Por Javier Arguello (*)
Como estudiante en la Universidad de Harvard en el 2008 me matriculé en MIT donde descubrí las Ciencias Cognitivas, un campo interdisciplinario enfocado en investigar cómo aprende el ser humano.
El primer estudio en esta disciplina fue publicado en 1885, cuando el académico alemán Hermann Ebbinghaus realizó la primera investigación científica que explicaba por qué olvidamos la mayoría de lo que se nos enseña en la escuela —la llamada “curva del olvido”— y cómo este efecto puede contrarrestarse. Ciento cuarenta años después, este hallazgo sigue siendo profundamente relevante, aunque en gran medida desconocido.
La razón: el aprendizaje no ha sido parte central del objetivo de la escolarización. Hemos anclado el sistema a dos variables fija: el tiempo y el rendimiento académico.
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El tiempo nos obliga a que reduzcamos las materias y las personas a unidades de tiempo fijas a lo largo de su escolarización. Mientras, el rendimiento académico previene el aprendizaje profundo.
Seguimos viviendo, en efecto, en la era del olvido.
Hoy tendemos a creer que la tecnología puede resolver este problema (no saber u olvidar) porque tenemos todo el conocimiento del mundo accesible a través del internet.
Intuía esta tendencia y la había leído en varios estudios, pero quise investigar si podía replicarla empíricamente con una encuesta. Le preguntamos a más de 1,500 docentes a nivel mundial la siguiente pregunta: “prefiero desarrollar el pensamiento crítico y la creatividad de mis estudiantes que su memoria.” El 92% afirmo (verdadero).
Lo lamentable es que esto es imposible, y las razones suelen desconocerse. Este artículo presenta cinco argumentos científicamente respaldados que explican por qué el conocimiento es fundamental y constituye el prerrequisito de las habilidades más valoradas en la fuerza laboral moderna.
1.El conocimiento construye el pensamiento
Ya sea analizando literatura, resolviendo ecuaciones o evaluando políticas, los estudiantes piensan con conocimiento, no en el vacío.
El conocimiento se almacena en la memoria a largo plazo, y los expertos lo organizan en esquemas interconectados. No basta con enseñar a los estudiantes a “pensar críticamente” en abstracto: debemos desarrollar su comprensión de temas específicos.
Sin conocimiento, los estudiantes no pueden evaluar afirmaciones, ponderar evidencia ni resolver problemas de manera efectiva.
2.La automaticidad libera la mente
El camino hacia el pensamiento crítico está pavimentado con memoria y fluidez. La automaticidad—la recuperación sin esfuerzo de conocimientos fundamentales—libera espacio cognitivo para el análisis profundo.
Por eso, memorizar las tablas de multiplicar o el vocabulario no es un ejercicio “mecánico”; es esencial. Como argumentan Surma y sus colegas, liberar la memoria de trabajo permite que los estudiantes utilicen sus recursos cognitivos para el razonamiento complejo.
3.El conocimiento previo no es opcional
Las investigaciones de Willingham demuestran que los estudiantes no pueden aplicar estrategias de pensamiento si no poseen el conocimiento previo relevante. Él ofrece el ejemplo de pedir a los estudiantes que “consideren múltiples perspectivas”, una meta valiosa pero imposible de lograr sin una comprensión suficiente del tema.
Los docentes, por tanto, deben activar y ampliar explícitamente el conocimiento previo de sus estudiantes, ayudándolos a conectar la nueva información con lo que ya saben.
4.Las habilidades complejas requieren conocimiento específico
Durante décadas, las reformas educativas intentaron enseñar el “pensamiento de orden superior” (critico, creativo) como si fuera una habilidad independiente.
En 1983 el libro A Nation at Risk destaco un déficit en pensamiento crítico y analítico en E.E.U.U. lo cual provocó la proliferación de programas de pensamiento crítico en los años noventa. Estos fueron ineficaces porque pasaron por alto la importancia del conocimiento previo.
El académico Daniel Willingham (Universidad de Virginia) advirtió que estas iniciativas fracasarían. Hoy en día corremos un peligro similar, tango Willingham como los autores de Developing Curriculum for Deep Thinking (2025) destacan que el pensamiento crítico en ciencias no es el mismo que en historia o matemáticas. Estas habilidades dependen del contexto y son inseparables del conocimiento del contenido.
5.La comprensión lectora depende del conocimiento de fondo
La lectura también depende de la memoria. Los lectores fluidos tienen dificultades para comprender textos cuando carecen de conocimiento previo sobre el tema. Los estudios muestran que la comprensión mejora significativamente cuando los estudiantes ya saben algo sobre el contenido.
El vocabulario, la sintaxis y la capacidad de inferencia dependen del conocimiento almacenado. Las estrategias de lectura pueden ayudar, pero solo si existe suficiente conocimiento que activar desde el inicio.
En lugar de marginar el contenido en favor de competencias abstractas, las escuelas deberían centrarse en ayudar a los estudiantes a construir redes de memoria ricas y coherentes, mediante la instrucción directa, la práctica guiada y objetivos de aprendizaje bien secuenciados.
Al igual que la creatividad, el pensamiento crítico no es una habilidad que pueda enseñarse de manera aislada. Es un tipo de razonamiento que emerge cuando los tenemos algo sobre lo cual pensar. El pensamiento profundo comienza con el conocimiento profundo. Y el conocimiento profundo depende de la memoria.