POR AFP
Para el primer partido de Alemania en el Mundial de Qatar, previsto en una semana contra Japón, las pantallas del bar berlinés Fargo, habitualmente frecuentado por aficionados al fútbol, permanecerán apagadas.
Situado en el barrio joven y festivo de Friedrichshain, este establecimiento, que adapta habitualmente sus horarios a las competiciones futbolísticas, abrirá por una vez una hora después del final del partido.
“Nosotros no aceptamos que un país se sirva del Mundial para mejorar su reputación”, explica a la AFP el vocero del Fargo, Joschik Pech.
“Nosotros no nos hacemos a la idea de divertirnos mirando los partidos ofrecidos por una dictadura donde uno no puede vivir libremente su sexualidad y donde se es perseguido con severidad”, añade.
Fargo es uno más de las decenas de bares en Alemania, varios de ellos en Berlín, que quieren boicotear un evento que sin embargo es muy seguido en un país de larga tradición futbolística y mundialista.
En el punto de mira de los detractores de Catar están su maltrato a los trabajadores migrantes, sus discriminaciones hacia las mujeres, y su hostilidad hacia la comunidad LGBTQ.
Unas críticas rechazadas por el pequeño emirato gasístico, cuyos medios locales han arremetido contra la “arrogancia” de los países occidentales.
Varios lugares emblemáticos renunciaron a transmitir los partidos. Oficialmente por temor a nuevas infecciones por coronavirus, a intemperies y a la carestía de la energía. No habrá retransmisión en pantalla gigante junto a la Puerta de Brandeburgo, cita habitual de los aficionados en Berlín.
Numerosos clubes de aficionados, entre ellos los del Bayern de Múnich o el Borussia Dortmund, hicieron recientemente un llamado a los espectadores al boicot.
- ‘Inaceptable’ -
No contento ignorando el torneo, Fargo ofrecerá varios eventos en el momento de los partidos, especialmente lecturas sobre los derechos humanos y desplazamientos a partidos ‘amateurs’ y de fútbol femenino.
“Esperamos una bajada en nuestra cifra de negocios y de nuestros beneficios, pero no creemos que eso nos llevará a la bancarrota”, estima Pech, quien espera atraer a público gracias a su programación alternativa.
Entre los clientes del Fargo, esta elección no es impopular. De 24 años, Sebastian, quien se describe como “aficionado al fútbol”, confiesa a la AFP que apoya el boicot: “Hasta aquí seguí todos los Mundiales. Me habría gustado mirar el torneo pero no lo haré”.
“Cuando la gente se congela en sus apartamentos a causa de la carestía de la energía en Alemania, mirar una competición en estadios climatizados es inaceptable”, argumenta.
Stella, de 22 años y otra habitual del Fargo, también tiene previsto boicotear por primera vez el Mundial de fútbol, esperando que eso derive en una reflexión más crítica en cuanto a la atribución del torneo.
“A decir verdad, la gente debió haberse dado cuenta de la necesidad de boicotear algunos países que organizaron el Mundial en el pasado”, considera.
Sin embargo, reconoce que si Alemania llegase a la final y que sus amigos la llamasen para ver el partido, “será difícil decir no”.
- ‘A cada cual decidir’ -
Otros bares de la capital alemana decidieron difundir los partidos a la vez que denuncian las violaciones de los derechos humanos: es el caso del Tante Kaethe con una exposición fotográfica de migrantes de Nepal que construyeron estadios cataríes.
Salama El-Khatib, que regenta el “Salama’s bar”, afirma que “cada uno es libre de mirar la competición o no hacerlo”.
“Yo ofreceré todos los partidos, de inicio a fin, entre las 11 de la mañana y las ocho de la tarde, sin excepción”, cuenta a la AFP.
Llegado de Oriente Medio a Berlín para estudiar en los años 1980 antes de abrir su bar en 1996, afirma que sus clientes y él mismo discuten a menudo cuestiones sobre derechos humanos en Catar.
Pero no ha valorado la opción de un boicot; “la discusión llega demasiado tarde. Habría que haberla tenido hace cuatro años”.