Por Claudia Contreras - Estrategia & Negocios
Las mujeres tienden a reinvertir hasta el 90 % de sus ingresos en sus familias y comunidades, lo que tiene un efecto multiplicador en el bienestar general, impulsando a su vez el desarrollo local y nacional.
“Cuando las mujeres tienen la oportunidad de liderar, traen consigo perspectivas diversas que conducen a
soluciones más inclusivas, centradas en las personas y orientadas al bienestar colectivo (...) Invertir en mujeres significa promover un modelo económico más justo, ético y sustentable”, afirma Priscila Chaves, líder de estrategia global de Innovación y Ecosistemas para Cargill Food.
Apostar por la equidad implicaría obtener un retorno millonario en América Latina. Los datos así lo advierten: “Si se invierte un mínimo de 25 % más en cuanto a las metas que hay para alcanzar la igualdad de género, se esperaría un retorno de por lo menos US$1.000 millones en el PIB para Latinoamérica”, alerta Elena Aguilera, de GWI. El impacto es profundo.
La base de sustentación de tal proyección es que las mujeres controlan unos US$40.000 millones del gasto en consumo mundial; es decir, 85% del gasto mundial de los hogares, según UN Women.
Esta tendencia se debe principalmente a la importancia creciente de la jefatura femenina en muchos hogares, donde son ellas las decisoras de los gastos familiares. A pesar de tamaña influencia en el consumo, y de que el 37 % de las empresas en el sector formal (a escala global) pertenecen a mujeres, éstas sólo reciben el 2 % del capital de riesgo, indica UN Women.
Aunque persisten las brechas en la asignación de recursos, lo cierto es que las mujeres hoy son agentes económicos determinantes, ya sea como clientas, proveedoras del hogar, ejecutivas, profesionales independientes o propietarias (emprendedoras o grandes empresarias).
Y ejerciendo esos roles, generan un efecto multiplicador con alto impacto social .¿Cuál debiera ser, entonces, la próxima posta en la carrera por alcanzar la equidad? Como señala Cepal en varios estudios: obtener una real “autodeterminación económica”. Esta es una meta integral y compleja que no sólo significa paridad de acceso y control de recursos, sino también de activos, tiempo, salud y conocimientos.
La tarea que sigue es intensa. “La resiliencia será la clave para convertir las resistencias en oportunidades para redefinir el futuro del trabajo, del liderazgo y de las industrias en general”, sostiene Chaves. En resumen, Aguilera concluye que “invertir en las mujeres genera sociedades más educadas y saludables; y el conjunto de esto nos genera más desarrollo”