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IA y propiedad intelectual: el dilema de la autoría en plena era algorítmica

La distinción entre computación y conciencia es clave para entender por qué los debates legales sobre la propiedad de la inteligencia artificial siguen sin resolverse.

2025-11-25

Por revistaeyn.com

En medio del avance acelerado de la inteligencia artificial (IA), un debate crucial vuelve a escena: ¿de quién son realmente las creaciones generadas por sistemas capaces de producir imágenes, textos, música o incluso avances científicos? Esta discusión —que combina ciencia, derecho y filosofía— está lejos de resolverse, y según expertos del Foro Económico Mundial, lo que definamos ahora marcará el futuro de la creatividad y el entendimiento mismo de qué significa ser autor.

Aunque hoy la IA parece desenvolverse con soltura creando obras visuales o diseñando moléculas para nuevos fármacos, surge una interrogante básica: ¿puede una máquina ser considerada “creadora”? La respuesta, por ahora, se inclina hacia el no, y la razón central tiene que ver con un concepto tan antiguo como escurridizo: la conciencia.

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Las teorías contemporáneas sobre la experiencia subjetiva —desde el Global Workspace hasta el Attention Schema— sostienen que la conciencia implica autoconocimiento, unidad perceptiva e intencionalidad. Los sistemas actuales de IA, por sofisticados que sean, operan mediante cálculo y análisis de patrones, pero no exhiben emociones, vivencias ni un “yo” que acompañe las decisiones. Esa separación entre procesamiento y experiencia interior es el eje que sostiene la postura jurídica dominante: sin conciencia, no hay autoría.

Y es justamente en el terreno legal donde esta distinción se ha vuelto determinante. La arquitectura global de propiedad intelectual se construyó pensando exclusivamente en seres humanos. Las teorías clásicas —desde el derecho natural hasta la visión utilitarista o la teoría de la personalidad— asumen que solo una persona puede crear, innovar y atribuir sentido a una obra. Bajo esas premisas, los jueces han sido claros.

En 2023, el máximo tribunal del Reino Unido reafirmó que una IA no puede figurar como inventora en solicitudes de patentes. Y en materia de derechos de autor, acuerdos millonarios como el alcanzado con Anthropic por utilizar contenido protegido para entrenar modelos demuestran la insistencia del sistema jurídico en preservar la autoría humana.

Al mismo tiempo, la frontera no deja de difuminarse. Casos como el del ingeniero que afirmó que un chatbot de Google mostraba señales de sensibilidad ilustran cómo la apariencia de razonamiento o autodescripción puede confundir a usuarios y desarrolladores por igual. Para muchos filósofos y neurocientíficos, este tipo de reacciones evidencia más nuestras expectativas que una verdadera conciencia artificial.

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Mientras tanto, crece la pregunta sobre cómo debería transformarse la ley ante tecnologías que amplifican la capacidad creativa humana sin sustituirla. Algunos especialistas sugieren modelos híbridos de propiedad o nuevos esquemas de responsabilidad, aunque por ahora el consenso mantiene que la titularidad debe seguir en manos de personas reales.

El desafío que viene no es solo técnico o jurídico. Es una reflexión colectiva sobre cuánto valor concedemos a la creatividad humana en tiempos donde las máquinas producen, pero no sienten. Las decisiones que tomemos hoy definirán cómo entendemos la autoría, la innovación y la identidad en las próximas décadas.

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