Por Daniel Zueras - Estrategia & Negocios - Costa Rica
Donald Trump ha inaugurado un estilo de política internacional marcado por la agresividad verbal y la imprevisibilidad. Juan Luis Manfredi, catedrático de Periodismo y Estudios Internacionales en la Universidad de Castilla-La Mancha, señala en entrevista que “la estrategia de política internacional de Trump es un poco desconcertante porque ha dado un salto cualitativo. Lo que inaugura a partir del 20 de enero es un tono más agresivo en cuanto a la reivindicación y en cuanto a la autonomía de los países para tomar decisiones”.
Esta agresividad, sin embargo, es más retórica que real, y responde a las “3 P del populismo: provocación, polarización y protesta”.
La política exterior estadounidense bajo Trump se convierte en un ejercicio de transacción: “La diplomacia transaccional de Trump es una innovación, ¿porqué? Porque en realidad pone sobre la mesa que nuestras relaciones diplomáticas tienen un coste. Puede ser en la dimensión de seguridad, la dimensión económica, en la dimensión de presencia y protección. Y esa consideración de la diplomacia como un servicio ¿cuánto tienes, cuánto pagas?”.
El resultado es un debilitamiento de las normas internacionales y una mayor inestabilidad, pues “no hay reglas previsibles, donde los derechos humanos o la democracia liberal no están en el podio, sino que forman parte de la negociación”.
El repliegue de EEUU bajo esa lógica transaccional abre espacios para el avance de China y Rusia. Manfredi advierte: “Cuando hay un hegemón en el sistema, sabemos cuáles son las normas. Cuando hay dos hegemones: China y Estados Unidos, pues también sabemos cuáles son las normas. ¿Qué sucede si tú te retiras? Pues que tu rival va a ocupar ese espacio, como ya está sucediendo en América Latina y que tus socios tradicionales, como Europa o como Corea del Sur o Japón, se plantean: ‘si tú no me vas a dar cobertura me tendré que buscar otros socios’. Y eso genera inestabilidad”.
Ello implica un cambio doctrinal profundo: “Estados Unidos no quiere ser el hegemón global, no quiere hacerse cargo de la defensa en Alemania, en Taiwán o en Corea y pone precio a sus servicios. No porque se vaya a vender al mejor postor, sino porque considera que es injusto el modelo actual sobre el que estaba operando el sistema internacional”.
Esta renuncia al papel de garante global deja margen de maniobra a potencias rivales y erosiona la confianza de los aliados. El abandono del liderazgo global no sólo afecta la seguridad, sino que también transforma el comercio internacional: “En relación con el comercio, toda esta película del ‘Día de la Liberación’, en realidad es un modo de utilizar medidas coercitivas que proyectan poder en la economía internacional. Estas medidas coercitivas probablemente no consiguen el objetivo deseado”.
La imposición de aranceles y sanciones rompe el orden comercial y debilita la posición de EE UU, facilitando que otros actores ocupen el vacío. La imprevisibilidad se convierte en norma, y la capacidad de planificación estratégica, tanto para gobiernos como para empresas, se ve gravemente limitada. Una de las cosas más graves tal vez sea la pérdida de influencia por decisiones poco comprensibles. La administración Trump ha dado pasos claros para desmantelar el poder blando estadounidense, clave en la proyección global del país.
El cierre o debilitamiento de programas como USAID y la reducción de la cooperación internacional reflejan este cambio de paradigma. La lógica transaccional implica que la ayuda y la cooperación sólo se ofrecen a cambio de contraprestaciones directas, y no como parte de una estrategia de influencia o promoción de valores: “No está muy claro con qué gobierno se va a llevar mejor y con cuáles se va a llevar peor. La condición transaccional debilita mucho la capacidad para tomar decisiones”.
Este abandono del poder blando tiene consecuencias profundas para la imagen y la influencia de EE UU en el mundo: “Tiene un coste porque no queda muy claro cuáles son las alineaciones ideológicas”. La retirada de la cooperación, la falta de previsibilidad y la supeditación de los valores a intereses inmediatos debilitan la capacidad de EEUU para liderar y convencer, dejando el terreno abierto a otras potencias con estrategias más consistentes de proyección internacional.
VISIÓN SOBRE EL ISTMO
Centroamérica aparece en la agenda estadounidense casi exclusivamente bajo el prisma migratorio.
La presión sobre países como Panamá, Costa Rica y El Salvador se traduce en acuerdos para frenar migrantes y aceptar deportados, en esa lógica transaccional.
El del Trump 2.0 es un modelo “que no se basa en normas, no hay reglas previsibles, donde los derechos humanos o la democracia liberal no están en el podio, sino que forman parte de la negociación”. Esta política, advierte Manfredi, “debilita el propio libre comercio, porque se pone precio a todo y ese precio incluye: ‘o me haces caso o subo las tarifas o las cuotas o presiono paraque tu política exterior se alinee con mis intereses’”.
