Por revistaeyn.com
La perspectiva de crédito para América Latina en 2025 se mantiene, en términos generales, en un punto de equilibrio: ni claramente expansiva ni abiertamente contractiva, es la conclusión central que Fitch Ratings presenta en su análisis de mitad de año.
Fitch subraya que el panorama crediticio de la región es “estable” pero heterogéneo, con diferencias notables entre países y entre sectores económicos.
Esa estabilidad de conjunto —precisa la firma— convive con realidades muy distintas a nivel local. Mientras algunas economías muestran señales de resiliencia frente a choques externos, otras arrastran previsiones de crecimiento más débiles que limitan el espacio para mejorar métricas fiscales y de endeudamiento.
Dicha divergencia implica que, aunque el riesgo sistémico no se perciba en aumento inmediato, las calificaciones y expectativas de crédito seguirán moviéndose de forma asimétrica según la situación macro y las políticas públicas de cada país, apunta Fitch Ratings
Fitch también resalta la importancia de factores políticos y externos como elementos determinantes del rumbo crediticio. La volatilidad en las decisiones de política económica —incluyendo reformas fiscales o cambios regulatorios— puede amplificar las diferencias entre emisores soberanos y corporativos, transformando un entorno regional estable en uno más desafiante para emisores vulnerables.
En ese sentido, la agencia advierte que la combinación de políticas domésticas y condiciones financieras globales seguirá marcando la pauta para los spreads y el acceso a financiación.
En el plano sectorial, el informe pone atención en las variaciones internas: no todos los sectores enfrentan los mismos riesgos ni oportunidades.
Fitch evalúa de forma diferenciada a entidades no bancarias, aseguradoras y emisores corporativos, y mantiene un enfoque prudente sobre cómo la menor o mayor demanda de crédito, los precios de las materias primas y la marcha del consumo afectarán la calidad de activos y la liquidez de distintos actores.
La lectura para inversores y responsables de política pública es clara: prevalece una “neutralidad vigilante”. La región no exhibe, por ahora, un deterioro generalizado en su perfil crediticio, pero los matices por país y por sector obligan a seguimiento continuo.
En suma, América Latina entra en la segunda mitad de 2025 con un crédito en apariencia estable —pero sujeto a variaciones locales y riesgos externos que podrían inclinar la balanza en uno u otro sentido.