Joan y Roger llevan décadas sin perderse un Clásico en el Camp Nou, pero esta vez el virus obliga. Seguido por millones de personas en todo el mundo, el gran enfrentamiento del fútbol español se celebrará ante 100.000 asientos vacíos.
Presidente de una de las asociaciones de aficionados con más historia del club catalán, Joan Bertran asegura haber asistido a todos los Barcelona-Real Madrid celebrados en la ciudad catalana desde hace 48 años.
'No es sólo un partido de fútbol, es todo alrededor: los rituales, las cervezas previas, el ambiente, la pasión... Este sábado será muy triste, no será un Barça-Madrid', lamenta este aficionado de 52 años que lleva desde marzo sin pisar las gradas de su estadio.
La pandemia del coronavirus obligó entonces a suspender las competiciones y, cuando se reanudaron, lo hicieron sin público. Mientras otros países europeos han permitido aforos limitados, en España los partidos profesionales siguen jugándose a puerta cerrada.
'Se hacen conciertos y obras de teatro en espacios cerrados pero yo desde marzo no puedo ir a un campo con un aforo de 100.000 personas al aire libre... No tiene sentido, se está criminalizando al fútbol', protesta Bertran.
Para colmo, tampoco podrá recurrir al plan B, el de los Clásicos que se juegan en Madrid: quedar con los otros aficionados de la Peña Anguera, jugar un partido amistoso entre ellos y ver el partido desde el local de la asociación.
Ante un rápido aumento de los contagios, el gobierno regional de Cataluña impuso la semana anterior el cierre de bares y restaurantes que solían llenarse a reventar de seguidores dispuestos a seguir el Clásico en compañía de unos amigos y unas cervezas.
'Aquí dábamos los partidos en pantalla gigante y no cabía ni un alfiler, con 70-80 personas gritando y animando', dice con cierta nostalgia. 'Esta vez no podremos ni siquiera hacer eso', se resigna.
Nostalgia del olor del césped
Aunque el horario del encuentro (14H00 GMT) no es ideal para las costumbres españolas, el gerente de la Ovella Negra confiaba en llenar algo su enorme taberna, una antigua nave industrial en Barcelona donde acuden numerosos aficionados a ver partidos.'Pasaremos de reunir a 600 personas para el Clásico a ingresar cero euros', indica Albert Devesa, realmente indignado con la medida tomada en esta región para al menos dos semanas.
'Ya imaginábamos que en un mes estaríamos cerrados o nos harían bajar la persiana a las 22H00, pero pensaba que al menos llegaríamos al Barça-Madrid. Al final ni eso, el cierre es durísimo', explica.
Los bares y restaurantes cercanos al estadio azulgrana, en una zona poco transitada de la ciudad, están en su gran mayoría con las persianas bajadas, a excepción de alguno que sirve bebida y comida para llevar.
Y muchas de las tiendas de recuerdos que rodean el campo han desaparecido, ante la falta de turistas y aficionados que acudan a comprar. 'Si seguimos así, las camisetas se van a desteñir', bromea uno de los pocos tenderos.
En esa zona solía vivir Roger Banal, socio del club catalán desde principios de la década de 1970. 'Culé hasta la médula', solía abandonar rápido el campo al terminar los partidos para ir a su casa a ver la repetición por la televisión.
Esta vez lo verá directamente en la pantalla, con la familia en el sofá de su casa en Sabadell, a unos 30 kilómetros de la capital catalana. 'Eso sí, me pondré la bufanda y la camiseta del Barça', afirma este jubilado de 60 años.
'No será lo mismo: el ambiente, la sensación de entrar en las gradas y notar el olor del césped. De hecho, ahora cuando paseo por un parque y acaban de cortar el césped, me recuerda al Camp Nou. La verdad, se echa mucho de menos', dice.