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Centroamérica en el radar de las multinacionales

La evolución histórica de estos gigantes en Centroamérica refleja tanto los cambios globales como las transformaciones regionales. E&N lo ha documento a lo largo de 300 ediciones y este es un resumen.

2025-01-16

Por Daniel Zueras - Estrategia & Negocios

En las primeras décadas del siglo XX, la inversión extranjera en Centroamérica estuvo dominada por el modelo de “enclave”, principalmente a través de empresas estadounidenses como la United Fruit Company, concentradas en sectores primarios, especialmente en la producción bananera y la extracción de recursos naturales, con un patrón de dependencia económica que todavía influye en algunas dinámicas regionales actuales.

En 1960 entró en juego el Mercado Común Centroamericano (MCCA), que marcó el inicio de la industrialización por sustitución de importaciones, atrayendo inversiones orientadas al mercado regional. Las multinacionales (especialmente de EE.UU.) establecieron plantas manufactureras para aprovechar el mercado ampliado y las políticas proteccionistas de la época.

Los años 80 fueron la “década perdida”, con conflictos armados en varios países de la región, junto con la crisis de la deuda latinoamericana, que provocaron una significativa caída en la IED.

La década de 1990, con el fin de los conflictos armados y la implementación de reformas económicas neoliberales, la región experimentó una nueva ola de IED, con privatización de empresas estatales, desregulación de mercados y la apertura comercial. Las inversiones se diversificaron hacia sectores como telecomunicaciones, energía y servicios financieros.

Con la entrada del nuevo siglo emergió un nuevo patrón de IED vinculado a las cadenas globales de valor. La región comenzó a atraer inversiones en manufactura ligera, especialmente en el sector textil y confección, aprovechando acuerdos comerciales como el Tratado de Libre Comercio entre EE.UU., Centroamérica y República Dominicana (DR-CAFTA, por sus siglas en inglés).

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En la última década, hemos observado una diversificación aún mayor de la IED. Sectores como tecnología, energías renovables y servicios empresariales especializados han ganado protagonismo. Costa Rica, por ejemplo, ha logrado atraer inversiones en manufactura de dispositivos médicos y servicios tecnológicos avanzados, mientras que Panamá se ha consolidado como centro logístico y financiero regional.

El Triángulo Norte y Nicaragua, por su parte, no han conseguido sofisticarse tanto y la manufactura y el agro son piezas fundamentales de las multinacionales que trabajan en estos países.

Las tendencias históricas de inversión extranjera directa (IED) en Centroamérica reflejan cambios en la economía global, las políticas nacionales y los intereses estratégicos de las multinacionales.

IMPACTOS EN LA REGIÓN

La afluencia de multinacionales tiene un impacto significativo en las economías, tanto en términos económicos como sociales. En lo que se refiere al impacto económico, existe un claro crecimiento del PIB, ya que contribuye directamente al crecimiento al inyectar capital en sectores clave como manufactura, tecnología, agricultura y servicios.

Otros factores fundamentales son la generación de empleo, tanto directos como indirectos; la transferencia de tecnología, ya que las multinacionales traen consigo innovaciones y mejores prácticas; la diversificación de la economía hacia sectores de mayor valor agregado; y un incremento en la recaudación fiscal, ya que si bien algunos países ofrecen incentivos fiscales para atraer IED, las actividades económicas generan impuestos adicionales en términos de consumo, renta y comercio.

En el impacto positivo en la parte social, podemos encontrar mejoras en la educación y capacitación laboral, ya que muchas empresas multinacionales invierten en programas de formación para sus empleados; reducción de la pobreza gracias a la generación de empleos con ingresos más estables y mejores condiciones laborales; fomento de la igualdad de género, ya que han abierto oportunidades laborales significativas para las mujeres; mejoras en infraestructura,
debido a que determinados proyectos
asociados a la IED a menudo incluyen inversiones en carreteras, puertos, telecomunicaciones y energía.

También traen de la mano algunos aspectos negativos, como la desigualdad regional, ya que las inversiones tienden a concentrarse en zonas urbanas o específicas, dejando rezagadas áreas rurales y marginadas; una presión social y cultural, en caso de que las prácticas corporativas entren en conflicto con las costumbres locales; impactos en la salud pública y el medio ambiente en determinados proyectos de IED de ramos como la minería y la agroindustria, que han provocado conflictos debido a su impacto ambiental; precariedad laboral en determinados sectores, ya que aunque generan empleos, algunas multinacionales ofrecen condiciones laborales precarias o salarios bajos, un problema recurrente en zonas francas de países como Nicaragua y Honduras.

Lo que es incontestable es que, en las últimas dos décadas, las multinacionales han invertido significativamente en Centroamérica, aprovechando la ubicación estratégica, incentivos fiscales, zonas francas y una mano de obra competitiva.

