Por Leonel Ibarra - revistaeyn.com
Según un nuevo informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), huracanes excepcionales, incendios forestales sin precedentes, sequías y lluvias torrenciales dejaron una profunda huella en el tejido socioeconómico de América Latina y el Caribe en 2024.
En la publicación Estado del clima en América Latina y el Caribe 2024 se ponen de relieve que la temperatura media en América Latina y el Caribe estuvo 0,90 °C por encima de la media del período 1991-2020. En función del conjunto de datos utilizado, 2024 fue el año más cálido jamás registrado en América Central y el Caribe, y el año más cálido o el segundo año más cálido del que se tiene constancia en México y América del Sur.
Se registraron anomalías positivas de entre 1 °C y 3 °C en el centro y este de México, Centroamérica y el conjunto de la región del Caribe.
En cuanto a las precipitaciones, que proporcionan agua para beber y para usos domésticos, agrícolas e industriales, así como también para la generación de energía hidroeléctrica, en general, las lluvias fueron entre un 20 % y un 30 % superiores a lo normal en Guatemala y El Salvador, y entre un 10 % y un 30 % superiores a lo normal en Costa Rica, Honduras y Nicaragua, apunta el reporte.
"En 2024, los efectos de los fenómenos meteorológicos y climáticos se extendieron en cadena desde los Andes hasta la Amazonia, y desde ciudades atestadas hasta comunidades costeras, causando importantes perturbaciones económicas y medioambientales", declaró la Secretaria General de la OMM, Celeste Saulo.
EFECTO DE EL NIÑO
Los efectos del clima en la región de América Latina y el Caribe se asocian a fenómenos extremos peligrosos y a un complejo escenario de aumento de la exposición y la vulnerabilidad. El episodio de El Niño del primer semestre de 2024 agravó esos efectos.
El aumento de la frecuencia y la intensidad de las sequías, las crecidas y las olas de calor, así como la creciente intensidad de los huracanes, ponen en evidencia que la agricultura y la seguridad alimentaria de la región están sujetas a riesgos cada vez mayores.
Las pérdidas de cosechas y ganado y la interrupción de las cadenas de suministro afectaron considerablemente a la disponibilidad de alimentos, los ingresos y la estabilidad de los medios de subsistencia rurales.
En 2024, durante la temporada de huracanes en la cuenca atlántica, se produjo una cantidad de tormentas superior a la media, tras producirse 18 tormentas con nombre (frente a la media de 14 durante el período 1991-2020). De todas ellas, nueve afectaron a zonas terrestres de la región. En el Pacífico oriental, la temporada de huracanes fue un poco menos activa de lo normal, dado que se registraron 12 tormentas con nombre (frente a un promedio de 15 durante el período 1991-2020).
"Pero también hay esperanza. Las alertas tempranas y los servicios climáticos de los Servicios Meteorológicos e Hidrológicos Nacionales (SMHN) están salvando vidas y aumentando la resiliencia en toda América Latina y el Caribe. La labor de la comunidad de la OMM y de todos nuestros asociados es más importante que nunca para encarar los retos y aprovechar las oportunidades", afirmó Celeste Saulo.
Otro motivo de esperanza en el marco de un informe que, nuevamente, presenta una realidad desoladora fue el papel cada vez más importante de las energías renovables, que representaron cerca del 69 % de la matriz energética de la región. Las energías solar y eólica experimentaron un notable aumento del 30 % en términos de capacidad y generación respecto a 2023.