Por Pablo Balcáceres & Luis Alberto Sierra – Revista Estrategia & Negocios
Las economías centroamericanas se han transformado transmitiendo vibras dinámicas para el crecimiento del sector financiero.
El PIB per cápita en la región se ha duplicado o triplicado desde el año 2000, dependiendo el país que se mire. El que creció menos, Nicaragua, lo hizo en magnitud de 105 % de US$996,9 a US$2.045,5. En Panamá incrementó 256 %, de US$4.099 a US$14.617,6, en datos del Banco Mundial.
Lo mismo aplica para los niveles de inversión extranjera directa, en donde Costa Rica mostró un salto desde niveles de US$667 millones en el 2000 a US$3.231 millones en 2021, según las cifras de la Secretaría Ejecutiva del Consejo Monetario Centroamericano (Secmca).
Estas dinámicas, más la apertura comercial y el crecimiento poblacional, facilitan la expansión financiera de los bancos y los mercados financieros. Para dimensionar cómo ha evolucionado, E&N trae a sus lectores los Ranking de Bancos 25 Aniversario.
Para el cálculo, E&N tomó las cifras del primer ranking de bancos publicado en mayo de 1999 (con cifras 1998) y el más reciente.
Si comparamos ambos puntos en el tiempo, ¿cuánto ha crecido cada banco? Basado en el período mencionado, queda evidente el empuje incansable de los bancos guatemaltecos y costarricenses desde 1998 a 2022, que ocupan los primeros lugares.
Banco Industrial de Guatemala creció un promedio de US$737,5 millones en activos por cada año transcurrido. Así, en 1998 sus activos rondaban los US$500 millones y en 2022 ascendieron a US$18.196,3 millones, un crecimiento anual compuesto de 16,2 %, esto quiere decir lo que habría crecido a un ritmo constante.
Siempre en esta retrospectiva histórica, Banrural sumó un promedio de US$535 millones en activos cada año, gracias a que logró el mayor crecimiento anual de esta medición: +21 %. En 1998 tenía unos US$123,8 millones en activos y el año pasado reportó US$12.963,7 millones.
En tercero va Banco Nacional de Costa Rica, que en la retrospectiva contabilizaba unos US$1.850 millones en activos y hoy posee US$13.155,7 millones, un avance de US$471,1 millones anuales.
Por otro lado, al revisar las variaciones porcentuales anuales más notables, destacan Scotiabank de Costa Rica (+19,2 %), Banco de los Trabajadores de Guatemala (+17,5 %), BAC San José (+16,5 %) y Banco Agromercantil de Guatemala (+14,6 %).
La competencia reñida entre FICOHSA y Atlántida en Honduras se refleja con viveza en este ranking de 25 Aniversario: el primero robusteció sus activos a un ritmo de US$274,9 millones por año (+14,4 % en promedio anual); y el segundo, en US$241,9 millones (+13% en promedio anual).
El modesto crecimiento de la economía salvadoreña a lo largo de estas dos décadas se nota en el desempeño bancario. Banco Agrícola creció US$164,7 millones por año (+5,2 % promedio). Banco Promerica lo hizo al 10,7 %, el mayor ritmo en ese mercado. Panamá tiene ranking por separado debido a las características que le posicionan como centro financiero internacional.
En este país resalta el desempeño de cinco instituciones: Banco General, que cada año adicionó US$647,5 millones a sus activos; el Banco Nacional de Panamá (+US$462,7 millones), BAC International Bank (+US$427,1 millones, Banistmo (+US$401,5 millones) y Global Bank (+US$353,4 millones).
TRANSFORMACIÓN BANCARIA
En retrospectiva, el primer ranking bancario centroamericano de E&N por activos lo ocupó Banco Nacional, con activos de US$1.850 millones en las cifras a septiembre de 1998 y publicadas en la edición de mayo de 1999.
La banca salvadoreña era sinónimo de regionalización por aquellos años. Banco Agrícola y Banco Cuscatlán se ganaron lugares preponderantes, el segundo y el tercero lugar como más grandes de la región en 1999, con US$1.642 y US$1.472 millones en activos, respectivamente.
El reinado de la banca salvadoreña ayudó a despertar el olfato de los competidores internacionales.
Centroamérica estaba dejando de verse como cinco países pequeños por separado para ser considerada como una sola región, multiplicando las oportunidades.
La negociación del Tratado de Libre Comercio entre Centroamérica y Estados Unidos (2003-2004) contribuyó a esa sensación. “Con el TLC viene un impacto regional mayor”, prospectaba Ramiro Ortiz, Ramiro Ortiz, presidente de Banpro en Nicaragua, en una entrevista con E&N en el año 2006.
Las condiciones para el despegue estaban dadas. “La región, con su capacidad productiva, de consumo y número de habitantes, forma una masa económica importante y eso crea un buen escenario para gestionar ciertos negocios”, declaraba Ortiz, de Promerica.
En ese momento Promerica construía una red regional de alianzas. Era solo cuestión de tiempo materializar el proceso de consolidación e integración completa, tal como estaba sucediendo con otros grupos en el istmo. La llegada de competidores internacionales, léase Citi, HSBC, GE Capital (General Electric), Scotiabank, entre otros, significaron más presiones para los grupos locales. “Ellos vienen tras los grandes negocios”, advertía Mario Granai Arévalo, presidente de Banco G&T Continental, en una entrevista con E&N en 2008.