Esto es algo diferente al modelo de liderazgo global que venía imponiendo EEUU durante la segunda mitad del siglo XX. “Claro que tiene un coste, y es en términos de credibilidad y reputación en la zona”.
La estrategia de Donald Trump respecto al Canal de Panamá se caracteriza por una presión agresiva y pragmática, aunque fundamentalmente verbal. Como explica Juan Luis Manfredi, la estrategia de política internacional de Trump es un poco desconcertante porque ha dado un salto cualitativo.
“Estados Unidos tiene dos almas —afirma— una aislacionista porque no le gusta nunca saber lo que pasa fuera, pero al mismo tiempo tiene un alma imperialista.
Lo que Trump inaugura a partir del 20 de enero es un tono más agresivo en cuanto a la reivindicación y en cuanto a la autonomía de los países para tomar decisiones”.
Esta agresividad, sin embargo, suele ser instrumental: “Él consigue su objetivo con estas declaraciones estrambóticas y como es muy pragmático, una vez que ha conseguido sus objetivos (como que se revendan algunos de los activos a empresas norteamericanas que han debilitado el poder del chino en el Canal), pues el interés por la ocupación física de la vía oceánica, yo creo que disminuye”.
Así, la imprevisibilidad de Trump hace que la planificación estratégica sea casi imposible, pues sus prioridades pueden cambiar en cuestión de días. La amenaza de expulsar a Nicaragua del DR-CAFTA ilustra el riesgo de desintegración regional: “Cualquier tipo de debilitamiento de los tratados de libre comercio genera costes y lo novedoso del trumpismo, la parte donde nos choca a todos más, es que buena parte de las medidas que está tomando son inflacionarias”.
El impacto es doble: por un lado, se encarecen los productospor barreras artificiales; por otro, se debilita aún más una región ya fragmentada.
INCERTIDUMBRE PARA LAS EMPRESAS
El entorno para las empresas se vuelve especialmente hostil bajo el trumpismo. El uso de aranceles y sanciones como instrumentos principales de política exterior genera un clima de incertidumbre sin precedentes: “Tiene dos palabras claves ese coste. El primero es el coste de la incertidumbre, está disparado el índice. El análisis de Financial Times muestra cómo se dispara con la llegada de Trump el Índice de Incertidumbre, más aún que durante el COVID”.A esta incertidumbre se suma la extraterritorialidad; es decir, la pretensión de que las normas estadounidenses se apliquen a empresas de terceros países que tengan relación con EEUU.
“Extraterritorialidad significa que Trump quiere aplicar sus medidas a sus empresas y a las empresas que operen con empresas, aunque no estén dentro de su territorio.
Esto es difícil de asimilar y de ejecutar”.Manfredi sintetiza los desafíos empresariales en la “cuádruple D”: desglobalización, desregulación, desinformación y desorden. La suma de estos factores dificulta la toma de decisiones y la planificación estratégica, en un entorno donde el cambio de reglas es constante y la política exterior se convierte en un instrumento de presión económica.
ATAQUE AL PODER BLANDO
El clima de polarización y la lógica transaccional afectan también a las universidades estadounidenses, tradicionalmente polos de atracción de talento global y centros de excelencia científica.
Manfredi, que fue profesor en Georgetown, destaca cómo la visión estadounidense de América Latina es limitada y sesgada, y advierte sobre el riesgo de una universidad menos abierta y menos internacional. Casi todo es China.
La política migratoria restrictiva y la incertidumbre sobre visados y colaboraciones internacionales pueden erosionar el atractivo de las universidades estadounidenses, afectando a la investigación y a la captación de estudiantes extranjeros.
El cierre progresivo al exterior y la desconfianza hacia el cosmopolitismo científico forman parte de la “desglobalización” y el “desorden” que caracterizan la era Trump.
“Para mí; el ataque a las a las universidades junto al cierre de USAID, Voice of America, el estrangulamiento de World Bank, del Departamento de Estado, son medidas un poco complicadas de entender”, señala Manfredi. Y argumenta: “Puedo explicar los aranceles, aunque creo que sean erróneos o la medida de tax cuts and jobsact, me puede parecer bien o mal, pero le veo la lógica.
Todas estas medidas de ataque a tus puentes de poder blando son un error estratégico, no tiene vuelta atrás”. Manfredi apunta que para que Estados Unidos “pueda volver a ser great again”, necesita, sobre todo ,talento.
“Si no hay talento, es imposible generar negocio, industria, innovación”. Y lo ejemplifica en el caso de la Inteligencia Artificial,“ donde necesitas atraer el mejor talento disponible para mantener la distancia respecto de China, paraque sigas siendo el líder. En términos de reputación, muchos estudiantes internacionales dejarán de estar interesados en Estados Unidos, como ya ha pasado por lo menos dos veces, con el anterior período de Trump yen Inglaterra con el Brexit”.