Por Gema Sacristán, directora general de negocio de BID Invest.
Desde la época de los romanos, los años bisiestos tienen mala fama. No sé si será verdad eso de año bisiesto, año siniestro, pero es perfectamente aplicable al 2020. Todos queremos perderlo de vista cuanto antes por las desgracias humanas, sociales y económicas que estamos viviendo a causa de la pandemia originada por el coronavirus.
Por naturaleza, incluso cuando las cosas se complican mucho, soy de los que necesita pensar en positivo. Ver la botella medio llena. Así que, aún siendo consciente de todo lo malo que nos ha dejado el 2020, quiero compartir con ustedes diez cosas buenas que han sucedido y no son efímeras, sino que van a quedarse con nosotros. Empezamos.
1. Nos ha obligado a pararnos y pensar
A alguno le puede parecer una cuestión intrascendente, pero no lo es. La velocidad que impone hoy el mundo - acelerado aún más por la tecnología - hace que vivamos corriendo todo el día y no nos paremos a pensar sobre lo verdaderamente importante en la vida. La pandemia nos encerró en nuestras casas y nos paró en seco. Nos dio lo que la vida hoy nos hurta: tiempo. Tiempo para pensar y para compartir de verdad con los nuestros, con nuestra familia y nuestros seres más queridos. Un tiempo que a muchos los ha llevado a revisar el orden de las prioridades que estaba aplicando en su vida y las verdaderas aspiraciones. ¿Quién no ha pensado sobre ello? Otra cosa es que ahora se tenga la valentía para aplicar y mantener en el tiempo los cambios que le dictó el corazón y la mente.
2. Despierta la conciencia colectiva medioambiental
La pandemia ha despertado nuestra conciencia medioambiental. Nos obligó a confinarnos durante meses y nos mostró cómo era el mundo sin la contaminación generada por la acción del hombre, haciendo que viéramos desde la distancia sitios y lugares que habían estado ocultos a nuestros ojos por brumas de contaminación. Y ha abierto un interrogante que, cuando menos, obliga a pensar: ¿hasta qué punto la pandemia actual y las que vendrán tienen su origen en las consecuencias del cambio climático, en la pérdida de biodiversidad que éste genera? Podemos intuir la respuesta sin saberla, aunque los científicos no tienen dudas. ¿Ustedes?
3. Ha alumbrado nuestra conciencia social
La desgracia hace a los hombres hermanos, decía - no sin cierto lamento - el dramaturgo español Benito Pérez Galdós. Y es verdad. En una desdicha, en una situación vulnerable como la que estamos viviendo, es más fácil conectar de manera honesta con los demás. Se despierta el instinto de ayudar a los demás, no dejarles solos, colaborar… Despierta la conciencia social, para no dejar a los más débiles detrás. Eso es lo que persiguen los gobiernos con ayudas para los colectivos con mayor riesgo de exclusión y para ayudar a las empresas a aguantar. Lo que buscan muchas empresas, enfocándose en ayudar de una forma u otra a la comunidad. Y lo que persiguen las personas que donan su tiempo o su dinero para ayudar a los más débiles.
4. La digitalización pisa el acelerador a fondo
La digitalización ha avanzado en 2020 más que en los últimos cinco años juntos. Muchas empresas y negocios se han dotado de los medios necesarios para permitir teletrabajar a la plantilla y han adoptado sistemas de venta online que antes, o no tenían, o no habían rodado como ahora. Las inversiones tecnológicas se han disparado. La consultora IDC calcula que, de aquí a 2023, se invertirán 6.800 millones de dólares adicionales en todo el mundo y que, en 2022, el 65% del PIB global sería digital. Tecnologías como la nube, la automatización de procesos (RPA) y la Inteligencia Artificial concentrarán buena parte de las inversiones. No hay datos específicos para América Latina y Caribe (ALC), pero sí está claro que la transformación digital es clave para impulsar la recuperación en la región, según un informe de Cepal.
