Por revistaeyn.com
Conforme se acerca diciembre, el ritmo cotidiano se acelera y la presión acumulada durante meses empieza a pasar factura. Entre compromisos laborales, celebraciones familiares y rutinas que se desordenan, el cierre del calendario suele convertirse en uno de los periodos de mayor tensión física y mental.
Estudios recientes reflejan un aumento sostenido de cuadros depresivos, ansiedad y trastornos vinculados al estrés, lo que demuestra que no se trata de una simple sensación estacional, sino de un desafío creciente para la salud pública.
De acuerdo con Karla Solís, especialista en Movimiento Humano y fundadora de EKA Gimnasio, diciembre actúa como un “punto de saturación”. A la suma de pendientes laborales se agregan emociones intensas, expectativas sociales y una energía que empieza a disminuir tras meses de exigencia constante. “No es únicamente cansancio. Se trata de una sobrecarga que se refleja en el cuerpo, en la mente y en nuestras relaciones”, puntualiza.
Solís explica que esta tensión prolongada se manifiesta a través de señales concretas: rigidez muscular, dolores frecuentes, alteraciones del sueño, aumento de irritabilidad y dificultades para mantener la concentración. A pesar de ello, muchas personas tienden a posponer cualquier intento de autocuidado, justo en el momento en que el organismo más lo necesita. “Llegan a diciembre en modo automático, sin espacios reales para resetear el sistema nervioso”, sostiene.
Ante este panorama, el movimiento físico emerge como una de las herramientas más eficientes para frenar el deterioro. La evidencia científica coincide en que la actividad regular contribuye a disminuir síntomas de ansiedad, mejorar el estado de ánimo y regular hormonas relacionadas con el estrés. Para Solís, la clave está en comprender que el ejercicio actúa simultáneamente en lo químico, lo hormonal, lo físico y lo emocional.
A diferencia de la creencia popular, no se requieren rutinas extremas para comenzar a notar cambios. La especialista asegura que acciones tan simples como caminar 20 minutos, subir gradas, bailar o realizar breves sesiones de movilidad tienen un impacto notable cuando se sostienen día a día.
Las recomendaciones del Colegio Americano de Medicina del Deporte apuntan a 150 minutos semanales de ejercicio aeróbico y al menos dos sesiones de fuerza, aunque Solís subraya que incluso bloques cortos de 10 a 15 minutos pueden ser suficientes durante semanas de alta demanda.
Eso sí, advierte que no todas las intensidades son adecuadas cuando la fatiga es evidente. Por ello sugiere incorporar pausas activas cada hora y media, estiramientos nocturnos, ejercicios de respiración consciente y una revisión honesta de la capacidad física diaria. “El cuerpo avisa. Ignorar señales como el insomnio, la irritabilidad o los dolores frecuentes solo agrava el problema”, enfatiza.
Las tendencias de bienestar para 2025 refuerzan esta visión integral: programas centrados en salud mental, dispositivos que monitorean el estrés, acompañamiento en hábitos saludables y terapias de calor y frío están ganando terreno en el manejo del agotamiento moderno.
Para cerrar el año sin caer en el desgaste extremo, Solís propone definir objetivos pequeños y alcanzables, reordenar prioridades, dormir mejor y comenzar los cambios antes de enero. “El final del año no es para rendirse, sino para plantar bases sólidas. Lo que hacemos en diciembre determina cómo arrancamos el siguiente capítulo”, concluye.