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¿Cómo alcanzar el equilibrio emocional?

Jaime Silva Concha es psicólogo y autor de Detén el estrés. Apasionado por promover bienestar, enseña que el secreto pasa por conectar con un sentido de propósito. El juego profundo radica en “la combinación equilibrada entre seguridad y libertad”, asegura.

2025-06-13

Por Gabriela Origlia - Estrategia & Negocios

"Busco impulsar a las personas y a la sociedad a mirarse a si mismas y que, al hacerlo, comprendan su lugar en el entramado que constituyen los pilares del bienestar psicológico”, dice el chileno Jaime Silva Concha, autor del libro Detén el estrés.

Asegura que la humanidad transita una época inédita, en la que la salud mental es “protagonista de la agenda social” y en la que la población necesita de herramientas para enfrentar la “epidemia de estrés”.

Silva Concha es licenciado en Psicología, magíster en Psicoterapia y doctor en Psicobiología, con una larga trayectoria en investigación. Lidera un programa de investigación en regulación emocional, estrés y salud mental, en adultos y niños. También desarrolló numerosos programas de intervención para el fomento del manejo de estrés en diferentes ámbitos de aplicación.

El experto propone conocer el concepto de homeostasis social –equilibrio entre el sentido de seguridad de un ser humano y su sentido de libertad– como determinante del bienestar. Para alcanzarlo, se concentra en cuatro pilares: la relevancia de conectar con otros, la importancia de ser conscientes del “aquí y el ahora”, tener un propósito de vida y, finalmente, conocer y entender las propias emociones.

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Silva Concha admite que la pandemia del Covid-19 permitió tomar conciencia de la importancia del bienestar emocional, pero también subraya que en paralelo “se ha ido medicalizando el mundo emocional, y de esa manera se pierde capacidad de desarrollar y articular las emociones”. Advierte: “Vivimos en un tiempo donde hay una tiranía de la felicidad; se transmite culturalmente que la única emoción válida pareciera ser que los humanos estemos permanentemente felices, que tenemos la obligación de ser felices”.

-¿Después de la pandemia llegó la “era del estrés”?

El estrés es una reacción se ha ido exacerbando por diversas fuentes. Uno de los aspectos más destacables en la última década es la incertidumbre económica, sanitaria y social. En el libro trato de rescatar que, en esa experiencia que llamamos estrés, encontramos las emociones como elementos esenciales. Si quiero manejar mi estrés no basta con enfrentar la reacción, la inquietud y la tensión; tengo que comprender de qué tipo de emociones está constituido.

Por ejemplo, el estrés económico puede estar caracterizado por la ansiedad, el conflicto familiar y la rabia; también, por el hecho de no encontrar relaciones personales satisfactorias y sentirse en soledad, por la tristeza.

-¿En la actualidad, el decir “estoy estresado” se hizo tan general que se vació de significado?

El estrés es una respuesta a un desafío. Si frente a una amenaza no me activo, no me estreso, es un problema. Pero, a la vez, si me activo en exceso, también es un problema. En psicología debemos hablar en términos de equilibrio. Hay que descomponer de qué está constituido el estrés; es mucho más específico cuando se lo profundiza.

En ese contexto, muestro que una de las fuentes de las emociones son los otros seres humanos. Las emociones más intensas y dañinas, y también las mejores y más gratificantes, se relacionan con otras personas.

La tesis que propongo es que se debe intentar encontrar equilibrio en el manejo de esas relaciones que entablamos de forma permanente.

-¿Cómo se logra ese equilibrio?

Estableciendo conexión con las otras personas y, al mismo tiempo, manteniendo autonomía y libertad. Es importante pertenecer y sentirse queridos, pero si los vínculos se vuelven controladores, impositivos y limitan la libertad se está en una situación perturbadora.

¿Cómo alcanzar el equilibrio emocional?

Se puede estar bien en la casa, pero si en el trabajo el jefe no da libertad, hay problemas; también en lo laboral se necesita pertenencia y libertad. El bienestar no se trata solo de tener conexión sino de sentir un equilibrio.

-¿Muchas relaciones o de alta calidad?

La calidad de las relaciones importa más que la cantidad. Eso es muy importante. Claro que el número de vínculos cambia en las diferentes etapas de la vida; de más joven se tienen muchos más, después se eligen. Y si bien todos estamos sometidos a una vida que puede ser estresante, cuando se comparte, el manejo del estrés y sus consecuencias son mejores.

La calidad de los vínculos es clave en su influencia en la salud.

-¿El Covid generó un punto de inflexión en los procesos de estrés?

Sí. La pandemia, de entrada, generó un contexto de incertidumbre muy elevado. La primera por el temor al contagio, pero al mismo tiempo la inquietud sobre cómo sostener la vida sin trabajar, y qué pasaría con la vida si no se puede ver a los afectos. Fue un impacto en muchas áreas a la vez y eso es lo más singular, porque el estrés suele darse en una dimensión, no en todas a la vez. Con ese grado de amplitud no había existido en las últimas décadas. Generó un antes y un después.