5. El trabajo deja de estar ligado a un espacio físico
La pandemia ha roto todos los esquemas a quienes hasta ahora abogaban por el presencialismo laboral. El teletrabajo masivo al que obligó el confinamiento ha desvelado que la productividad no se resiente trabajando desde casa, sino que incluso puede ser más elevada. El trabajo ya no está ligado a un espacio físico concreto, sino a la conectividad. Esto, que dicho así parece tan sencillo, supone una revolución total porque abre la puerta a que los empleados puedan estar en cualquier parte del mundo (si están conectados) y no necesariamente estén todos en plantilla. Sin duda, la gig economy (de trabajos eventuales y/o de tiempo parcial) va a florecer en los próximos años. Ahora, más que antes, hay que buscar fórmulas para lograr la conciliación laboral y personal a la par que el derecho a desconectar.
6. Se impone un nuevo liderazgo más humano y transparente
La dispersión y diferente tipología de empleados descrita en el punto anterior va a exigir cambios relevantes en la forma de gestionar los recursos humanos. En la forma, pero también en el fondo, al acelerar una de las tendencias que ya estaba entre nosotros: hace falta un liderazgo más humano, transparente y colaborativo. Un liderazgo basado en valores, en un propósito que pasa por contribuir de alguna manera a la comunidad, por crear riqueza inclusiva y sostenible. Situar a las personas en el centro es la única fórmula que garantiza la continuidad del negocio y el compromiso con el talento. Es tal la importancia de los empleados que algunos ya han rebautizado las siglas ingleses ESG - acrónimo del inglés Environmental, Social and Governance, o ASG en español - añadiéndole por delante otra vocal, la "E", de empleado.
7. Colaboración para encontrar soluciones
El mundo tiene tal grado de interconexión que cualquier cosa que ocurra en algún nodo de la malla global se traslada rápidamente al resto. Y, cuando eso sucede, no sirven de nada las soluciones individuales o parciales. Los problemas globales, requieren de soluciones globales. Pero los problemas locales también requieren de soluciones globales. La COVID-19 deja patente que, o lo superamos juntos, o no lo superamos. Esta colaboración necesaria se extiende a todos los niveles: desde lo individual, a lo profesional empresarial. Durante la crisis, las empresas sabían lo importante que era ayudar a sus proveedores y socios para preservar su propia supervivencia como empresa. Atrás quedan los años en que cada empresa hacía la guerra por su cuenta. Hoy, muchas han desarrollado un ecosistema de socios y aliados entre los que caben hasta la propia competencia.
8. Creatividad en estado puro
Dicen que las crisis es lo que más nos permiten avanzar y progresar. Tanto al individuo, como a la sociedad. Lo cierto es que la pandemia ha obligado a muchas empresas y personas a reinventarse echando mano de la mayor de sus creatividades. Hemos visto agrupaciones de fruteros que han lanzado su propio canal de ventas por WhatsApp; negocios que se han dado la vuelta como un calcetín y se han puesto a hacer mascarillas y equipos de protección para sanitarios cuando no había; fábricas de coches que se han puesto a fabricar respiradores; librerías competidoras que se han unido en un canal de ventas online para plantar cara a Amazon y su homólogo en LAC: Mercado Libre. La creatividad, de la que los latinos parece que contamos con dosis especiales, está emergiendo con fuerza desde todos los rincones. Una muy buena noticia que nos facilitará el futuro si es verdad eso de que la creatividad no se gasta; cuánta más usas, más tienes.
9. Somos más conscientes del bienestar
La pandemia también nos ha enseñado que debemos cuidarnos, cuidar nuestra mente y nuestro cuerpo. Alimentarnos de forma sana, hacer ejercicio, dedicarnos tiempo para relajarnos, para querernos y para querer a los demás. Esta conciencia del cuidarse va a tener impacto directo en algunos sectores empresariales como la alimentación - la comida rápida ya está incorporando menús más saludables - y las bebidas azucaradas, con nuevas regulaciones para encarecerlas, así como el tabaco y el alcohol, por citar algunas. Esta mayor conciencia hacia el bienestar, que deriva en un consumismo consciente, va a afectar de forma indirecta a muchos otros sectores que, a la larga, deberán ajustarse a lo que ahora solo es un germen: la economía circular. Frente a la vieja concepción de comprar, usar y tirar, el concepto de economía circular exige contemplar desde el principio todo el circuito de la cadena de valor: desde el uso de los materiales, el diseño del producto, la forma y modelo de producción, el consumo energético, pasando por el modelo de consumo y distribución, reparación y reutilización para que vuelva de nuevo al circuito del proceso productivo y se cierre el círculo.
