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Josep Piqué explica el rol transformador de la Educación en la era de la IA

Josep Piqué explica como en estos tiempos la educación reafirma su peso en la formación y generación de talento capaz de desarrollar la economía de los territorios y de abrir paso a un nuevo conocimiento y tecnología para el desarrollo.

2024-03-20

Por Gabriela Origlia - Revista Estrategia & Negocios

“El propósito de la educación es la formación, la generación de talento capaz de desarrollar la economía de los territorios; la investigación; la creación de nuevo conocimiento y tecnología para el desarrollo”, sentencia el catalán Josep Piqué, director de La Salle Parque de Innovación, dependiente de la Universidad Ramón Llul de Barcelona.

Es un convencido de que hay que proveer a la región de creación de valor, de un mayor y mejor uso de tecnologías y ciencias para que el tejido empresarial lo adopte y adapte y lo incorpore para mejorar su competitividad.

Piqué tiene una larga trayectoria en gestión universitaria, durante la que ha impulsado programas de posgrado, centros de transferencia tecnológica, incubadoras universitarias y parques de innovación en ciencia y tecnología, posición desde donde fomenta la creación de empresas basadas en tecnología, centrándose especialmente en las llamadas Born Global Companies (compañías nacidas globales).

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Es discípulo del profesor Henry Etzkowitz (Newcastle University), cocreador del modelo de la Triple Hélix, y de Francesc Solé Parellada (Emprendimiento) y Joan Mundet (Sistemas de Innovación).

En diálogo con E&N destacó la importancia que tienen las universidades emprendedoras en la creación de una economía basada en el conocimiento. Está convencido de que ese modelo genera talento para que “transformen lo local y lo global”.

“Una de las tendencias más esperanzadoras de la transformación social y de la estructura económica de Latinoamérica y Centroamérica, precisamente, es este efecto de la educación, en la conciencia de su papel extramuro y no solo intramuro”.

A lo largo de la conversación, Piqué remarca que las universidades deben ser “faros de transferencia tecnológica y de impacto; deben ser cunas de nuevas startups” que apliquen la Inteligencia Artificial (IA) a nuevos modelos de negocios, a nuevas ocupaciones. Se define “optimista” respecto a lo que implicará la IA y, en esa línea, hace una lectura particular: “Cada uno debe tener su propia IA, irle enseñando para que lo ayude a la toma de decisiones, a cómo usar más y mejor lo que tiene. Las organizaciones deben hacer lo propio para la toma de decisiones colectivas. Se trata de crear instrumentos para contar con mejores personas y organizaciones; la IA es una capa tecnológica que se suma, que debe contribuir a que tengamos más empleabilidad”.

¿Se transforma la agenda educativa superior iberoamericana al mismo ritmo que la de la sociedad?

El propósito de la educación es la formación, la generación de talento capaz de desarrollar la economía de los territorios, la investigación, la creación de nuevo conocimiento y tecnología para el desarrollo.

Hay que considerar esos factores e incorporar la el impacto que puede tener este esquema en la empleabilidad, en proveer a la región de creación de valor, de un mayor y mejor uso de tecnologías y ciencias para que el tejido empresarial lo adopte y lo incorpore para mejorar su competitividad.

Hay que insistir sobre ese punto porque sucede a veces que el talento formado es de alta performance y es reconocido internacionalmente y no localmente. Sin embargo, en los últimos tiempos empezamos a ver no solo que hay más respeto empresarial local sino también creación de valor territorial local.

La función de “transformar” el entorno, ¿se da en los niveles en que ustedes, los especialistas, aspiran?

No es solo que el tejido empresarial adopte el conocimiento y la innovación, sino que transforme el entorno. La educación superior da claves, instrumentos o estructuras de intermediación necesarias y eso se logra cada vez más en parques científicos y tecnológicos que ayudan a que los talentos no huyan. Lo vemos en parques de innovación en Brasil o en la “Ciudad del saber” de Panamá.

Se crean diques de talentos no para retenerlos, sino para que transformen lo local y lo global; una de las tendencias más esperanzadoras de la transformación social y de la estructura económica de Latinoamérica y Centroamérica, precisamente, está este efecto de la educación, en la conciencia de su papel extra muro y no solo intramuro.

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Soy presidente de la Sociedad Mundial de Parques y Áreas de Innovación y en ese ámbito estamos viendo un cambio en la geografía de la sociedad y del territorio donde existen estas iniciativas; el factor común ha sido el crear ecosistemas de innovación, que impactarán en la transformación urbanística, económica y social de sus comunidades.

Después de la pandemia del COVID-19 hay una suerte de retracción de la globalización, una relocalización de las cadenas de valor, ¿cómo se acomoda la educación superior a esta tendencia?

No hay tensión entre lo local y lo global; todo tiene hoy esas dos dimensiones. A nivel local puedo aprender a gestionar agua, residuos, avanzar en la economía verde y azul. La dimensión local tiene siempre también la variable global; es la primera milla de la innovación para después escalar globalmente.

La pandemia fue un test mundial sobre cómo responder a un desafío común, se pusieron a prueba las capacidades de poder hacer entregas locales; se replanteó la necesidad de productos y servicios regionales; se generaron nuevos mecanismos de acción; asistimos a la evolución de la manufactura aditiva en la nube para después imprimir localmente; se repensó qué es producir.

Cada vez más se piensa localmente y globalmente a la vez. Le diría que pensar sólo de local es egoísta, hay que ponerse a disposición de otros. Eso es lo que maximiza la potencialidad de la educación.

