Por revistaeyn.com
En los pasillos de las perfumerías y, sobre todo, en los algoritmos de TikTok, la imagen del cuidado facial ha cambiado: ya no son únicamente adultas con rutinas minuciosas; hoy vemos a preadolescentes y adolescentes curioseando por sueros, tónicos y peelings químicos. Lo que comenzó como una moda viral se ha convertido en una preocupación clínica y educativa.
Especialistas y emprendedoras del sector alertan sobre la normalización del uso de activos potentes entre jóvenes cuyo cutis todavía está en desarrollo.
Doreen Gutiérrez, coach de belleza y presentadora de “Diario de Belleza”, señala que etiquetas y empaques llamativos de marcas populares han atraído la atención de menores, sin que exista siempre una distinción clara entre necesidades de piel juvenil y adulta.
Sustancias como el ácido salicílico, la niacinamida o el retinol, eficaces en contextos concretos, se aplican a menudo sin supervisión profesional. El uso indiscriminado de estos ingredientes puede dañar la barrera cutánea, provocando irritación, sensibilidad aumentada, brotes o desequilibrios en la microbiota dérmica. En palabras de Gutiérrez, “no son formulaciones pensadas para una piel en crecimiento”.
La piel típica de un adolescente suele ser resistente y con buena capacidad regenerativa; no requiere tratamientos agresivos destinados a despigmentar o “rejuvenecer”. En cambio, lo que demanda es educación: rutinas sencillas que incluyan limpieza suave, hidratación adecuada y protección solar diaria. Estos pilares protegen la salud cutánea y previenen problemas a futuro.
Otro aspecto clave es el mensaje cultural: la idea de que la apariencia natural quede obsoleta ante la perfección embotellada. Las redes sociales difunden el concepto de que una rutina extensa es sinónimo de pertenencia, lo que puede generar ansiedad y una relación insana con la imagen corporal desde edades tempranas. Gutiérrez advierte sobre la necesidad de regular la comunicación comercial y promover discursos responsables.
Padres, cuidadores y profesionales de la salud tienen un rol fundamental para orientar y supervisar. Consultar a dermatólogos o farmacéuticos antes de introducir activos potentes, favorecer productos formulados para piel joven y enseñar hábitos protectores son pasos esenciales.
Para Gutiérrez, el cuidado facial debe entenderse como una práctica de autocuidado que respeta el proceso madurativo, no como una exigencia estética precoz.
“Esta tendencia colorida puede dejar huellas invisibles si no se acompaña de criterio”, concluye. La clave está en devolver al cuidado facial su función protectora y formativa, enseñando a las nuevas generaciones a valorar la piel como un órgano que merece respeto y paciencia. realmente.