10. Repensamos las ciudades para vivir de otra manera
El mundo post-COVID-19 será distinto y las ciudades van a tener que implementar cambios para adaptarse. Muchas ciudades ya lo están haciendo. Adoptando más carriles bici, zonas verdes y peatonales. Si la concepción del trabajo, del ocio y de las relaciones personales será distinta, hay que habilitar espacios físicos en las urbes para esas necesidades, adoptando una perspectiva más social, acercando los servicios a las zonas de residencia, limitando al mínimo los desplazamientos obligatorios y teniendo en cuenta la sostenibilidad. También hay que tener en cuenta el cambio de hábitos de los consumidores: quizá no todos los locales que se hayan cerrado en centros emblemáticos vuelven a abrirse tras la crisis… si los consumidores compran cada vez más online. Si los bancos cierran oficinas porque no son rentables, muchos negocios tendrán que plantearse la rentabilidad real de esos locales a pie de calle. Hasta ahora las ciudades tenían claro que deben ser más verdes e inteligentes. Ahora, mucho más que antes, deben incluir otro adjetivo: inclusivas.
SOBRE LA AUTORA:
Gema Sacristán es la directora general de negocio de BID Invest. Se unió al Banco Interamericano de Desarrollo en el 2008 como oficial de inversión en el área de financiamiento estructurado y corporativo, donde posteriormente encabezó la División de Mercados Financieros. Anterior a este cargo, ocupó varios puestos de liderazgo en banca comercial y de inversión en Madrid, Londres y Nueva York. Entre ellos fue la directora de la Unidad de Financiamiento a la Exportación y a Agencias para Américas en BBVA Nueva York y vicepresidente y gerente de productos en el área de Global Trade Finance en el Banco Santander Nueva York.
Desde la época de los romanos, los años bisiestos tienen mala fama. No sé si será verdad eso de año bisiesto, año siniestro, pero es perfectamente aplicable al 2020. Todos queremos perderlo de vista cuanto antes por las desgracias humanas, sociales y económicas que estamos viviendo a causa de la pandemia originada por el coronavirus.
Por naturaleza, incluso cuando las cosas se complican mucho, soy de los que necesita pensar en positivo. Ver la botella medio llena. Así que, aún siendo consciente de todo lo malo que nos ha dejado el 2020, quiero compartir con ustedes diez cosas buenas que han sucedido y no son efímeras, sino que van a quedarse con nosotros. Empezamos.
1. Nos ha obligado a pararnos y pensar
A alguno le puede parecer una cuestión intrascendente, pero no lo es. La velocidad que impone hoy el mundo - acelerado aún más por la tecnología - hace que vivamos corriendo todo el día y no nos paremos a pensar sobre lo verdaderamente importante en la vida. La pandemia nos encerró en nuestras casas y nos paró en seco. Nos dio lo que la vida hoy nos hurta: tiempo. Tiempo para pensar y para compartir de verdad con los nuestros, con nuestra familia y nuestros seres más queridos. Un tiempo que a muchos los ha llevado a revisar el orden de las prioridades que estaba aplicando en su vida y las verdaderas aspiraciones. ¿Quién no ha pensado sobre ello? Otra cosa es que ahora se tenga la valentía para aplicar y mantener en el tiempo los cambios que le dictó el corazón y la mente.
2. Despierta la conciencia colectiva medioambiental
La pandemia ha despertado nuestra conciencia medioambiental. Nos obligó a confinarnos durante meses y nos mostró cómo era el mundo sin la contaminación generada por la acción del hombre, haciendo que viéramos desde la distancia sitios y lugares que habían estado ocultos a nuestros ojos por brumas de contaminación. Y ha abierto un interrogante que, cuando menos, obliga a pensar: ¿hasta qué punto la pandemia actual y las que vendrán tienen su origen en las consecuencias del cambio climático, en la pérdida de biodiversidad que éste genera? Podemos intuir la respuesta sin saberla, aunque los científicos no tienen dudas. ¿Ustedes?
