Por revistaeyn.com
Sentirse estresado de vez en cuando es parte de la vida. Sin embargo, cuando esa tensión se vuelve constante y prolongada, puede transformarse en un enemigo silencioso que impacta de manera directa la salud. Ansiedad, hipertensión e incluso problemas cardíacos son solo algunas de las consecuencias del estrés crónico. Pero los efectos van más allá de lo evidente: pueden llegar hasta el núcleo de nuestras células y acelerar el envejecimiento.
Así lo explicó la investigadora Elissa Epel, experta internacional en bienestar y envejecimiento, y autora del libro The Stress Prescription, durante una entrevista en el pódcast 10 % Happier with Dan Harris. Según detalló, el estrés sostenido afecta a los telómeros, estructuras que protegen los extremos de los cromosomas.
“Los telómeros no disfrutan del estrés, y éste representa una amenaza porque puede dañar nuestro ADN y generar todo tipo de problemas biológicos”, señaló Epel. Estas diminutas piezas celulares, comparables a los protectores plásticos de las agujetas, se acortan naturalmente con la edad. No obstante, el proceso se acelera en quienes viven sometidos a preocupaciones constantes y carecen de espacios de recuperación.
Harris resumió el hallazgo de manera sencilla: “Tus células están escuchando tu vida, y si modificas tu vida, ellas responderán en consecuencia”. En otras palabras, lo que pensamos, sentimos y cómo gestionamos nuestro día a día se refleja a nivel celular.
La buena noticia, según Epel, es que este daño no es irreversible. “Podemos, diariamente, restaurar nuestras células, darnos pausas y crear un estilo de vida antiinflamatorio que retrase el envejecimiento. Se trata de impedir que los estresores penetren bajo la piel y aceleren el desgaste”, explicó.
Epel recomienda sumar pequeños hábitos a la rutina, fáciles de mantener a largo plazo:
Alimentación equilibrada: aumentar el consumo de frutas, verduras y ácidos grasos Omega-3. Una dieta mediterránea puede ser una gran aliada.
Momentos de pausa: generar estados meditativos mediante descansos cortos cada día, incluso de cinco minutos, o a través de la meditación formal.
Descanso profundo: priorizar el sueño reparador y actividades que induzcan estados de “flujo”, como el yoga o la respiración consciente.
Enfoque sostenible: aplicar cambios pequeños pero consistentes, que puedan sostenerse con el tiempo.
“Son modificaciones sencillas, no transformaciones radicales. Y justamente por eso podemos mantenerlas durante años”, concluyó la especialista.
Con información de CNBC