Por revistaeyn.com
El mundo vive en una etapa histórica marcada por la división: política, social, cultural e incluso empresarial. En este escenario, los liderazgos autoritarios y personalistas han encontrado terreno fértil, alimentados por la desinformación, la saturación de contenidos en redes sociales y la falta de criterio en quienes aún no fortalecen su propio liderazgo interior.
Diversas investigaciones reflejan la magnitud del fenómeno. Según el Pew Research Center (2023), el 65 % de los estadounidenses considera que la polarización política impacta directamente su vida cotidiana. En América Latina, el Latinobarómetro (2023) reporta que apenas el 22% de los ciudadanos confía en sus dirigentes políticos, evidencia de una profunda crisis de confianza.
A la vez, el Foro Económico Mundial (2025) advierte que seis de las diez competencias más valoradas en los líderes actuales son habilidades blandas: pensamiento crítico, resiliencia, empatía, aprendizaje continuo, liderazgo e influencia social. De igual manera, un informe de McKinsey (2022) muestra que las organizaciones con líderes empáticos retienen un 20 % más de su talento.
Jacques Giraud, ingeniero, especialista en desarrollo organizacional, master coach y mentor, señala que cuando una persona no desarrolla su liderazgo interior, suele delegar su poder en figuras autoritarias, buscando seguridad en modelos inflexibles y polarizantes.
No obstante, la tendencia emergente en muchas organizaciones apunta hacia un liderazgo consciente, equilibrado y empático, capaz de generar consenso sin quedar atrapado en la tensión del desacuerdo.
Neutralidad: la virtud silenciosa del líder
"Recuerdo una sesión con un equipo profundamente dividido. Había enojo, posturas enfrentadas y nula escucha. En lugar de imponer mi opinión, pedí una pausa y formulé una pregunta: “¿Qué no estamos oyendo aún?”. Ese momento de silencio abrió la puerta a la colaboración y a una solución colectiva", apunta Giraud.
En tiempos tan cargados de emociones, la verdadera fortaleza del líder radica en la neutralidad: en dominar sus emociones y decidir conscientemente qué energía aporta a cada interacción.
"Un líder que no cultiva su inteligencia emocional termina alimentando conflictos innecesarios. En cambio, quien practica la neutralidad transforma el desacuerdo en diálogo y el conflicto en oportunidad", agrega Giraud.
El liderazgo que demanda el presente no es el del control ni el del carisma autoritario, sino el de la empatía, la conciencia y la serenidad. El líder auténtico no impone ni divide: escucha, conecta y construye.
En medio del ruido y los extremos, la verdadera valentía del liderazgo consiste en mantenerse en el centro, con firmeza y humanidad.