3. Ha alumbrado nuestra conciencia social
La desgracia hace a los hombres hermanos, decía - no sin cierto lamento - el dramaturgo español Benito Pérez Galdós. Y es verdad. En una desdicha, en una situación vulnerable como la que estamos viviendo, es más fácil conectar de manera honesta con los demás. Se despierta el instinto de ayudar a los demás, no dejarles solos, colaborar… Despierta la conciencia social, para no dejar a los más débiles detrás. Eso es lo que persiguen los gobiernos con ayudas para los colectivos con mayor riesgo de exclusión y para ayudar a las empresas a aguantar. Lo que buscan muchas empresas, enfocándose en ayudar de una forma u otra a la comunidad. Y lo que persiguen las personas que donan su tiempo o su dinero para ayudar a los más débiles.
4. La digitalización pisa el acelerador a fondo
La digitalización ha avanzado en 2020 más que en los últimos cinco años juntos. Muchas empresas y negocios se han dotado de los medios necesarios para permitir teletrabajar a la plantilla y han adoptado sistemas de venta online que antes, o no tenían, o no habían rodado como ahora. Las inversiones tecnológicas se han disparado. La consultora IDC calcula que, de aquí a 2023, se invertirán 6.800 millones de dólares adicionales en todo el mundo y que, en 2022, el 65% del PIB global sería digital. Tecnologías como la nube, la automatización de procesos (RPA) y la Inteligencia Artificial concentrarán buena parte de las inversiones. No hay datos específicos para América Latina y Caribe (ALC), pero sí está claro que la transformación digital es clave para impulsar la recuperación en la región, según un informe de Cepal.
5. El trabajo deja de estar ligado a un espacio físico
La pandemia ha roto todos los esquemas a quienes hasta ahora abogaban por el presencialismo laboral. El teletrabajo masivo al que obligó el confinamiento ha desvelado que la productividad no se resiente trabajando desde casa, sino que incluso puede ser más elevada. El trabajo ya no está ligado a un espacio físico concreto, sino a la conectividad. Esto, que dicho así parece tan sencillo, supone una revolución total porque abre la puerta a que los empleados puedan estar en cualquier parte del mundo (si están conectados) y no necesariamente estén todos en plantilla. Sin duda, la gig economy (de trabajos eventuales y/o de tiempo parcial) va a florecer en los próximos años. Ahora, más que antes, hay que buscar fórmulas para lograr la conciliación laboral y personal a la par que el derecho a desconectar.
6. Se impone un nuevo liderazgo más humano y transparente
La dispersión y diferente tipología de empleados descrita en el punto anterior va a exigir cambios relevantes en la forma de gestionar los recursos humanos. En la forma, pero también en el fondo, al acelerar una de las tendencias que ya estaba entre nosotros: hace falta un liderazgo más humano, transparente y colaborativo. Un liderazgo basado en valores, en un propósito que pasa por contribuir de alguna manera a la comunidad, por crear riqueza inclusiva y sostenible. Situar a las personas en el centro es la única fórmula que garantiza la continuidad del negocio y el compromiso con el talento. Es tal la importancia de los empleados que algunos ya han rebautizado las siglas ingleses ESG - acrónimo del inglés Environmental, Social and Governance, o ASG en español - añadiéndole por delante otra vocal, la "E", de empleado.
7. Colaboración para encontrar soluciones
El mundo tiene tal grado de interconexión que cualquier cosa que ocurra en algún nodo de la malla global se traslada rápidamente al resto. Y, cuando eso sucede, no sirven de nada las soluciones individuales o parciales. Los problemas globales, requieren de soluciones globales. Pero los problemas locales también requieren de soluciones globales. La COVID-19 deja patente que, o lo superamos juntos, o no lo superamos. Esta colaboración necesaria se extiende a todos los niveles: desde lo individual, a lo profesional empresarial. Durante la crisis, las empresas sabían lo importante que era ayudar a sus proveedores y socios para preservar su propia supervivencia como empresa. Atrás quedan los años en que cada empresa hacía la guerra por su cuenta. Hoy, muchas han desarrollado un ecosistema de socios y aliados entre los que caben hasta la propia competencia.
