Por María José Núñez / Desde Niza
Los océanos cubren alrededor de 71% de la superficie del mundo, regulan el clima, producen oxígeno y absorben 90 % del exceso de calor generado por el aumento de los gases de efecto invernadero. Además, más de 80% del comercio mundial se realiza por mar, lo cual genera más de 100 millones de empleos y proporciona alimentos a más de 3.000 millones de habitantes, según estimaciones del Banco Mundial. Estos datos hablan sobre la importancia y la necesidad imperante de que los océanos sean gestionados y protegidos de manera eficiente.
Sin embargo, el Barómetro de las Estrellas de Mar — boletín anual basado en la ciencia sobre la salud de los océanos y presentado en la 3ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos (UNOC3), celebrada en junio, en Niza — reveló que las aguas profundas están en declive, con calor récord, aumento del nivel del mar y una amenaza generalizada a especies y grandes ecosistemas.
Marina Lévy, directora de Investigación del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) y Pierre Bahurel, director general de Mercator Ocean International, confirmaron que el nivel global del mar ha aumentado 23 centímetros en los últimos 100 años; 1.677 especies marinas están en peligro de extinción; 44% de las especies de coral están amenazadas y la cobertura de coral vivo en los arrecifes se redujo casi a la mitad en los últimos 150 años.
Frente a esta realidad, investigadores, científicos, institutos y entidades intergubernamentales en todo el mundo están aplicando la Inteligencia Artificial, el monitoreo satelital, la realidad aumentada y plataformas digitales para avanzar en la observación y gobernanza de los océanos.
Precisamente, en el marco de la ONUC3, co-presidida por Costa Rica y Francia, se presentaron los principales avances tecnológicos que están revolucionando el conocimiento de lo que sucede en aguas profundas, para entender el impacto de las temperaturas, el comportamiento de las corrientes y la forma en que esto afecta a las especies marinas y terrestres.
GEMELO DIGITAL OCEÁNICO
Una de estas innovadoras tecnologías es el Gemelo Digital Oceánico, una plataforma tecnológica desarrollada por Mercator Ocean International, organización internacional sin fines de lucro dedicada a la oceanografía operativa y la gestión de datos oceánicos.
De acuerdo con Alain Arnaud, de Mercator, el Gemelo Digital Oceánico es una réplica del fondo del mar, el cual aprovecha la IA, la realidad aumentada, la información satelital, así como sistemas físicos (boyas, herramientas y barcos, entre otros mecanismos) para conocer todos los fenómenos del espacio marítimo.

“Este sistema, que fue financiado por la Unión Europea, permite replicar el espacio marítimo de cualquier lugar del mundo; determinar si la temperatura está subiendo en algún punto del océano, saber cómo van las corrientes y de qué manera impacta en los animales o recursos marinos”, detalló el experto. Y abundó al respecto: “También permite medir los niveles de nutrientes, la salinidad, la clorofila y los parámetros biológicos. Asimismo, es posible observar cómo funciona a nivel químico, para pasar a procesos más pequeños y, así, poco a poco, vamos complejizando la información”.
Con la radiografía exacta de lo que sucede a lo interno del océano, los expertos que manejan este sistema pueden ofrecer a los tomadores de decisiones — en el ámbito de las políticas públicas o de las industrias— data basada en ciencia, que facilita plantear escenarios a partir de los cuales planificar soluciones adecuadas para la protección de los hábitats marinos.
PREDICCIÓN EN ISLA DEL COCO DE COSTA RICA
Toda la tecnología que ofrece el Gemelo Digital se está aplicando a un innovador proyecto denominado “Predicción Oceánica para Costa Rica” (OP4CR), que se puso en marcha en la Isla del Coco, y fue una de las iniciativas destacadas en la UNOC3.
Con este sistema, la Isla del Coco será un laboratorio para el monitoreo de los recursos marítimos y áreas marinas protegidas. Pero, además, el Gemelo permitirá abarcar toda la Zona Económica Exclusiva en la que Costa Rica ejerce su soberanía y jurisdicción (son 574.725 kilómetros cuadrados de mar territorial y patrimonial).
