector público, cuya deuda equivale al 49 % del Producto Interno Bruto. El déficit fiscal previsto para este año por el Banco Central de Costa Rica asciende al 7,1 %, y al 7,9 % en 2019, si no se toman las medidas oportunas. En 2017 se cerró con el 6,2 %. Muchos expertos apuntan a una grave crisis en el corto plazo, en caso de no atacarlo como se debe.
Para tratar de paliar el problema, el pasado 28 de febrero se firmaba en la Asamblea Legislativa el Plan de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas, que incluye cuatro puntos importantes, para lograr cerrar esa brecha en un 1,9 % del PIB, tal y como apunta el economista Daniel Suchar: "nuevos impuestos, renta, empleo público y regla fiscal".
En el apartado impositivo, se va a cambiar del Impuesto de Ventas a un Impuesto sobre el Valor Agregado, también del 13 %, ampliando la base a muchos servicios hoy exentos; con un gravamen menor, del 4 %, para sectores como salud o educación privadas, entre otros.
En el tema de rentas se van a gravar un 15 % sobre ganancias del capital (hoy al 8 %).
Por el lado del gasto, habrá un salario máximo para empleados públicos de 5,4 millones de colones (algo menos de US$10.000); una rebaja en el incremento de las anualidades de los empleados públicos del 5 %, hasta el 2,54 %.
Respecto a la regla fiscal, esta busca un menor incremento del gasto público.
En esa línea está el llamado "Acuerdo de Esperanza, Equidad y Desarrollo", firmado el 8 de marzo por Carlos Alvarado y Rodolfo Piza, que contemplaba 93 acuerdos, divididos en diez grandes temas, basándose como hoja de ruta en el Plan de Fortalecimiento de las Finanzas Públicas.
 
 En ese plan se habla de atender 25 cuellos de botella anualmente en el apartado de infraestructura, en la Gran área Metropolitana, y ampliación de la Ruta 27 a seis carriles (la vía que une el centro del país con el Pacífico). Precisamente, en su discurso de la victoria, Alvarado llamó directamente a comenzar a trabajar desde ya en la ampliación de esta carretera, que trabaja bajo el modelo de concesión. Otro de los llamados en ese discurso fue el de comenzar ya a trabajar en el modelo del Tren Eléctrico Interurbano, dos soluciones que podrían alivianar sobremanera el tema de las ‘presas’ (atascos) que ahogan al Valle Central.
En vivienda, el acuerdo busca crear 40.000 unidades anuales; en salud pretende bajar anualmente en un 10 % las listas de espera en el seguro público, colocar 1.000 médicos de barrio e incrementar en 4 % el número de cirugías.
En el apartado de empleo y desarrollo, el plan se compromete a no cambiar las reglas del juego para los sectores de zonas francas, tecnología y energía, asevera Suchar; así como el fomento del teletrabajo, tanto en la parte pública, como en la privada.
En lo que se refiere al crecimiento del gasto público, lo han establecido en un máximo del 85 % de lo que crece el Producto Interno Bruto del país. "Esto quiere decir que si el país crece 3 %, el crecimiento del gasto solo podrá ser del 2,55 %", apunta Daniel Suchar; además de bajar el déficit fiscal al 0,75 % anual, al término de la legislatura; esto enmarcado dentro de una regla fiscal, de rango constitucional.
En el tema del empleo público, el compromiso está en no aumentarlo en más de un 1 % anual. Además, "hay un 22 % de personas que se van a ir por jubilación en los próximos años", comenta el economista, plazas que podrían congelarse en un porcentaje de las mismas; así como no negociación de pluses salariales, ni convenciones colectivas que disparen el gasto.
Con todo ello, Carlos Alvarado pretende llegar al bicentenario de Costa Rica (que se celebra en 2021) como una república moderna, modelo para el mundo.
Pero más allá del apartado económico marcado por un entorno de la mencionada crisis fiscal (en un país que, por lo demás, ha estado creciendo a un buen promedio en los últimos años, que ha bajado la pobreza en más de dos puntos en los últimos cuatro años, con un desempleo en torno al 9,5 %, y buena atracción de IED), Costa Rica tiene una serie de problemas que se vienen evidenciando desde hace tiempo.
La desigualdad creciente fue, tal vez, una de las claves en la primera ronda (además del tema del matrimonio igualitario). Los graneros de votos de Renovación Nacional estuvieron en las zonas más pobres y de menor Desarrollo Humano del país, y es que hay dos Costa Rica.
La primera Costa Rica concentra el empleo y una mayor atención estatal en temas de empleo y educación, mientras que la segunda Costa Rica, en la periferia del país, lo que concentra es el desempleo y la baja escolaridad, caldo de cultivo para el crecimiento del narco y la inseguridad rampante. Aproximadamente el 20 % de los costarricenses, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) viven en la pobreza, unos 305.000 hogares, siendo del 5,7 % la cifra de pobreza extrema.
Indicadores como ingreso familiar, que en el centro del país es casi el doble que en la periferia, o muertes en carreteras (donde la tasa de mortandad es más del doble que en el centro) muestran claramente dos caras bien distintas de Costa Rica, según datos del índice de Progreso Social (IPS).
Viendo las estadísticas del IPS, queda claro que el centro de Costa Rica tiene unos indicadores muy superiores en temas tan básicos como vivienda, acceso a comunicaciones, o acceso a educación superior; puntos críticos, ya que las empresas van allá donde se encuentra el talento mejor formado; y la conectividad a Internet se antoja fundamental para el desarrollo.
El incremento de la inseguridad en la última administración ha sido palmario. 2017 se cerró con el más alto número de homicidios en la historia del país, 603, 12 por cada 100.000 habitantes (la Organización Mundial de la Salud considera que a partir de 10 por cada 100.000 ya se puede considerar epidemia), frente a los 11,5 de 2015, y los 11,8 de 2016.
La anterior administración, comandada por Laura Chinchilla, había conseguido contener, e incluso reducir este problema. En 2012 y 2013 el número de homicidios fue de 407 y 411, respectivamente, con 8,7 por 100.000 habitantes. En 2014 comenzó un ascenso que hoy parece imparable, hasta 477 asesinatos (9,9).
La proyección del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) a 2026, si siguen las cosas como están, es de 854 homicidios, o lo que es lo mismo, 15,8 asesinatos por cada 100.000 habitantes.
Muchos retos por delante, sin duda, para un presidente que ‘rockea’ y que ha conseguido aglutinar la ilusión de buena parte de la población por salir adelante de un país que por muchos años fue modelo a seguir en América Latina, y que hoy se debate en un mar de dudas. Su gran tarea será sumar a los que tiene muchas reservas ante un segundo gobierno consecutivo del PAC, tras un final de primera administración marcado por temas de corrupción.
'Mi deber será unir a esta República', dijo Carlos Alvarado, en su discurso de la victoria. Ojalá lo consiga.
 
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
 