Por Gabriela Origlia - Estrategia y Negocios
A medio año de su llegada a la Casa Blanca, la política comercial exterior de Donald Trump es zigzagueante. Comenzó imponiendo altos aranceles a los principales proveedores de Estados Unidos — China, México, Canadá y la Unión Europea— lo que generó tensiones significativas en el comercio internacional.
La reacción negativa de los mercados y la caída de su popularidad hicieron que fuera avanzando en algunos acuerdos y bajando la carga.
Al cierre de esta edición, Trump anunció un inesperado acercamiento al gobierno de Xi Jinping. Aunque ahora parece más calmada la línea de fuego Washington-Beijing, la guerra arancelaria continúa generando incertidumbre en Centroamérica y el Caribe, una región altamente dependiente del intercambio con Estados Unidos.
Desde el 5 de abril le rige un “arancel recíproco” del 10 % a la mayoría de los productos provenientes de los países de la región, con la excepción de Nicaragua, que enfrenta una tarifa del 18% debido a tensiones políticas con el régimen de Daniel Ortega.
La medida afecta a exportaciones clave como banano, café, textiles y dispositivos médicos, pilares fundamentales de las economías de Guatemala, Honduras, El Salvador y Costa Rica.
A pesar del Tratado de Libre Comercio entre República Dominicana, Centroamérica y Estados Unidos (DR-CAFTA), los gobiernos privilegian la estrategia de negociaciones bilaterales en lugar de una regional con la Administración Trump. Además de lo económico, por supuesto, está el desafío adicional para la agenda que implica la migración.
En este contexto, China viene profundizando su acercamiento a la región y a toda Latinoamérica. La oferta de créditos es una de las herramientas. De hecho, durante la última reunión entre China y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en Pekín, el presidente Xi Jinping propuso una cooperación más profunda, destacando la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, a la cual ya adhirieron 20 de los 33 países de esa comunidad.
CENTROAMÉRICA DEBE DECIDIR ENTRE CHINA O ESTADOS UNIDOS
Experto en Relaciones Internacionales y docente de la Universidad Nacional de Costa Rica, Carlos Cascante Segura plantea a E&N que si bien Centroamérica es “importante” tanto para Estados Unidos como para China, lo es “en forma diversa”.

En el primer caso, además de haber una historia compartida y cercanía geográfica, hay un intercambio comercial más voluminoso y migración.
Con China, en cambio, es “muy temprana; en algunos casos no llega a diez años, y es más puntual. Se ha concentrado en obras de infraestructura específicas y, además, no tiene un tema migratorio que le genere inseguridad y preocupación, lo que sí le pasa a Trump que tiene más capacidad de presión sobre la región”.
Hay millones de centroamericanos que trabajan en EEUU, desde donde giran remesas a sus países, que en casos como los de El Salvador, Honduras y Guatemala alcanzan hasta 20% del PIB.
Hoy ese flujo también está sometido a presión por el proyecto de impuesto a las remesas (1%), que fue aprobado por la Cámara de Representantes y ratificado por el Senado estadounidense.
Cascante Segura subraya que los países “no están actuando como Centroamérica, negocian con una visión bilateral y la estructura de integración regional no pesa tanto”.
En esa línea desgrana que Costa Rica, Panamá y Guatemala eligieron el “acercarse” a Estados Unidos mientras que Nicaragua tiene una posición absolutamente diferente marcada por el antagonismo político.
“Honduras está en un camino intermedio —agrega— y El Salvador usa su capacidad de aceptar a las personas que Estados Unidos no quiere. Las estrategias varían por países”.
La referencia a El Salvador remite a que el presidente Nayib Bukele cerró un convenio bilateral con Trump, que en marzo permitió la deportación de 261 extranjeros a una mega cárcel salvadoreña (el Centro de Confinamiento del Terrorismo, conocido como CECOT).
Según reveló CNN en base a documentos, EEUU aprobó US$15 millones en fondos para asuntos exteriores y, hasta finales de abril, giró a El Salvador unos US$5 millones en forma de subvención.