Los sectores más destacados son tecnología y servicios compartidos (Amazon, HP, Intel...), manufactura textil (HanesBrands, Gildan Activewear...) y de dispositivos médicos(Medtronic, Boston Scientific, Baxter...), agroindustria (Dole, Chiquita, Del Monte, Cargill...), energía e infraestructura (AES Corporation, Enel Green Power...), comercio y consumo (Walmart, P&G, Unilever...), logística (DHL, Avianca) o finanzas y banca (Scotiabank, Citi, BAC Credomatic).

La ubicación estratégica y conectividad, una mano de obra competitiva y especializada, así como las zonas francas y tratados de libre comercio (mención especial para el DR-CAFTA) han posibilitado el desembarco masivo de las multinacionales a la región en las últimas décadas.

Y el destino, si bien con el foco en EE.UU., suele ser global. Nelson Montoya, quien era VP de logística y planeamiento de Dole Tropical Products Latin America, explicaba en la nota ‘Una “tormenta perfecta” afecta a las exportaciones en CA’ (E&N 199, julio - agosto de 2016): “Nosotros continuamos buscando mercados, nuestros equipos de especialistas en Norteamérica buscan oportunidades. Oriente Medio está abriéndose y es un mercado muy grande, suplido en el pasado por Filipinas. Creo que Asia es un mercado para crecer”.

COSTA RICA Y PANAMÁ

En la nota ‘Welcome, Mr. Smith’, publicada en la edición 164 de E&N (agosto - septiembre de 2013), Max Soto, por aquel entonces director del Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas de la Universidad de Costa Rica, argüía: “Las multinacionales han sido un medio importante de canalización de IED, que se ha realizado fundamentalmente por ese mecanismo”, transformando la estructura productiva en las últimas décadas, si bien reconocía que se dio mayoritariamente en Costa Rica y Panamá, mientras que en el resto del Istmo ha estado “muy dirigida a actividades de relativo bajo valor agregado y escasa sofisticación tecnológica”, donde importa (y mucho) el precio de la mano de obra.

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El éxito diferencial de Costa Rica y Panamá en la atracción de IED más sofisticada durante las últimas dos décadas refleja la importancia de las políticas de largo plazo y el desarrollo institucional.

Ambos países han construido ventajas competitivas distintivas basadas en la estabilidad política y la fortaleza institucional. Costa Rica ha invertido consistentemente en educación y desarrollo social (una política que ha comenzado a perder fuerza desde hace un tiempo), mientras que Panamá ha capitalizado su posición geográfica para desarrollar un ecosistema sofisticado de servicios logísticos y financieros.

Panamá ha aprovechado su ventaja geográfica para crear un ecosistema único.

La ampliación del Canal de Panamá en 2016 no solo aumentó la capacidad logística del país sino que también estimuló el desarrollo de servicios auxiliares sofisticados. El Centro Bancario Internacional y la Zona Libre de Colón han evolucionado para ofrecer servicios financieros y logísticos cada vez más complejos, atrayendo inversiones en fintech y servicios empresariales avanzados.

Eso sí, la atracción de IED ha caído en picada en el último quinquenio, pasando de un pico en 2018 de US$4.750 millones (cuando era líder destacado en la región) a US$2.014 millones en 2023, habiendo sido superado por Costa Rica (que cifró la IED en US$3.921 millones en ese mismo año).

La inversión en capital humano ha sido particularmente significativa en Costa Rica. El país ha mantenido una inversión sostenida en educación, representando consistentemente más del 7 % de su PIB. Esto ha creado una fuerza laboral bilingüe y técnicamente capacitada, especialmente atractiva para empresas en sectores como tecnología, servicios empresariales avanzados y dispositivos médicos. Empresas como Intel (cuya llegada allá por 1998 cambió el juego), Amazon y Boston Scientific han establecido operaciones significativas en el país, atraídas por la disponibilidad de talento especializado.

Amazon es un claro ejemplo. En Costa Rica encontró un lugar en el que estableces centros especializados de la más alta calidad, con centros de servicios remotos que ofertan desarrollo de software, servicio al vendedor, o prevención y monitoreo de fraude. La portada de la edición 179 ‘Los secretos de Amazon’ (noviembre - diciembre de 2014) así lo reflejaba. Su entonces líder en el país, Alejandro Filloy, explicaba que “nuestro crecimiento ha sido impulsado por las necesidades internas de Amazon y el alto nivel de talento que hemos podido encontrar en Costa Rica”. Y es que la operación arrancaba en 2008 con 84 personas y actualmente ocupa a cerca de 15.000 trabajadores.

Además, los empleos de empresas de Zona Franca (donde también tenemos que incluir los dispositivos médicos, el principal bien de exportación en la actualidad de Costa Rica) son, por lo general, de mayor calidad.

La nota sectorial sobre Centros de Servicios ‘Costa Rica responde al mundo’ (E&N 196, abril - mayo de 2016) explicaba que, según un estudio de la Promotora de Comercio Exterior, “los salarios de las zonas francas son un 80 % superiores a los del promedio nacional (US$1.480 mensuales frente a los US$814 fuera de la misma). Y si hablamos de los centros de servicios compartidos (CSC, que están incrustados en régimen de zona franca), la ganancia mensual promedio en 2014 era de US$1.790”.

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