Opinión de María José Bazo, presidenta del Clúster para Centroamérica Schneider Electric
Este mes se celebra el Día de Sobrecapacidad de la Tierra, una fecha crucial en el calendario ecológico global que destaca el desequilibrio creciente entre la demanda humana y los recursos disponibles del planeta. ¿Cómo se calcula? Es el resultado de una evaluación cuantitativa que rastrea cuándo el uso de recursos naturales por parte de la humanidad excede lo que la Tierra puede regenerar en un año completo.
La organización Global Footprint Network, que realiza los cálculos, compara la biocapacidad de la Tierra (cuánto puede regenerar el planeta) con nuestra demanda de recursos. El resultado de dividir la biocapacidad por la demanda humana se traduce luego en una fecha del calendario. Todo lo que sucede después de ese día (4 de agosto) y de ese mes se considera un “sobregiro ecológico", lo que significa que a partir de entones estaremos empleando más recursos ecológicos de los que la Tierra puede renovar en ese año.
Es decir que al 24 de julio de 2025 ya emitimos el carbono que teníamos permitido y a partir de entonces estamos sobrepasados, emitiéndolo de una manera más veloz que lo que la Tierra puede absorber. Los seres humanos están utilizando los recursos de la naturaleza a un ritmo 1.8 veces más rápido de lo que los ecosistemas de la Tierra pueden regenerar. Este año el Día de la Sobrecapacidad de la Tierra es el más temprano jamás documentado.
Es importante aclarar que no se trata solamente de las emisiones de carbono producidas por los seres humanos, sino que también abarca la explotación de los recursos ecológicos, incluyendo la tala de árboles a un ritmo mayor que su crecimiento, la sobre pesca, el uso de más agua dulce de la que se repone, todo lleva a un inevitable agotamiento del capital natural del planeta. Y esto se traduce en un empobrecimiento de los recursos naturales del planeta, con pérdida de biodiversidad, mayor contaminación del aire y de los océanos, el aumento de las temperaturas.
Cada una de estas consecuencias, a su vez, desencadenan procesos que inciden en el planeta y que aumentan la crisis climática que estamos atravesando. Más alteraciones en las temperaturas globales, desastres naturales que intensifican en inundaciones y sequías nunca vistas desde que tenemos registro, veranos cada vez más calurosos y húmedos e inviernos gélidos aún en zonas frías.
En este contexto, algo fundamental a tener en cuenta es que la fecha tiende a adelantarse cada año y eso es justamente porque estamos provocando un desequilibrio ecológico cada vez más acelerado y profundo. Y las consecuencias no son solo ambientales, sino también económicas y sociales, inseguridad alimentaria y energética, crisis de salud, mayores migraciones.
Es imprescindible realizar los cambios necesarios en la gestión ambiental para fortalecer la sostenibilidad del planeta y retrasar el Día de Sobrecapacidad de la Tierra. Para eso hay ciertas acciones que son claves: modificar nuestros sistemas energéticos, hacerlos más eficientes y más limpios, cambiar también el modo y las tecnologías con las que se producen los alimentos con el fin de reducir los deshechos, mejorar y hacer más sostenible la planificación urbana e incrementar la eficiencia en el uso de los recursos para reducir la huella ecológica global.
Actualmente, la huella de carbono constituye el 61 por ciento de la huella ecológica de la humanidad: hay que reducirla velozmente. En este escenario las empresas y las industrias tienen un rol fundamental para restablecer el impacto de la actividad humana en los ecosistemas: la implementación de métodos de regulación y medición son esenciales para reducir su huella ambiental. La incorporación de procesos inteligentes dentro de las industrias puede llevar a un ahorro del 30 y 50 por ciento de energía en edificios e industrias, respectivamente.
La energía desempeña un papel muy relevante en la crisis climática, dado que se estima que más del 80 por ciento de las emisiones globales de dióxido de carbono se deben a la producción y consumo de energía, mientras que 60 por ciento de ella se pierde o desperdicia. Por eso es importante transformar cada etapa de la cadena de valor de la energía, desde la generación (con producción de energía más limpia), la distribución (con microrredes cercanas a los puntos de consumo para facilitar el acceso), hasta la utilización (con medición y tecnología inteligente). Hoy, todo esto es posible a través de productos conectados, softwares, aplicaciones y soluciones que mejoran la eficiencia energética, generan ahorros y reducen las emisiones de dióxido de carbono.
Electricidad 4.0, una iniciativa que busca integrar lo eléctrico con lo digital a través de la incorporación de tecnología en los procesos energéticos, para facilitar y acelerar el reducir la huella de carbono industrial e inclusive ahorrar en costos de estas operaciones, es un ejemplo de acciones que las empresas pueden llevar a cabo para colaborar con la sostenibilidad del planeta.