A criterio de Cascante, los gobiernos centroamericanos deben incrementar la capacidad diplomática en Washington y Beijing.
“Hay que leer los signos de los tiempos y valorar posibilidades. Para Centroamérica, el peso económico de Estados Unidos es inmenso. Eso no implica que no puedan poner sobre la mesa que la región volvió a ser vista y se pueden ampliar los lazos de cooperación. Es un momento crítico”.
INTERESES ECONÓMICOS
Sin duda. Los vínculos entre EEUU y Centroamérica son indisolubles. Desde la región se exportan textiles y confecciones (principalmente de Honduras, El Salvador y Nicaragua); productos agrícolas como café, banano, azúcar y frutas tropicales; dispositivos médicos y otras manufacturas, especialmente desde Costa Rica.
Estados Unidos, a su vez, vende a la región bienes de consumo, maquinaria, productos farmacéuticos, vehículos y alimentos procesados.
En el ejercicio 2024, la región exportó al mercado estadounidense poco más de US$31.001,3 millones, frente a importaciones que superaron los US$44.648,6 millones (US$13.647 millones a favor de EE.UU).
Sólo Costa Rica y Nicaragua tienen una balanza a favor, mientras que El Salvador, Honduras, Guatemala y Panamá son importadores.
El economista hondureño Obed Alonso García sostiene que la postura arancelaria de Trump tiene, también, un corte geopolítico.
“Busca influenciar las posiciones de Centroamérica y toda Latinoamérica para que adopten medidas restrictivas en materia de migración y de control de drogas, como el fentanilo”.
Incluso, enfatiza que los gobiernos deberían haber previsto la situación que se da, no solo por los anuncios de campaña, sino porque en su primer mandato fue “muy enfático en lo que ahora ejecuta”. De fondo, apunta, también está el déficit de la balanza comercial estadounidense y la reducción de gastos que puso en marcha el republicano.
El economista José Luis Arce, director de FCS Análisis & Estrategia de Costa Rica, subraya que los aranceles crean “muchas distorsiones económicas”, como reducir el ingreso real de las familias, aumentar los costos de producción, achicar el intercambio comercial y afectar la asignación de los recursos productivos.
“Dada la complejidad de las cadenas de valor, pueden generar efectos en cascada y afectar varias veces el valor de los bienes importados”, añade.
CADENAS DE SUMINISTRO DE CENTROAMÉRICA
Otro factor que marcan los especialistas es que en el marco del nearshoring (reconfiguración de las cadenas de suministros que aceleró la pandemia), empresas estadounidenses relocalizaron en la región la producción industrial ligera (textiles y electrónicos).
Centroamérica ofrece, además de proximidad, mano de obra más costo-eficiente. Esas características coinciden con el interés de Estados Unidos de fortalecer esas cadenas de valor para reducir su dependencia de Asia.
No hay que perder de vista que Estados Unidos es el mayor inversionista en Centroamérica en sectores como infraestructura, banca, telecomunicaciones, turismo y manufactura.
“Estábamos en una fase de recuperación cuando con (Joe) Biden se avanzó en el nearshoring. México y Costa Rica fueron los que más captaron de ese movimiento —detalla Alonso García—. El resto, menos. Honduras y Nicaragua quedaron más atrás en la atracción de inversiones. La postura asumida por Trump corta ese flujo, implica un retroceso, incrementa el costo de inversiones fuera de Estados Unidos y, además, afecta a las remesas”, enumera Alonso García.
Ricardo Barrientos, director ejecutivo del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (ICEFI), insiste en que los aranceles frenarán los avances hacia un comercio libre, aunque admitió que todavía es muy temprano para medir los impactos exactos en la región. Sí reconoce que es necesario revisar el Sistema Arancelario Centroamericano (SEC) para comprender cómo estos aranceles afectarán a los distintos sectores productivos que exportan a Estados Unidos.
En diálogo con E&N, reconoce que el arancel del 10 % “ya está golpeando a sectores específicos y los consumidores estadounidenses pagan más por los productos. Los fabricantes no pueden hacer una transferencia total de los mayores costos y están absorbiendo una parte”. Grafica esa situación —que varía de país a país— con los productos agrícolas no tradicionales en Guatemala.
