Por estrategiaynegociones.net
Guatemala es parte del proyecto llamado Genómica de la radiación en el espacio profundo (DSRG, por sus siglas en inglés), que estudiará el efecto de la radiación espacial sobre microorganismos.
Este es uno de los cuatro experimentos biológicos que harán el viaje de ida y vuelta a la órbita de la Luna a bordo de Orion en Artemis I, una misión sin tripulación que abrirá las puertas a una nueva era en la exploración del espacio.
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“Se sabe poco sobre los efectos combinados de los factores de estrés del espacio profundo en los sistemas vivos”, dice el Dr. Craig Kundrot, director de la División de BPS de la NASA.
“Para que los astronautas vivan y trabajen de forma segura y sostenible en la Luna, y más adelante en Marte, debemos entender primero cómo la elevada radiación ionizante, la alteración de la gravedad y la alteración de la atmósfera afectarán nuestra capacidad para prosperar. Artemis I es un primer paso importante en el uso de organismos modelo como exploradores para reunir datos importantes”, agregó.

Orgullo guatemalteco
El experimento DSGR es liderado por el ingeniero y científico originario de Guatemala Luis Zea, quien hasta hace poco se desempeñó como jefe de implementación e investigador principal en proyectos de BioServe Space Technologies, en la Universidad de Colorado Boulder.
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Algunos de sus experimentos son financiados por la NASA; unos están basados en la Tierra, otros, en órbita terrestre a bordo de la Estación Espacial Internacional.

El Dr. Zea ha sido el nexo con el equipo de la Universidad del Valle de Guatemala (en donde él mismo estudió), compuesto por dos profesores de ingeniería mecánica y cinco estudiantes.
“Cuando yo estaba en Guatemala, nunca me imaginé que iba a estar haciendo estas cosas”, comenta Zea, quien comenzó su carrera como ingeniero y más tarde se interesó por el mundo de las ciencias biológicas. Añade que su anhelo es que Artemis I sirva de motivación.
El rol de la universidad en el proyecto fue diseñar la estrategia para manufacturar dos piezas para PLASM, que tiene forma de una caja pequeña.
“Aquí se decidió qué herramientas que se iban a usar, la velocidad de corte, las revoluciones y el refrigerante que se iba a utilizar”, contó la estudiante Eileen Meda, quien ha pasado los últimos días en el Laboratorio Aeroespacial de la Universidad, trabajando en una de las piezas destinadas a PLASM.
Las piezas están hechas de termoplástico, un material resistente a los cambios de temperatura extremos y al ambiente de radiación del espacio profundo.
Estas piezas manufacturadas en Guatemala son una parte fundamental de PLASM, el hardware especial desarrollado en BioServe Space Technologies que hará posible un experimento biológico seleccionado por el departamento de Ciencias Biológicas y Físicas (BPS, por sus siglas en inglés) de la NASA.
Uno de los ejes de BPS son las investigaciones de biología espacial que ayuden a los humanos (y seres vivos en general) a prosperar en el espacio profundo.
Como Artemis I no es una misión tripulada y el experimento tiene que ponerse en marcha una vez que Orion pase la magnetosfera de la Tierra, PLASM depende de sensores que “avisarán” cuándo activar el experimento.
Las piezas que el equipo de Meda desarrolló son clave en esta automatización: una de ellas sostiene los surtidores que se encargarán de hacer llegar el líquido que rehidrate la levadura para “revivirla”.
¿Dónde irá?
PLASM viajará alrededor de la Luna debajo de uno de los asientos de Orion, y amerizará en el Pacífico cuando acabe la misión, prevista para durar varias semanas, con resultados listos para descargar por el equipo científico.
El experimento cuenta con un control en la estación espacial, y otro en tierra.
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