La iniciativa tiene un costo de ¢174.060.000 (unos 300.000 euros), es financiada por la Dirección General de Asociaciones Internacionales de la Comisión Europea (EC DG INTPA) y cuenta con el apoyo de Mercator Ocean International.
La plataforma integra datos satelitales del Servicio Marino de Copernicus (programa de observación y monitorización de la Tierra por satélite y datos in situ), de boyas e instrumentos, así como de modelos generados con Inteligencia Artificial.
Valentina Giunta, coordinadora del proyecto OP4CR, señaló que con la información que se generará “se podrá determinar hasta con diez días de antelación la tendencia de corrientes marinas para zonas específicas”. Inclusive, “hacer comparaciones en el tiempo entre la velocidad de la corriente y la temperatura, lo que permitirá dar una mayor seguridad al turismo y la navegación, así como proteger especies y establecer diversos escenarios para la toma de decisiones”.
Giunta ejemplificó que se podrán lanzar alertas a empresas turísticas para que no lleven personas a lugares determinados donde se proyecten oleajes o corrientes peligrosas; también, advertir si no es buen momento para hacer buceo o para navegar en ciertos puntos, todo lo cual evitará pérdidas materiales y de vidas humanas.
“Será posible generar datos sobre la gestión medio ambiental, establecer tendencias de presencia de clorofila y producción primaria. Además, monitorear la Zona Económica Exclusiva y los espacios marinos protegidos para realizar cálculos de indicadores en distintas regiones y así identificar áreas sensibles”, detalló.
Según explicó Enrique Álvarez Fanjul, de Mercator Ocean International y coordinador técnico del Centro de Colaboración de la Década de los Océanos, esta tecnología también permite simular olas de calor o visualizar interactivamente la dispersión de tortugas juveniles o de otras especies, desde diferentes playas de anidación, y los datos oceanográficos asociados. Todo ese bagaje informativo servirá para comprender mejor cómo se comportan en un entorno marcado por el cambio climático.
TIEMPO DE ACUERDOS
La 3ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos cerró con la adopción de una Declaración Global para la Conservación de los Océanos y su Uso Sostenible, y con la promesa de que 70 países ratificarán el Tratado de Biodiversidad, más allá de la jurisdicción nacional.
Hasta el momento, 50 naciones ya lo validaron. Este tratado resulta trascendental para proteger la biodiversidad. A partir de su entrada en vigor, se podrán declarar “Áreas Marinas Protegidas” en aguas internacionales.
De este modo, las naciones deberán velar por las embarcaciones que porten su bandera y también por las personas jurídicas (empresas y otras corporaciones) bajo su tutela que comentan algún ilícito en estas áreas protegidas.
Otro de los acuerdos en la conferencia fue el que habilitó una inversión de 1.000 millones de euros, por parte de la Comisión Europea, para apoyar la conservación de los océanos, la ciencia y pesca sostenible. Por otro lado, 37 países — liderados por Panamá y Canadá— lanzaron la Coalición de Alta Ambición para un Océano Tranquilo, primera iniciativa política de alto nivel para abordar la contaminación acústica de los océanos a escala mundial.
Asimismo, un colectivo de organismos de Naciones Unidas y asociados mundiales puso en marcha el diseño de One Ocean Finance, un nuevo y audaz esfuerzo para desbloquear nuevos financiamientos de las industrias dependientes de los océanos y los sectores de la economía azul.
La extremadamente grave problemática de la contaminación de plásticos también tuvo su lugar en la agenda: se firmó el “Llamamiento de Niza” para un Tratado sobre Plásticos, en el que la mayoría de los países manifestaron su deseo de establecer compromisos que lleven a reducir la producción de plástico en el mundo.
Además, se ratificó un acuerdo para eliminar los subsidios a la pesca ilegal y una moratoria precautoria sobre la minería en los fondos marinos profundos.