Por Pablo Balcáceres - Estrategia & Negocios
¿Se pueden incentivar créditos sociales y la inclusión financiera valiéndose de las herramientas de la banca corporativa tradicional? Citi lo está implementando en la región, ampliando su abanico crediticio a la atención de las finanzas sociales, sin que esto suponga renunciar a la rentabilidad de sus productos, dice Pablo del Valle, CEO de Citi para Centroamérica y el Caribe.
Desde hace unos tres años, Citi está modificando una fórmula centrada exclusivamente en los segmentos corporativos hacia otras áreas que aportan al crecimiento sostenible. Las iniciativas avanzan de la mano de aliados como bancos locales, empresas y gobierno.
“Todo lo que hacemos en el mundo tradicional corporativo, lo que estamos tratando de hacer es buscarle aplicación para que conecte con el pilar de impacto de reducción de brechas sociales”, explica del Valle. Esta metodología les ha permitido ampliar su impacto de manera progresiva, comenzando con pilotos en países clave y escalando los modelos a nivel regional.
Desde 2023, Citi ha impulsado la estrategia con transacciones “moderadamente pequeñas” de entre US$15 y US$50 millones.
En 2024, finalizó alrededor de 20 operaciones en la región. “A medida que hacemos más y aceitamos un poco los engranajes vamos a ser capaces de hacer cosas con más impacto, más grandes”, prospecta el CEO regional de Citi.
La meta a futuro es estructurar bonos sociales de gran magnitud, que permitan canalizar recursos para infraestructura y desarrollo en sectores vulnerables.
“Un sueño mío –relata del Valle– sería poder emitir un bono social de US$1.000 millones para algún cliente corporativo o para algún gobierno, que tuviera obligatoria y dedicatoria a que esos US$1.000 millones de dólares sean invertidos en elementos que reduzcan pobreza multidimensional, por ejemplo”.
Como un antecedente en esa dirección, Citi gestionó el mercado de capitales para la colocación del Gobierno de Honduras de bonos sostenibles por US$7.000 millones, a finales de 2024.
“Es una primera evolución, yo creo que va a haber más de eso”, apunta del Valle.
Igualmente el año pasado, el banco estructuró una emisión basada en los flujos futuros del aeropuerto de Kingston, en Jamaica, cuyos recursos se destinarán a mejorar infraestructura vial y logística en la isla.
“Los ayudamos a tomar la calidad crediticia del aeropuerto y los dineros resultantes de esa calidad crediticia en impacto social por vía de creación de mejores carreteras, mejor logística de transporte en la isla. Es un buen ejemplo de cómo hay muchas cosas correlacionadas”, valora del Valle.
LOS TRES PILARES
Desde su posición como banco mayorista, Citi ha identificado tres desafíos globales esenciales: el cambio climático, la transición energética y la reducción de brechas sociales, en donde este último destaca como el más apremiante para la región.
“No hay ningún país de los que cubren Centroamérica y el Caribe, me atrevo a hablar por Latinoamérica en pleno, donde esa necesidad de reducción de brechas no sea críticamente importante”, destaca el CEO regional de Citi.
¿Cómo funciona el modelo de finanzas sociales de Citi? La entidad se mantiene como banco mayorista, mientras que las contrapartes –que suelen también ser clientes tradicionales de Citi– muestran interés en servir como vehículos o socios para que los fondos lleguen a los consumidores finales, ya sea pequeñas y medianas empresas, o particulares que necesitan inclusión financiera.
Como banco mayorista, Citi se abre a múltiples alternativas como proveedor de fondos. Por ejemplo, puede asumir el total del préstamo, estructurar un crédito sindicado, servir de intermediario para la participación de multilaterales e impact investment entities, u otras formas de participación.
“Lo que estamos trayendo es la tecnología de los mercados desarrollados, que es sindicaciones, participación de crédito y garantías; es la misma tecnología, pero aplicada a facilidades que pretenden llegar de forma directa o indirecta al empresariado o a las oportunidades empresariales emergentes”, aclara.
La tecnología de los productos es la mismísima que usarían para, por ejemplo, darle al Banco Industrial de Guatemala una facilidad de comercio exterior para que financie las exportaciones de azúcar en Guatemala que tiende a ser una industria grande.
“Esa misma tecnología de producto la estamos poniendo, en menor dimensión, para la exportación de papa de una pequeña cooperativa del altiplano guatemalteco, o la importación de granos para una panificadora pequeña, porque las oportunidades por ahora son menores, pero esperamos que crezcan en el tiempo”, dice del Valle.
Mediante este tipo de esquemas, en 2024 Citi otorgó préstamos por US$40 millones en República Dominicana para fortalecer a dos instituciones financieras, el Banco Santa Cruz y el Banco Popular Dominicano. Los fondos tuvieron como fin bancarizar a pequeños empresarios no atendidos por el sistema tradicional y crear condiciones para su crecimiento.
Asimismo, siempre el año pasado, Citi estructuró el primer crédito de financiamiento de comercio con enfoque social en Guatemala, a través de Banco Industrial, por US$22 millones, dirigidos a pequeñas y medianas empresas.
Un esquema que luego replicó firmando acuerdos similares con otros socios en la región: Banco Cuscatlán en El Salvador ($US15 millones), Banesco Panamá (US$20 millones), y con Banco Agromercantil de Guatemala (US$30 millones).
CREACIÓN DE VALOR Y RETOS
Para Citi, la rentabilidad de un producto de finanzas sociales no difiere de la de otros segmentos de mercado. “No somos un banco multilateral, esa no es nuestra vocación. El producto es tan rentable como uno tradicional y normal del banco, simplemente está enfocado de forma diferente”, afirma del Valle.
Además de este atractivo, se agrega la oportunidad de crear valor agregado tanto a las comunidades donde Citi opera, como a los clientes tradicionales, quienes han demostrado interés en profundizar los esfuerzos de crear progreso económico y reducir las brechas sociales.
La estrategia de Citi no se limita a un modelo de financiamiento aislado, sino a partir de la toma de conciencia de que las brechas sociales son un desafío capital que los gobiernos no pueden resolver por sí mismos, ni tampoco el sector privado. Todo pasa por la articulación para lograr la escalabilidad.
“A medida que los productos se sofistifiquen, que se hagan más escalables y que los tamaños sean más grandes, la articulación entre entes de sector privado y sector público va a ser muy importante para que esto verdaderamente sea exitoso, definiendo éxito como reducción de brechas sociales”, reflexiona.
Otro de los retos del social finance es que su impacto no es fácilmente medible, si se compara con otras modalidades, tales como la inversión en transformación energética.
“Si moviste 1.000 megavatios de energía fósil a 1.000 megavatios de energía solar y eólica, es medible, o si activaste 1.000 empresas pymes agroexportadoras”. Pero ¿cómo mides el impacto de reducción de brecha social de esa acción? Eso es muy difícil”, plantea del Valle.
El desafío persistente en el segmento social consiste en evaluar el impacto real que tiene la inversión de los recursos en el tiempo. “No es fácil de medir. Es un reto grande tanto para el sector privado como para el sector público”, concluye