Empresarios

Jorge Canahuati: Debemos redoblar esfuerzos para generar confianza

La confianza ciudadana recae en las empresas. En Centroamérica, esta realidad interpela al sector privado a convertirse en fuerza activa de regeneración democrática, progreso económico y cohesión social.

2025-09-08

Por: Jorge Canahuati / Presidente y CEO de Grupo OPSA/ E&N.

En Centroamérica, los números no mienten: la confianza de nuestros pueblos se ha desplazado progresivamente, desde las instituciones públicas hacia las organizaciones privadas.

Esa es la contundente realidad revelada por el Estudio El Valor de la Confianza, que en su tercera edición tenemos el honor de presentar, juntos a nuestros aliados, DATOS GROUP y PIZZOLANTE.

Mientras la credibilidad en los gobiernos, los sistemas judiciales y las fuerzas de seguridad se erosiona peligrosamente, las empresas y sus líderes nos hemos convertido —aunque muchos no lo buscáramos o imagináramos— en los depositarios de una esperanza que no debemos defraudar.

Hoy, más que nunca, estamos ante la certeza de que no basta con generar riqueza: debemos redoblar nuestros esfuerzos para generar transparencia, credibilidad, reputación y, como consecuencia, confianza. Y eso exige una profunda reflexión sobre el rol que jugamos en la arquitectura social de nuestros países. No somos Estado, no nos corresponde gobernar, pero sí tenemos el deber de contribuir activamente a regenerar el tejido institucional, sostener la cohesión social y defender —con hechos— los valores que las democracias necesitan para sobrevivir.

Paradoja de la legitimidad

Resulta paradójico que, en tiempos de profunda desconfianza hacia la política, sea el sector empresarial el que concentre mayor credibilidad. Pero, debemos ser conscientes de que ese logro conseguido no es un cheque en blanco. Es una expectativa que debemos honrar, y en el más amplio espectro de nuestros públicos de interés: inversionistas, accionistas, colaboradores, colegas, clientes y comunidad toda.

“Las empresas son, en muchos sentidos, las nuevas instituciones de confianza de las sociedades modernas”, asegura el profesor Paul Zak, neuroeconomista y experto en vínculos sociales. “Pero esa confianza debe cultivarse con ética y propósito”, advierte.

Las palabras del profesor Zak son medulares porque en ellas encontramos la esencia del fenómeno que vivimos: la confianza de la cual hoy gozan las empresas no es inherente al tipo de organización. Se construye todos los días, en cada decisión que tomamos: en cómo tratamos a nuestros colaboradores, en cuánto respetamos los principios de gobernanza, en qué valores promovemos desde nuestras marcas, cómo actuamos frente al poder y la corrupción, cómo protegemos el ambiente y si realmente generamos oportunidades donde más se necesitan.

No mirar para otro lado

La deslegitimación del Estado no es un tema que podamos observar desde la distancia. Cuando las instituciones pierden autoridad y eficacia, la inseguridad aumenta, la inversión se vuelve más incierta y la cohesión social se resquebraja. La paz y la democracia se vuelven frágiles.

Un análisis del FMI en 2024 concluye que en los países más violentos de Centroamérica el impacto económico directo e indirecto de la criminalidad podría suprimir la actividad en un 10 % del PIB, como cálculo promedio. A nivel municipal, un aumento del 10 % en la tasa de homicidios se asocia con alrededor de un 4 % menos de actividad económica local, calcula el Fondo.

En la contracara de este panorama, hay otro que indica que por cada año adicional de escolarización que una persona recibe puede aumentar los ingresos en un 10 % anual. Esto es típicamente superior a cualquier otra inversión que un individuo pueda hacer. La educación es una inversión que rinde grandes frutos.

Basta repasar algunos datos globales para corroborarlo: según el Banco Mundial, el capital humano representa alrededor del 60 % de la riqueza total.

Dada la evidencia, la pregunta que nos toca responder como líderes empresariales no es si debemos actuar, sino cómo lo hacemos con sentido estratégico, humano y sostenible.

Una hoja de ruta posible

La agenda ASG (Ambiental, Social y de Gobernanza) se afianza como uno de los sistemas organizadores del rumbo a seguir que mayor consenso viene ganando, y sobreponiéndose a la enorme incertidumbre que genera la geopolítica global.

Desde mi perspectiva, esto ocurre no sólo por convicción moral, sino porque la sostenibilidad —entendida integralmente— es ya una condición de supervivencia.

Impulsar buenas prácticas de gobierno corporativo, prevenir la corrupción, respetar los derechos humanos en toda la cadena de valor, asegurar empleos dignos, contribuir al desarrollo de las comunidades y comunicar con responsabilidad: todo eso fortalece no solamente a nuestras empresas, sino también la confianza en las reglas del juego democrático.

Creo que la forma de hacernos fuertes en ese camino es creando y honrando el hábito de la transparencia. “La transparencia no es sólo una obligación legal; es un acto de liderazgo”, señala Mariana Mazzucato, economista y autora de El valor de las cosas. “Sólo las empresas que entienden su papel público pueden sostener su licencia social para operar”, asegura muy atinadamente Mazzucato.

Hacer empresa con propósito

En mi experiencia, lo que transforma a una organización en referente de confianza no son sus cifras, sino su alma. Su propósito. Su voluntad de dejar una huella positiva.

Las empresas que entienden que su éxito está ligado al bienestar colectivo, a la prosperidad compartida, a la educación, a la igualdad de oportunidades y a la promoción de la democracia, son las que terminan inspirando y liderando transformaciones reales.

Históricamente, en nuestra querida Centroamérica, los empresarios que admiramos y en los que confiamos no son sólo los que han generado empleos o multiplicado el capital, sino aquellos que han sido valientes para defender principios, invertir en momentos difíciles y alzar la voz cuando lo fácil era callar. Ese legado es el que hoy nosotros recogemos y queremos consolidar para volver a legarlo a generaciones futuras. Claramente, no estamos aquí urgidos por el presente solamente, sino por la convicción de cómo queremos diseñar el mañana.

Hora de asumir liderazgo

Está claro: no debemos reemplazar al Estado, pero sí podemos reforzar los cimientos sobre los cuales se reconstruya. Podemos formar alianzas público-privadas que funcionen fortalecer medios de comunicación independientes con visión ética, promover la educación cívica desde nuestras fundaciones y fomentar el respeto a la ley con nuestras acciones.

Lo que está en juego no es solo la reputación de nuestras empresas, sino la posibilidad de que nuestras naciones encuentren un rumbo de desarrollo con equidad y paz. Y para eso, la confianza es la base de todo.

Quienes tenemos el privilegio de liderar debemos también asumir la responsabilidad de inspirar. No estamos solos. Hay miles de empresarios, jóvenes emprendedores, mujeres líderes, trabajadores y ciudadanos que siguen creyendo en el poder transformador del sector privado. A ellos nos debemos, porque cuando la confianza se pone en nuestras manos, lo único que no podemos hacer... es fallar.

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