Por revistaeyn.com
La experiencia de países como demuestra que no basta con aumentar el gasto público para generar desarrollo: es esencial que ese gasto sea eficiente, estratégicamente orientado y acompañado de reformas estructurales, señala un reporte del Fondo Monetario Internacional (FMI).
El documento del FMI sostiene que muchos gobiernos invierten recursos, pero no extraen todo el potencial de esos fondos. Un estudio reciente que abarca 174 economías revela que si los países adoptaran prácticas óptimas de asignación y gestión, podrían obtener en promedio un 33 % más de valor del gasto que realizan.
Para las economías emergentes y en desarrollo, esa mejora puede traducirse en un aumento del producto interno bruto (PIB) de hasta 11 % a largo plazo — en economías avanzadas, esa cifra estimada es de 4 %.
Una de las palancas más poderosas que propone el FMI es reorientar el gasto público de bajo impacto hacia inversión e innovación. Por ejemplo, trasladar 1 punto porcentual del PIB del consumo público de bajo rendimiento a infraestructura puede elevar el producto en 1,5 % en países avanzados y en 3,5 % en economías en desarrollo, en un horizonte de 25 años. Si la reasignación apunta al capital humano —educación, salud— el efecto podría ser aún mayor: aumentos estimados de 3 % y 6 %, respectivamente.
Este tipo de realineamiento no solo favorece el crecimiento económico, sino también la reducción de la desigualdad, al invertir en infraestructuras y servicios básicos que benefician a sectores menos favorecidos. IMF
Obstáculos e instrumentos de reforma
Los autores del FMI advierten que cambiar la estructura del gasto es complejo. En muchas naciones, una parte importante del presupuesto está “bloqueada” por compromisos legales de gasto en educación, salud, pensiones o salario público. En promedio, ese gasto rígido representa un tercio del total. IMF
Otras palancas complementarias que el FMI subraya son la lucha contra la corrupción, la mejora en transparencia presupuestaria, la digitalización de las finanzas públicas y una mejor gestión de la nómina estatal (alineando salarios públicos con parámetros de mercado).
Finalmente, ajustar aspectos sociales como vincular la edad de jubilación con la esperanza de vida o priorizar políticas de prevención en salud puede contener presiones a futuro sobre las partidas sociales.
La lección del FMI es clara: en un contexto global marcado por límites fiscales, envejecimiento poblacional y crecientes demandas sociales, los países que serán más competitivos no serán necesariamente los que más gasten, sino los que sepan gastar mejor. Para Latinoamérica y otras regiones en desarrollo, la eficacia en el gasto público no es un lujo técnico, sino una estrategia imprescindible para modernizar economías, fortalecer resiliencias y promover un crecimiento sólido e inclusivo.