Por revistaeyn.com
La infraestructura tecnológica global atraviesa un momento decisivo. Dos fuerzas avanzan en paralelo y están obligando a replantear cómo se diseñan, operan y protegen las redes: el auge acelerado de la inteligencia artificial y la futura irrupción de la computación cuántica, con su potencial para vulnerar los sistemas de seguridad actuales.
En los últimos años, la expansión de la IA —especialmente la generativa y el aprendizaje automático— ha multiplicado de forma exponencial el tráfico de datos y la complejidad de los procesos digitales.
Al mismo tiempo, la protección de información sensible se ha vuelto una prioridad estratégica para empresas, gobiernos e instituciones. El resultado es un nuevo escenario en el que la infraestructura ya no puede limitarse a “funcionar”, sino que debe ser robusta, flexible y preparada para riesgos que aún no se han materializado por completo.
El reto más inmediato es técnico. Las aplicaciones basadas en IA requieren anchos de banda muy superiores, latencias mínimas y altos niveles de automatización. Las redes tradicionales, diseñadas para un entorno menos intensivo en datos, resultan insuficientes. De ahí que la conversación actual gire en torno a las llamadas “redes listas para IA”: plataformas capaces de mover y procesar volúmenes de información sin precedentes, de forma eficiente y segura.
La capacidad de adoptar este tipo de infraestructura marcará la diferencia entre organizaciones que lideren la transformación digital y aquellas que queden rezagadas. No se trata solo de rendimiento, sino también de resiliencia y control de la información.
Mientras la IA impone exigencias inmediatas, la computación cuántica plantea una amenaza latente a la ciberseguridad. Aunque aún no está ampliamente disponible, existe un riesgo real conocido como “cosechar hoy, descifrar mañana”: el robo de datos cifrados en el presente para ser vulnerados en el futuro, cuando la capacidad cuántica permita romper los algoritmos actuales.
Ante este panorama, la industria tecnológica ya trabaja en la adopción de criptografía post-cuántica. Iniciativas conjuntas entre grandes actores, como Cisco e IBM, buscan desarrollar estándares y algoritmos resistentes que garanticen que el avance tecnológico no abra nuevas brechas de seguridad.
La preparación no implica adquirir tecnología cuántica, sino diseñar infraestructuras inmunes al paso del tiempo. Tres líneas de acción destacan: evaluar la capacidad real de las redes actuales y la exposición de los datos críticos; adoptar modelos de “cripto-agilidad” que permitan actualizar rápidamente los sistemas de cifrado; y aplicar esquemas de seguridad híbrida que combinen tecnologías actuales con soluciones post-cuánticas durante la transición.
Para América Latina, este contexto representa más que un reto: es una oportunidad estratégica. El nearshoring y la exportación de servicios tecnológicos pueden convertirse en motores de crecimiento, siempre que la modernización de infraestructuras y las políticas de ciberseguridad se asuman como requisitos básicos y no como extras.