El concepto sostenibilidad se repite mucho. ¿En Iberoamérica se habla más de lo que se hace?

La sostenibilidad es una marca de Naciones Unidas enunciada en su agenda 2030, en sus Objetivos de Desarrollo Sostenible. Allí se expresa un claro horizonte de lo que es necesario abordar, no solo en materia medioambiental, sino en lo económico y social. Ya no está solo en el discurso sino que lo vemos en las acciones; las grandes empresas cada vez más no solo persiguen rentabilidad económica, también buscan resultados sociales y ambientales. Quieren resolver problemas sociales y ambientales con la misma intensidad con la que buscan resultados económicos favorables. Buscan ese triple impacto.

El gran desafío es sí todas las acciones instrumentadas van a poder revertir el cambio climático. Estamos en la ruta, cada vez es más imperioso avanzar para revertirlo.

Hay una macrotendencia interesante en lo referido a las leyes energéticas, gestión de agua y de residuos, pero hay que evaluar si la velocidad es la necesaria y suficiente. También tenemos que trabajar para ser lo suficientemente inclusivos, tener una mirada solidaria y de fraternidad. La educación superior debe apuntar a formar en esos valores y compromisos; la innovación debe contemplar ese aspecto también.

¿Ve que las empresas tienen un compromiso honesto con el triple impacto?

Si no hubiera autenticidad, los clientes y trabajadores lo reconocerían. Los más jóvenes ya no compran indumentaria fabricada con mano de obra infantil; prefieren lo reciclado. Hay gigantes, como Inditex, que lo dicen explícitamente porque son conscientes de que los usuarios serán cada vez más exigentes.

Sus propios trabajadores les reclaman cada vez más compromisos con los valores. Las compañías que no sean coherentes, consistentes con lo que predican, fracasarán. Para eso se requiere de un management que se exprese diariamente en ese sentido, que trabajen y prediquen la autenticidad, que gestionen tomando medidas en ese sentido.

¿Cómo se mueven las empresas y los formadores en la transición?

Los jóvenes nacieron en la nube, no en la tierra; tienen una mirada mucho más digital mientras que los mayores no están tan cómodos en ese escenario, aunque tienen una vida digital. Debemos aliarnos al impacto, por ejemplo, de la IA en la educación, es un mecanismo de incremento de productividad, ayuda a lograr un desarrollo personal más competente.

Los gestores crearán cosas que las empresas no conocen y por eso se requiere de una formación continua. Los perfiles de 40 y 50 años tienen que seguir trabajando y solo lo pueden hacer si siguen formándose, deben investigar en qué pueden crear con la IA para ellos mismos, cómo hacerse de un corpus de conocimiento que los favorezca. En ese sentido, las universidades deben ser faros de transferencia tecnológica y de impacto, deben ser cunas de nuevas startups que apliquen la IA a nuevos modelos de negocios, a nuevas ocupaciones.

Eso es parte de la función universitaria; vamos a tener organizaciones aumentadas, personas aumentadas. Cada uno debe tener su propia IA, irle enseñando para que lo ayude a la toma de decisiones, a cómo usar más y mejor lo que tiene.

Las organizaciones deben hacer lo propio para la toma de decisiones colectivas. Se trata de crear instrumentos para contar con mejores personas y organizaciones; la IA es una capa tecnológica que se suma, que debe contribuir a que tengamos más empleabilidad.

Es optimista sobre el impacto de la IA... Soy optimista por definición de vida y porque los cambios tecnológicos a lo largo de la historia demuestran que podemos serlo. Vamos a convivir con la tecnología como toda la vida. No olvidemos que el fuego y la rueda eran tecnologías. Nos ayudan a potenciar la mejor versión de las personas y organizaciones, a complementar las incompetencias que tenemos, a incrementar nuestras miradas. Insisto, cada uno tendrá su IA, es un yo ampliado y debemos ser cuidadosos en ampliarlo nosotros y no que lo hagan otros.

Todavía estamos en la fase explorativa; tenemos que estar, jugar, poner los limites que cada uno crea, debatir los temas éticos. Soy optimista debemos evaluar y compartir lo que vamos generando.

Mencionó la formación continua, ¿hay innovación continua también?

La innovación solo tiene sentido si da una solución a un reto, a un desafío, el que puede adoptar diferentes formas. También es una oportunidad para cambiar las organizaciones, para hacerlas más flexibles. Es decir, puede solucionar viejos problemas y adelantarse a los que podría haber en el futuro. Hay una innovación más continua vinculada a los procesos tradicionales, y una disruptiva que se da cuando se cambia la forma de producir o de proveer servicios. El origen de la innovación es siempre un desafío. Las ideas para innovar pueden surgir de diferentes fuentes, de clientes, de trabajadores, de emprendedores, pero siempre deben ser desarrolladas para validar su utilidad.

Usted sostiene que la innovación proviene más de los emprendedores que de las corporaciones, ¿por qué?

He dicho que siguiendo la teoría de la innovación disruptiva, son las startups las que tienen los rasgos para explorar mientras que las corporaciones saben escalar. Eso no significa que las empresas existentes no puedan innovar. El punto es que las startups son más flexibles, generan las bases de nuevos modelos de negocios. Muchas son absorbidas por las grandes compañías.

El problema de las grandes corporaciones es que, en general, los innovadores no tienen incentivos porque si se equivocan los van a echar, por eso hay menos atrevidos.

En Barcelona hay un hub de emprendedores y de innovación, permanentemente están buscando y lo que hacemos es conectarlos con otras compañías.


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