Por revistaeyn.com
Muchos jóvenes se preguntan qué se necesita realmente para dar el salto hacia el profesionalismo en el mundo de los videojugadores o gamers. Convertirse en jugador competitivo no es solo acumular horas frente a la pantalla: implica disciplina, decisiones tácticas y un cuidado del cuerpo y la mente.
En primer lugar, jugar no es lo mismo que entrenar. Samsung señala que detrás de cada triunfo en competiciones como EVO o ESL hay jornadas de práctica orientada: estudiar partidas, analizar errores, pulir estrategias y trabajar la velocidad de reacción. Los aspirantes deben establecer rutinas con objetivos medibles —mejorar puntería, reducir tiempos de respuesta, dominar mapas— y cumplirlas con constancia. La repetición inteligente transforma habilidades en reflejos.
El entorno de juego también influye en el rendimiento. La ergonomía del puesto —silla adecuada, mesa a la altura correcta, ventilación y una iluminación que no canse— favorece la concentración durante sesiones largas. Tratar el espacio como un cuartel de operaciones, no como una habitación improvisada, ayuda a sostener la intensidad necesaria para el alto rendimiento.
El monitor es otro componente crítico: en títulos donde los milisegundos deciden, la tasa de refresco y el tiempo de respuesta marcan la diferencia. Muchos profesionales invierten en pantallas con alta frecuencia de actualización y baja latencia; el formato ultra ancho puede ofrecer una visión más amplia del entorno virtual y mejorar la inmersión. Si aspira a competir, su pantalla debe acompañar su ritmo.
Tampoco se debe descuidar la conexión a Internet. Una línea estable, un router fiable y, siempre que sea posible, una conexión por cable reducen el lag y evitan interrupciones. Comprobar el ping antes de jugar y emplear herramientas que prioricen el tráfico de juego son prácticas habituales en equipos profesionales, apunta Samsung.
La salud visual merece atención: pausas activas, distancias apropiadas al monitor, gotas lubricantes y, para algunos, lentes con filtro de luz azul ayudan a prevenir la fatiga ocular. Cuidar los ojos es parte del entrenamiento: sin buena visión no hay rendimiento óptimo.
Equiparse con criterio es más efectivo que comprar impulsivamente. No hace falta adquirir todo de golpe; es preferible invertir gradualmente en un buen mouse, teclado mecánico, silla ergonómica y, por supuesto, un monitor acorde. Actualiza componentes según necesites y prioriza aquello que impacta directamente en tu juego.
Finalmente, la fortaleza mental es determinante. La competición profesional exige tolerancia a la presión, capacidad para aprender de las derrotas y disciplina para mejorar día a día. Trabajar la mentalidad —como se entrena la puntería— distingue a los que perduran de los que se quedan en el camino. Si tienes pasión y método, el camino hacia el profesionalismo es exigente pero alcanzable realmente.