-Así como marcó ese pico, ¿también hizo que se tomara más conciencia de la importancia del bienestar emocional?

Exacto. Gracias a la pandemia se alimentó la concienciade la relevancia de la salud mental. La ansiedad, que es hija de la incertidumbre, se vio muy acentuada. También descubrimos que la gente se sentía más conectada con sus seres queridos en esos tiempos. Y así como para muchos fue bueno, hubo para quienes se transformó en agobio, en menos libertad, en la sensación de no tener un lugar. En ese contexto, la homeostasis social fue relevante como análisis; detectamos que los problemas más grandes se daban en sentirse conectados y, a la vez, con menos autonomía.

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-¿Qué márgenes de acción tienen los gobiernos para contribuir a la homeostasis social?

Si uno piensa en profundidad, se ve que los gobiernos en si mismos se tratan de homeostasis social; ellos definen las relaciones al interior de un país. Por ejemplo, en Estados Unidos están centradas en el consumo, en la libertad económica, hay mucha autonomía, poca colaboración y ese individualismo lleva también a la tristeza.

En cambio, donde hay políticas más comunitarias, el panorama es otro. Las culturas individualistas versus las colaborativas definen cómo entendemos la vida.

Un ejemplo simple: si en un jardín de infantes, un niño o niña tiene problemas para resolver determinada tarea y la maestra le insiste en que debe hacerlo por sí solo, sin pedir ayuda, tenemos una muestra de una cultura individualista. En una colaborativa se impulsa el pedir colaboración. Es muy básico, pero muestra cómo las relaciones se entienden de otra manera. El equilibrio depende de la sociedad y de la historia de cada uno.

Algunas personas necesitan autonomía y otras, más apoyo. Son perfiles diferentes y en algunas oportunidades pueden derivar en problemas de salud mental distintos.

-¿Cuánto importa la homeostasis en las organizaciones laborales?

Es esencial. Una organización es un conjunto de interacciones con calidad y estructura. Sus integrantes tienen necesidades distintas y, en sus diferentes niveles, la empresa tendrá puntos de equilibrios internos. Algunas benefician mucho más el trabajo colaborativo que el individual y otras, a la inversa.

Por supuesto que las carreras profesionales también pueden tener cierta progresión; cuando se ingresa es importante que la persona se haga parte, entienda los valores, la visión, los objetivos y, después, debe ganar libertad, independencia.

El líder debe ser capaz de identificar las necesidades de la organización y del individuo para sacar la mejor parte de cada uno. Lo peor que le puede suceder a una persona es no sentirse parte, pero también la pasa mal si siente que no tiene un espacio propio, un reconocimiento.

-¿Con mayor conciencia sobre el bienestar emocional, se estigmatiza menos?

Hay varias lecturas posibles. Que haya más conciencia genera una dimensión relevante del bienestar, hay más apertura a los planteos sobre el tema. En muchos países cambió el cómo se ve el hecho de ir a terapia.

Pero, también es cierto que se ha ido medicalizando el mundo emocional, y de esa manera se pierde capacidad de desarrollar y articular las emociones. No es lo mismo decir “tengo depresión” que “estoy triste”.

La manera en que se expresan las emociones cambia la conversación; en el segundo caso el interlocutor intenta comprender, se abre un espacio de diálogo, hay una interacción y se cuenta una historia.-Resulta incómodo expresar emociones en tiempos de “felicidad de góndola” , donde parece existir una presión a mostrarnos siempre felices...Por eso, no se trata de dar una lista de tips o recetas, sino de favorecer el entendimiento de lo que llamamos estrés.

Esa es la base para poder gestionar las dificultades que pueden afectar la homeostasis. Las relaciones humanas son mucho más complejas que el mero hecho de conectar, por eso la insistencia en el concepto de equilibrio.

-¿Cuánto juega el saber o poder “vivir el presente”?

El bienestar psicológico requiere de disfrutar el presente. En esta época, esa capacidad se ha vuelto muy escasa; por eso, precisamente, los programas y las prácticas que colaboran a hacerlo se han vuelto muy comunes. Hay otro pilar que compite con ese y es la capacidad de desarrollar un propósito; todos vamos desarrollando un sentido en función a él. Todos queremos tener cierto nivel de aporte al mundo que nos rodea, desde la propia familia a la sociedad. El propósito requiere planificación y es uno de los aspectos que más cuesta equilibrar.

-¿El “aquí y ahora” se contrapone al “propósito”?

Quienes están en la etapa productiva suelen tender a exacerbar el propósito, mientras que hay muchos que están solo en el presente. La mayor parte de las adicciones se da en quienes no logran conectar con el propósito. Son dos pilares que se deben equilibrar entre sí, y que se relacionan con el autoconocimiento, que es un motor importante del desarrollo. Cuando uno quiere avanzar hay que saber hacia dónde ir.

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