Granai lideró uno de los primeros tratos que cambió la fisonomía de la banca en la región. Participó en la integración de Banco Granai & Towson y Banco Continental se unieron para dar vida a Banco G&T Continental.
“En ese tiempo no se hablaba de las fusiones, pero detectamos que teníamos que crecer, vimos que juntos podíamos crecer más rápido y lograr economías de escala”, visionaba Granai Arévalo. En aquel momento, la institución daba sus primeros pasos en El Salvador, plaza en donde se mantuvo hasta 2022 cuando la vendió a Banco Azul.
Granai supo identificar las oportunidades de negocio para los bancos locales, que debían acercarse más a su propia gente para atender a las pequeñas y medianas empresas, crédito de vivienda y otros nichos. La banca internacional no solo trajo nuevo capital, sino también transferencia de conocimientos y la renovación de los estándares de administración del riesgo y operativos. Este nuevo aire le vino muy bien a una banca regional que todavía tenía fresca las crisis con la quiebra de bancos entre finales de la década de 1990 y mediados del 2000 en Honduras y Guatemala.
No obstante, en 2008 la crisis subprime desencadenó una serie de acontecimientos que hicieron cambiar de prioridades a la banca internacional, que tendió a replegarse.
Entraron a la escena los grupos financieros de Colombia y la misma banca centroamericana con apetito de crecimiento.
Bancolombia compró a Banco Agrícola en 2006; en tanto, Cuscatlán tuvo una evolución más accidentada, pues el grupo financiero pasó a manos de Citigroup en 2007 y en 2016 lo adquirió el hondureño Grupo Terra ahora Terra Inversiones.
La banca colombiana se ha ganado porciones suculentas de los mercados regionales: representaron el 53,6 % de los activos de El Salvador en 2022; del 24,2 % en Costa Rica, 24,2 %; y 21 % en Honduras. Grupo Bancolombia, Grupo Aval y Davivienda se distribuyen estas tajadas.
Juana Francisca Llano, presidente de Suramericana, grupo asegurador colombiano que tomó control de Asesuisa en El Salvador, expresa que firmas como la que dirige deja un valor agregado a la región en términos de desarrollo de servicios para los clientes, el desarrollo de canales de distribución y la exploración de segmentos no tradicionales.
“Lo principal es un desarrollo de gestión del entorno que hacemos nosotros para conocer qué está pasando en general, y cuáles son las necesidades de las personas, y cómo las personas están satisfaciendo sus necesidades”, describe.
PERFIL ACTUAL
Hoy en día, la banca regional enfatiza como líneas claves en su estrategia la inclusión financiera y la inversión tecnológica, en el marco de una digitalización cada vez más sensible de sus consumidores.
“La banca centroamericana continúa invirtiendo de forma importante en tecnologías, lo cual se ha convertido en un aspecto prioritario en sus estrategias de negocio. Estas inversiones se realizan en tecnologías que permiten ofrecer servicios innovadores, como en aspectos de ciberseguridad y soporte tecnológico”, analiza Rolando Martínez, director senior de instituciones financieras de Latinoamérica, Fitch Ratings.
De cara a los próximos años seguirán incrementándose las transacciones por canales móviles y en línea, prevé Martínez, así como el desarrollo de medios de pago a través de fintechs, ya sea como socio de los bancos o como empresas creadas directamente por las instituciones.
Alfredo Calvo, líder del sector de Calificación de Instituciones Financieras de S&P Global Ratings, percibe solidez en el perfil de la banca regional, un aspecto fundamental para enfrentar crisis internacionales, como la inestabilidad que se vive actualmente con la banca de Estados Unidos.
Una base fuerte de depositantes respalda a los bancos de la región, lo cual tradicionalmente les ha permitido a acceder a bajos costos de financiamiento y a niveles de rentabilidad positivos.
Destaca además la diversificación de los activos y pasivos del sistema bancario centroamericano y observa una tendencia conservadora para contratar sus portafolios de inversión. Además, la calidad de activos ha venido mejorando.
Christian Nölck Rodríguez, gerente general de Seguros G&T, aprecia que el sector financiero de Centroamérica es “muy avanzado en muchos aspectos”.
“En varias ocasiones en los informes de competitividad mundial que solía hacer el Banco Mundial, el sector financiero de cada uno de los países de Centroamérica suele ser un punto de fortaleza de los países”, observa.
Todavía quedan muchos retos por cubrir, pero los servicios financieros continúan ganando terreno entre la población, dice Nölck.
Además, temas de gobernanza, riesgos y sostenibilidad forman hoy parte central de la estrategia de varios grupos financieros en la región,
una tendencia que los coloca a la vanguardia comparado con otras industrias en cada país de la región.
Jorge Bueso, fundador de Banco de Occidente en Honduras, planteó en una entrevista a E&N en 2021 que sí percibe una mejora social y económica en la región, pero “hemos ido muy despacio, demasiado despacio, con excepción de Costa Rica”.
“Estos cuatro países no le hemos dado la gran importancia y tal vez única a la educación como factor para crecer más aceleradamente, económica y socialmente”, prospectó Bueso.