Por revistaeyn.com
La revolución de la inteligencia artificial (IA) está entrando en un momento decisivo. Así lo advierte Goldman Sachs en su más reciente análisis, en el que señala que la actual fiebre inversora, el crecimiento del crédito y la interconexión entre las grandes tecnológicas comienzan a configurar un escenario que recuerda a los ciclos previos de burbujas financieras.
El banco estadounidense sostiene que aún no se ha alcanzado un punto de ruptura, pero ya se observan señales de sobreinversión y desequilibrio en los retornos. De acuerdo con el informe, este tipo de fenómenos suele seguir una secuencia reconocible: primero llega la disrupción tecnológica —en este caso, el auge de la IA generativa—, que dispara el gasto en semiconductores, centros de datos y energía. Luego se desata el frenesí inversor, donde empresas de todos los sectores buscan asegurar capacidad de cómputo y contratos a largo plazo con gigantes como Nvidia o los grandes proveedores de nube.
El tercer momento, el más peligroso, es la “euforia autorreflexiva”: los precios suben impulsados por más inversión y endeudamiento, creando un círculo que distorsiona la contabilidad y confunde ingresos genuinos con acuerdos de financiación cruzados. En ese punto, explica Goldman, el sistema se vuelve frágil y vulnerable a un giro abrupto.
El banco identifica el umbral de riesgo cuando el flujo de caja libre empieza a deteriorarse, las recompras de acciones o dividendos se reducen y las compañías reemplazan su capital operativo con deuda. Si esos factores coinciden, la burbuja deja de ser una hipótesis para convertirse en un hecho.
Aún no explota, pero el riesgo crece
Según Goldman Sachs, la situación actual difiere de la de finales de los noventa. Las grandes tecnológicas —el grupo conocido como las Magnificent 7— muestran balances sólidos, altos márgenes operativos y flujos de efectivo que respaldan sus valuaciones. El mercado de capitales, además, mantiene cierto grado de prudencia: no se observa la euforia generalizada que caracterizó la era puntocom.
Sin embargo, en el ámbito privado la presión aumenta. Las startups de IA se financian a valuaciones mucho más altas que sus pares cotizadas, un síntoma temprano de desalineación entre expectativas y fundamentos. A esto se suma la creciente dependencia del crédito y de emisiones de deuda para mantener el ritmo de inversión.
El analista financiero Leandro Monnittola advierte que “la sobrevaloración en las tecnológicas líderes es evidente, especialmente en compañías como Nvidia, cuya capitalización bursátil ya supera los US$5 billones”. Según explica, “el S&P 500 se ha vuelto cada vez más dependiente del desempeño de un puñado de empresas, lo que aumenta la fragilidad del mercado”.
Goldman también señala un patrón preocupante: la “circularidad” de ingresos entre fabricantes de chips, servicios de nube y desarrolladores de modelos de IA. Se trata de empresas que invierten unas en otras, firman contratos de precompra y se financian con deuda respaldada en esos mismos acuerdos. Un esquema que recuerda, según el banco, al colapso de las telecomunicaciones del año 2000.
El economista Pablo Das Neves sostiene que el mercado atraviesa una fase de “vulnerabilidad más que de pánico”: “Hay utilidades reales, pero los precios reflejan demasiado optimismo. Si las ganancias no llegan al ritmo esperado, la corrección podría ser inevitable”.
En su escenario más optimista, Goldman calcula que la IA podría generar hasta US$20 billones en valor económico en Estados Unidos. Pero advierte: si la prometida mejora de productividad no se materializa, el sistema enfrentará una etapa de desapalancamiento y caída de precios.
Con información de iPro UP