Por Pablo Balcáceres / Alejandra Ordóñez- Estrategia & Negocios
Olivia White, Socia Senior de McKinsey y directora del McKinsey Global Institute, sostiene que el sueño de elevar la productividad es alcanzable para los países, sin importar su tamaño.
Para los países de todo tipo, desde los grandes hasta los pequeños, hay tres impulsores del aumento de la productividad: el primero es la inversión, el capital; el segundo, la calidad o la formación y las habilidades de la mano de obra; y el tercero se relaciona con la tecnología y los procesos.
“La inversión, tanto en los países grandes como en los pequeños, es el principal motor del crecimiento real de la productividad. Por eso, incluso para los países pequeños, la inversión en las áreas en las que se cree que se puede estar más centrado y tener más posibilidades de mejora sigue siendo realmente crítica”, analiza White.
La clave para elevar la productividad pasa por combinar inversión inteligente, adopción tecnológica y la cooperación. La inversión en infraestructura y tecnología son pilares para mejorar la productividad de la región.
“La infraestructura es un multiplicador de la productividad y lo ha sido en todo el mundo. Esto significa infraestructura urbana, significa infraestructura de transporte, significa infraestructura digital. Y todo eso requiere una inversión inicial, pero si una ciudad funciona mejor, si la gente puede moverse más rápido, si tiene herramientas digitales, banca digital, pagos digitales, si puede estar en línea, si puede usar el teléfono, todo eso mejora la productividad”, analiza White.
GESTIÓN DE TALENTO
La profesional llamó a no perder de vista que la población mundial, sobre todo en los países desarrollados, está envejeciendo, lo que necesariamente aumenta las presiones para producir más con menos fuerza de trabajo.
“Si la tasa de fecundidad es mayor a 2.1, la población se mantiene constante. Si es menor, la población comienza a reducirse”, advierte White, para quien esta tendencia obligará a los países a depender más de la innovación y la tecnología para compensar la reducción de la fuerza laboral.
“La productividad no ha aumentado mucho en América Latina. En parte, eso ha sido ocultado por el hecho de que ingresaron a la fuerza de trabajo personas que nacieron en 1965, cuando las tasas de fertilidad eran de cinco o seis. Eso va a desaparecer. Esa marea va a retroceder y la productividad tiene que subir”, anticipa la experta.
En ese contexto, la fuga de talentos y la emigración de trabajadores altamente capacitados afecta a muchas economías en desarrollo. White señala que la mejor manera de retener el talento es generar empleos bien remunerados y con estabilidad laboral.
Ante sí, la región tiene varias áreas por optimizar; entre ellas su capacidad para cerrar la brecha digital, aprovechar sus recursos naturales con un enfoque en valor agregado y mejorar la integración económica regional. Además, la inversión en infraestructura y educación será crucial para asegurar un crecimiento sostenido.
Otra área clave es la propiedad intelectual. América Latina es un gran importador de propiedad intelectual, pero su nivel de exportación es bajo, lo que indica una dependencia de la innovación extranjera.
White sugiere que la región debe enfocarse en generar su propia propiedad intelectual y mejorar la capacidad de aprovechar la tecnología globalmente disponible.
La energía también juega un papel fundamental en la productividad de la región. América Latina ha visto un rápido crecimiento en este sector, especialmente en el comercio de fuentes renovables. “En términos de energía, casi el 20% tanto de las reservas probadas de petróleo como del potencial de irradiación solar están aquí (en Latinoamérica).”
Sin embargo, este potencial debe gestionarse adecuadamente para que la región no sólo se limite a la extracción de recursos, sino que también desarrolle capacidades de refinamiento y manufactura.