Por revistaeyn.com
La primera mitad de 2025 dejó al dólar estadounidense protagonizando su peor desempeño semestral desde principios de los años setenta.
El índice del dólar, que mide su cotización frente a una canasta de monedas relevantes, se desplomó alrededor de 10,8 % desde enero, ubicándose en su nivel más bajo desde febrero de 2022 y registrando la caída más pronunciada para un primer semestre desde 1973, reporta S&P Global.
Este retroceso se ha visto alimentado por una mezcla de aranceles, crecientes interrogantes sobre la independencia de la Reserva Federal, el aumento de la deuda pública y temores de un repunte inflacionario.
Según Derek Halpenny, director de investigación de MUFG Bank, la volatilidad proviene tanto de incertidumbres en la orientación de la política comercial como de un estilo errático en la formulación de las medidas económicas.
En términos de tipo de cambio real efectivo —que pondera el valor del billete verde según su rendimiento frente a múltiples divisas y ajusta por inflación— el dólar todavía cotiza un 15 % por encima de su promedio histórico desde 1973. Este desequilibrio sugiere “espacio de sobra para que continúe su declive”, en palabras de Halpenny.
Además, desde que el presidente Donald Trump asumió su segundo mandato, la divisa americana ha perdido valor frente a todas las monedas del grupo G10, con caídas próximas al 10 % frente al dólar neozelandés, la corona noruega y el yen japonés.
VARIOS RIESGOS PARA EEUU
Elias Haddad, estratega macro de Brown Brothers Harriman, advierte que el notable deterioro del dólar se produce en un contexto de creciente riesgo de estancación con inflación elevada (stagflación), debilitamiento de la confianza en las políticas comerciales, fiscales y de seguridad de EEUU, y presiones políticas que buscan influir en las decisiones de la Fed. Aunque la moneda no perderá de un día para otro su condición de reserva mundial o refugio para inversores globales, estos factores configuran un “lastre estructural” que podría acelerar su declive.
En este escenario de erosión, se prevé que el euro, el renminbi chino y el oro ganen protagonismo como activos de reserva alternativos en los próximos meses, indica S&P Global.
La trayectoria del dólar en el corto plazo dependerá en gran medida de los datos del mercado laboral estadounidense, según Francesco Pesole, estratega de divisas en ING. De materializarse una caída significativa en las cifras de empleo, los mercados verían confirmadas sus apuestas de relajación monetaria, lo que presionaría aún más al billete verde.
No obstante, Pesole apuesta a que la desaceleración será paulatina y adelanta que un repunte inflacionario derivado de los aranceles podría obligar a los inversores a descartar un recorte de tipos en septiembre.
Por su parte, Jane Foley, directora de estrategia de divisas en Rabobank, señala que cualquier señal de que la Reserva Federal mantiene su autonomía frente a presiones políticas podría ofrecer un soporte momentáneo al dólar. Asimismo, si los indicadores económicos superan las expectativas, se abriría la puerta a repuntes de corto plazo mediante operaciones de cobertura inversora.
Aun así, la fortaleza de la economía doméstica no está garantizada. Halpenny recuerda que, aunque no se puede descartar un rebote —“la economía de EE. UU. sigue sorprendiendo a los pronosticadores”—, el bajo ánimo de los consumidores, el agotamiento de los ahorros acumulados tras la pandemia y la falta de impulso al gasto auguran mayores dificultades para sostener al dólar en la segunda mitad del año.