Barrientos subraya que, por el comportamiento “errático” que viene mostrando Trump, todavía es muy pronto para saber la posición relativa de Centroamérica respecto a otros competidores. “No hay que hacer un análisis aislado porque se depende de lo que pase en otros mercados. Hay que seguir de cerca las negociaciones con México, porque si queda con un arancel menor al 10 %, Centroamérica sale claramente perjudicada. Si hay una reacción temperamental de Trump y es superior, puede tener ventajas la región”, aporta.
Otro caso concreto que menciona es el del café. Vietnam, que redujo sus costos de producción, está vendiendo a Estados Unidos y es una “competencia fuerte” para los cafetales guatemaltecos. Si ese país asiático quedara con menos aranceles, lograría una “ventaja inmediata, porque Guatemala no puede cambiar tan fácilmente su estructura productiva”.
El DR-CAFTA estableció períodos de desgravación arancelaria progresivos desde su entrada en vigor, que fue en 2006 en la mayoría de los países y en 2009 en Costa Rica. Los plazos eran de cinco, diez, 15 y hasta 20 años para los productos más sensibles, especialmente en el área agrícola. En este 2025 se cumple el lapso máximo.
Por el acuerdo, el 80 % de las exportaciones industriales de EEUU a Centroamérica quedaron libres de carga de manera inmediata. Lo mismo ocurrió con casi todos los productos textiles y de confección que cumplían las reglas de origen (por ejemplo, uso de hilado de EEUU).
En aquellos en los que la desgravación es gradual, se permiten cuotas anuales de importación a tarifa cero. Cada país negoció exclusiones o desgravaciones muy lentas para productos particularmente sensibles para su economía. Si bien Trump no canceló el DR-CAFTA, aplicó “una reinterpretación unilateral del comercio internacional”, explica el economista Marcelo Elizondo.
En diálogo con E&N, Elizondo apunta como ejemplo el caso del T-MEC con México y Canadá (nuevo nombre del NAFTA desde 2018), donde negoció país por país y terminó manteniendo temporalmente el 0% para los productos incluidos, mientras los aumentó para los que están afuera.
Para Alonso García, el DR-CAFTA debería ser útil a la región “para negociar como bloque, buscar una excepción arancelaria o al menos disminuir la tarifa aplicada”. El economista sostiene que se requiere de una “consolidación” e indica que “las gremiales empresarias podrían sumarse con una posición firme, haciendo ver los efectos negativos y el impacto que las medidas de un socio estratégico podrían tener en la actividad y en el empleo”.
Por otra parte, manifiesta que la actual coyuntura abre una “oportunidad” para fortalecer el mercado regional y así “menguar el efecto negativo que los aranceles pueden tener. El segundo gran mercado es la propia Centroamérica”, recuerda.
También Ricardo Barrientos, del ICEFI, insta a los gobiernos de la región a realizar análisis concretos para entender las posibles repercusiones macroeconómicas y considerar estrategias para mitigar sus efectos negativos.
“Lo aconsejable y sensato es hacer un programa de integración económica regional”, sostiene.
Aunque, reconoce que hay condicionantes de índole política: “Nicaragua, que atraviesa una situación excepcional, está más cerca del bloque de China y Rusia. Los otros países se mueven más del lado de Estados Unidos. Otra vez, hemos vuelto a usar un lenguaje decimonónico, del siglo pasado”, explica.
Respecto del vínculo entre la región y China, Alonso García graficó con lo sucedido cuando en 2023 Honduras rompió relaciones diplomáticas con Taiwán y las estableció oficialmente con China. Entonces la actividad camaronera sufrió mucho, no solo en el primer eslabón sino en toda la cadena. “Se requiere de un análisis estratégico —ratifica—.
Hay que ver cómo podemos sustituir bienes o sumar otros socios comerciales para los que la región tenga potencial productivo. Para toda esa dinámica se necesitan políticas públicas bimonetarias efectivas y el esfuerzo organizado de privados, gobiernos y sociedad”.