8. Creatividad en estado puro
Dicen que las crisis es lo que más nos permiten avanzar y progresar. Tanto al individuo, como a la sociedad. Lo cierto es que la pandemia ha obligado a muchas empresas y personas a reinventarse echando mano de la mayor de sus creatividades. Hemos visto agrupaciones de fruteros que han lanzado su propio canal de ventas por WhatsApp; negocios que se han dado la vuelta como un calcetín y se han puesto a hacer mascarillas y equipos de protección para sanitarios cuando no había; fábricas de coches que se han puesto a fabricar respiradores; librerías competidoras que se han unido en un canal de ventas online para plantar cara a Amazon y su homólogo en LAC: Mercado Libre. La creatividad, de la que los latinos parece que contamos con dosis especiales, está emergiendo con fuerza desde todos los rincones. Una muy buena noticia que nos facilitará el futuro si es verdad eso de que la creatividad no se gasta; cuánta más usas, más tienes.
9. Somos más conscientes del bienestar
La pandemia también nos ha enseñado que debemos cuidarnos, cuidar nuestra mente y nuestro cuerpo. Alimentarnos de forma sana, hacer ejercicio, dedicarnos tiempo para relajarnos, para querernos y para querer a los demás. Esta conciencia del cuidarse va a tener impacto directo en algunos sectores empresariales como la alimentación - la comida rápida ya está incorporando menús más saludables - y las bebidas azucaradas, con nuevas regulaciones para encarecerlas, así como el tabaco y el alcohol, por citar algunas. Esta mayor conciencia hacia el bienestar, que deriva en un consumismo consciente, va a afectar de forma indirecta a muchos otros sectores que, a la larga, deberán ajustarse a lo que ahora solo es un germen: la economía circular. Frente a la vieja concepción de comprar, usar y tirar, el concepto de economía circular exige contemplar desde el principio todo el circuito de la cadena de valor: desde el uso de los materiales, el diseño del producto, la forma y modelo de producción, el consumo energético, pasando por el modelo de consumo y distribución, reparación y reutilización para que vuelva de nuevo al circuito del proceso productivo y se cierre el círculo.
10. Repensamos las ciudades para vivir de otra manera
El mundo post-COVID-19 será distinto y las ciudades van a tener que implementar cambios para adaptarse. Muchas ciudades ya lo están haciendo. Adoptando más carriles bici, zonas verdes y peatonales. Si la concepción del trabajo, del ocio y de las relaciones personales será distinta, hay que habilitar espacios físicos en las urbes para esas necesidades, adoptando una perspectiva más social, acercando los servicios a las zonas de residencia, limitando al mínimo los desplazamientos obligatorios y teniendo en cuenta la sostenibilidad. También hay que tener en cuenta el cambio de hábitos de los consumidores: quizá no todos los locales que se hayan cerrado en centros emblemáticos vuelven a abrirse tras la crisis… si los consumidores compran cada vez más online. Si los bancos cierran oficinas porque no son rentables, muchos negocios tendrán que plantearse la rentabilidad real de esos locales a pie de calle. Hasta ahora las ciudades tenían claro que deben ser más verdes e inteligentes. Ahora, mucho más que antes, deben incluir otro adjetivo: inclusivas.
SOBRE LA AUTORA:
Gema Sacristán es la directora general de negocio de BID Invest. Se unió al Banco Interamericano de Desarrollo en el 2008 como oficial de inversión en el área de financiamiento estructurado y corporativo, donde posteriormente encabezó la División de Mercados Financieros. Anterior a este cargo, ocupó varios puestos de liderazgo en banca comercial y de inversión en Madrid, Londres y Nueva York. Entre ellos fue la directora de la Unidad de Financiamiento a la Exportación y a Agencias para Américas en BBVA Nueva York y vicepresidente y gerente de productos en el área de Global Trade Finance en el Banco Santander Nueva York.